domingo, 7 de febrero de 2021

Lombarda

A ver, pico primero el ajo, no sé cuánto hará falta para media lombarda.

La lombarda siempre me recuerda a Fernando y eso que nunca la compartimos en ninguna comida o cena. Pero sí fue él por quien supe que la lombarda era plato típico de la cena de fin de año. - En Nochevieja, lombardita, claro. A mi madre le sale muy bien-. Me miraba con sus ojos sombríos tras las gafas, ya me hablara de lombarda, ya de por qué no había elegido falda para la entrevista de trabajo.

El caso es que la receta es más sencilla de lo que parecía. No tiene demasiado mérito preparar una lombarda medio decente. La manzana ya pocha con el ajo y los tacos de jamón y en un momento añado la verdura y listo. El horno ya casi está también y la lámina de hojaldre, atemperada.

Me parecía tan inteligente… Cuánto hace ya de aquello… ni idea. ¿26 tenía yo? Ojalá y entonces hubiese sabido que la inteligencia no era llenarme la cabeza de sus datos, ni sentirme pequeña, una prueba para mejorar como persona.

Abro el vino mientras espero a que acabe el horno. Un tinto que probé hace poco y que ya busco siempre que, como hoy, la cena es especial. Lo especial es porque queremos que lo sea, pienso. Porque me he empeñado, rectifico deshaciendo el plural mayestático. De todas formas la nochevieja siempre gana, tanto si te dejas llevar por los fastos, como si te opones a ellos.

El mantel es el de siempre, que la cena es especial pero hasta que no me mude a esa casa que llevará mi nombre, no tengo espacio para mucha mantelería. La lombarda humeante va al centro. Coloco mi plato, la copa, la servilleta y el juego de cubiertos recién lavados. Reniego de poner la tele, eso sí que no: que gane la nochevieja no significa que abra la puerta a los programas deprimentes de falso brillo grabados en Agosto. Mejor el silencio.

Ensayo un brindis. Después vendrán las llamadas y las videoconferencias. Ahora quien vuelve a hablarme es Fernando, despidiéndose también al otro lado de un teléfono más antiguo. Riendo sarcástico y sentenciando que no iba a encontrar a nadie, que algo raro debía yo tener.

Levanto mi copa al silencio, me concentro en agradecer todo lo que tengo y vierto el vino en el nudo que me estrecha la garganta.  




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