En esta
interrupción temporal de lo que fuera que hiciésemos antes de una manera
determinada y rutinaria, donde hay héroes y villanos, opinadores y pastores de
almas, a mi me ha tocado el honorable papel de Cacho de Carne. Me
explico:
Soy el único ser
con el que convivo. No tengo hijos a mi cargo, ni familiares que precisen de mi
auxilio más allá de lo que concierne a emitir dosis periódicas de cariño y
conversación. Tampoco tengo mascotas aparte de las hormigas que me visitan cada
primavera. No soy personal sanitario ni docente, ni estaba recibiendo ningún
tipo de docencia. No canto ni toco instrumento alguno. Mi principal acceso al
aire libre es un patio (grande y luminoso, lo confieso) que no me permite participar
de actividades que impliquen hermanamiento con mis congéneres. No soy bombera,
ni limpiadora, ni formo parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.
No soy política (gracias a Dior). No regento ningún establecimiento que
dispense bienes de primera necesidad. No conduzco camiones ni soy cajera de
supermercado. Por no hacer, ni siquiera teletrabajo porque sólo llevaba tres
días, tres, incorporada en mi nuevo puesto. Para rematar, no tengo máquina de
coser, por lo que no contéis conmigo para fabricar mascarillas. Y en mi bloque
tampoco hay personas mayores para llevarles la compra.
En esta crisis
soy un ser irrelevante. Soy, ya te he dicho, un cacho de carne. Pero, permíteme
el orgullo, y perdona si suena pretencioso, ¡qué Cacho de Carne soy! Tierna, magra…,
me he propuesto ser la mejor chicha de todo el confinamiento. Cada día cultivo
mi inadvertencia y hago de mi prescindibilidad, mi oficio.
Ser Cacho de Carne
no es nada fácil, conste. La primera de nuestras misiones es darnos cuenta de
que lo somos y de que el mundo no nos necesita. Supone un esfuerzo ímprobo
porque somos conscientes de que la sociedad camina ciega sin nuestras opiniones
y buen hacer. Para esta tarea, nuestro código deontológico exige replegamiento
y silencio. Difícil empresa porque te recuerdo que aún conservamos ojos, redes
sociales y ego.
Pero los Cachos
de Carne no estamos exentos de discernimiento, claro. Nuestro angosto caparazón
no es impermeable a la prensa ni al acceso general de información. Es por ello
que no requerimos de las mentes preclaras que tratan de abrirnos los ojos a su
aguda sapiencia. Cuando esa terrible amenaza oprime, cuando nuestra pantalla al
mundo se reboza en reproches y lecciones de unos a otros, una implacable
autocrítica se abre paso y nos recuerda que no somos inmunes al sesgo ideológico
en cada una de las decisiones que tomamos, incluidos los medios que elegimos
para estar al día. Para no ser arrastrados por ese torbellino de discusión ni perder
el privilegio de la posición que ocupamos, nuestro código de comportamiento recomienda,
además del replegamiento y silencio anteriores, paciencia, pues ya llegará el
momento de actuar, votar o manifestarnos.
No agitar las
aguas de por sí ya revueltas, comprender que cada uno hace lo que puede…
¿entiendes ahora lo importante de mi cometido? Pues aún no te he contado lo más
importante, aquello que nos hace entidades fundamentales de este presente y del
inminente futuro.
La razón de ser de un Cacho de Carne, su leitmotiv es estar bien: no contaminar ni contaminarse
en lo vírico ni en lo anímico. Para ello, un buen Cacho de Carne toma sus
propias medidas de higiene, lo que implica el uso semipornográfico de todo
aquello que le nutre el alma. Algunos dibujamos o leemos, otros bailamos,
hacemos deporte, yoga o meditamos. Hablamos con nuestros amores, compartimos risas
y acompañamos su desánimo. Pero sin horarios, cuando y si apetece, que es la
única manera de hacerlo todo sin hacer nada. De lo demás, practicamos un ayuno
cuasi total.
¿Egoísta? ¡¿Un Cacho
de Carne, egoísta?! Quien así lo crea es porque no tiene ni idea de nuestra
naturaleza proteica, estructural... Entrenamos cada día para convertirnos en los cimientos
sanos de la especie venidera, en los alegres pilares que sustenten la siguiente generación, en el tejido conectivo y amoroso que ligue a esta nueva humanidad en ciernes.
No exagero ni
sobredimensiono. Lo nuestro no es desidia, es un avance certero al estilo
Ghandi. Una revolución silenciosa. ¡La revolución de los Cachos de Carne!
(Bueno, igual me
he pasado un poco pero ¿qué quieres? Soy un cacho de carne que pasa sola la
cuarentena. Si no me animo yo…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta algo si te apetece: