Dos asientos por
estudiante. Nuestros padres ya están sentados, imagino que observando
divertidos nuestras peripecias, como si fuésemos niños en el parque. Creo que
es la primera vez que jugamos los cuatro juntos como iguales.
Estoy en Alcalá,
a punto de ver cómo te gradúas. Son casi las siete de la tarde. Llevo, por
tanto, casi doce horas con esta falda y esta blusa. Me he presentado en el
trabajo más arreglada que de costumbre y con un bocadillo en el bolso para no
tener que pasar por casa antes de coger el tren.
He salido
pintando a las tres. Me he cambiado de zapatos en el coche. Me he cambiado las
medias rotas en el baño de la estación. Mi jefe, que venía en el mismo vagón,
me ha ayudado a coger a tiempo el primer cercanías que me traía aquí. He
llegado al restaurante donde ya estabais pagando. En el piso me has confesado
que no te gustan estos convencionalismos. Estoy de acuerdo contigo, pero son la
excusa perfecta para reunirnos, para disfrutarnos…pienso después y durante.
Y ahora,
mientras nuestros padres nos miran, nos hacemos fotos en este patio empedrado
del siglo nosecuantos, cuyos cipreses y cigüeñas atrevidas nos recuerdan que
hay algo más allá del protocolo. Ni la emoción ni el orgullo que siento los
tengo a flor de piel. Sólo estoy contenta. Mucho. Y con muchas ganas de estar
aquí.
A punto de que
todo comience, me acerco hasta donde ya estás sentada con el resto de tus
compañeros con afán de estirar un poco los riñones, que llevamos ya un buen
rato de pie… y para ubicarte. Los soportales del lugar permiten colarse así por
los entresijos del momento y captar los detalles que ocurren entre bambalinas.
No me pasa desapercibido el comentario de tu compañera cuando me acerco. Dice
que nos parecemos. Me vuelvo a donde estaba, pero un poco más ancha que hace
unos momentos: ya es la segunda vez en la tarde que oigo algo parecido. Y me
encanta.
Zascandileamos ahora
todos por el por el patio, buscando un buen ángulo para no perdernos el momento
en que te llaman, con la cámara preparada desde que empieza el orden
alfabético, aunque bien sabemos que serás de las últimas.
Estoy lo
suficientemente cerca del escenario como para que me conmueva hasta la médula
la chaqueta mal cortada del chico simpático que os lee un discurso que no
alcanzo a entender muy bien por la orientación de la megafonía; o algunos
zapatos que no pegan del todo con el vestido o el traje de turno…Chaqueta y zapatos cuentan historias de humildad y esfuerzo de muchas familias, de muchos padres que están
ahora como los nuestros: sonrientes, con las cabezas juntas y el cuello estirado para no
perderse detalle.
Ya te has puesto
de pie, ya te llaman, me pongo nerviosa, la cámara reacciona lentamente, me
aturullo con las ganas de aplaudir y disparar y decirte guapa al mismo tiempo.
Ya bajas del
escenario, con tu beca puesta, con tu vestido verde, te veo llegar tan
sonriente, tan guapa, tan contenta y… me emociono. Por nada, por todo. No ha
hecho falta que me venga a la cabeza ningún recuerdo concreto. Ni siquiera cuando
me enteré que nuestra madre estaba embarazada de ti; ni que contaras, no hasta
tres, sino hasta los años que yo tuviera para lanzarte al agua del mar cuando
tenías ocho o nueve; ni tus carreras cuando veníais a verme a la residencia, ni
cuando me interrumpías para jugar mientras yo estudiaba. O las veces en que me
preguntabas el significado de las palabras de El Pirata Garrapata; ni cuando nos confundían con madre e hija.
Tampoco el momento en que entendiste un chiste que llevabas contando meses. Ni
que me contaras tus inquietudes cuando tenías que decidir tu propia carrera…
Te prometo que
no estaba pensando en nada. Tampoco en gatitos muertos para forzar la lágrima.
Pero sucedió. En este acto tan protocolario. Cumpliendo a la perfección un
papel que, a las que no nos gustan los convencionalismos, nos aberran por
previsibles. Pero qué más me da.
Anda, que ya se
me ha pasado, dame un beso.
Volvemos a las
fotos a la salida: con nuestros padres, con nosotros, con Arantza, con Quique…
A la vuelta,
mientras comentamos lo bien que hemos estado, lo que nos ha gustado esta tarde,
me lamento por dentro por no haber tenido tiempo para escribirte. Ahora,
hacerlo, me parece un convencionalismo más. Una exposición innecesaria.
Pero sonrío y
pienso que lo haré. Volveré a ser previsible...
Porque es la excusa perfecta para
decirte que te quiero.
Objetivamente, la más guapa de todos
ENHORABUENA "FAMILIA"!!! Un beso grande...
ResponderEliminarGracias, guapérrimo!. Otro beso!
EliminarQ bonico,Laura,que emocionante.Es un regalo de graduación precioso,y deberiamos buscar excusas de esas más a menudo para decirnos esas palabras que,con lo necesarias que son,racaneamos demasiado.Enhorabuena a Alba y,objetivamente,la más bonica!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Cris!!. Y sin racaneos: TE QUIERO MUCHO!
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