lunes, 30 de marzo de 2020

La revolución de los Cachos de Carne

En esta interrupción temporal de lo que fuera que hiciésemos antes de una manera determinada y rutinaria, donde hay héroes y villanos, opinadores y pastores de almas, a mi me ha tocado el honorable papel de Cacho de Carne. Me explico:
Soy el único ser con el que convivo. No tengo hijos a mi cargo, ni familiares que precisen de mi auxilio más allá de lo que concierne a emitir dosis periódicas de cariño y conversación. Tampoco tengo mascotas aparte de las hormigas que me visitan cada primavera. No soy personal sanitario ni docente, ni estaba recibiendo ningún tipo de docencia. No canto ni toco instrumento alguno. Mi principal acceso al aire libre es un patio (grande y luminoso, lo confieso) que no me permite participar de actividades que impliquen hermanamiento con mis congéneres. No soy bombera, ni limpiadora, ni formo parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. No soy política (gracias a Dior). No regento ningún establecimiento que dispense bienes de primera necesidad. No conduzco camiones ni soy cajera de supermercado. Por no hacer, ni siquiera teletrabajo porque sólo llevaba tres días, tres, incorporada en mi nuevo puesto. Para rematar, no tengo máquina de coser, por lo que no contéis conmigo para fabricar mascarillas. Y en mi bloque tampoco hay personas mayores para llevarles la compra.
En esta crisis soy un ser irrelevante. Soy, ya te he dicho, un cacho de carne. Pero, permíteme el orgullo, y perdona si suena pretencioso, ¡qué Cacho de Carne soy! Tierna, magra…, me he propuesto ser la mejor chicha de todo el confinamiento. Cada día cultivo mi inadvertencia y hago de mi prescindibilidad, mi oficio.
Ser Cacho de Carne no es nada fácil, conste. La primera de nuestras misiones es darnos cuenta de que lo somos y de que el mundo no nos necesita. Supone un esfuerzo ímprobo porque somos conscientes de que la sociedad camina ciega sin nuestras opiniones y buen hacer. Para esta tarea, nuestro código deontológico exige replegamiento y silencio. Difícil empresa porque te recuerdo que aún conservamos ojos, redes sociales y ego.
Pero los Cachos de Carne no estamos exentos de discernimiento, claro. Nuestro angosto caparazón no es impermeable a la prensa ni al acceso general de información. Es por ello que no requerimos de las mentes preclaras que tratan de abrirnos los ojos a su aguda sapiencia. Cuando esa terrible amenaza oprime, cuando nuestra pantalla al mundo se reboza en reproches y lecciones de unos a otros, una implacable autocrítica se abre paso y nos recuerda que no somos inmunes al sesgo ideológico en cada una de las decisiones que tomamos, incluidos los medios que elegimos para estar al día. Para no ser arrastrados por ese torbellino de discusión ni perder el privilegio de la posición que ocupamos, nuestro código de comportamiento recomienda, además del replegamiento y silencio anteriores, paciencia, pues ya llegará el momento de actuar, votar o manifestarnos.
No agitar las aguas de por sí ya revueltas, comprender que cada uno hace lo que puede… ¿entiendes ahora lo importante de mi cometido? Pues aún no te he contado lo más importante, aquello que nos hace entidades fundamentales de este presente y del inminente futuro. 
La razón de ser de un Cacho de Carne, su leitmotiv es estar bien: no contaminar ni contaminarse en lo vírico ni en lo anímico. Para ello, un buen Cacho de Carne toma sus propias medidas de higiene, lo que implica el uso semipornográfico de todo aquello que le nutre el alma. Algunos dibujamos o leemos, otros bailamos, hacemos deporte, yoga o meditamos. Hablamos con nuestros amores, compartimos risas y acompañamos su desánimo. Pero sin horarios, cuando y si apetece, que es la única manera de hacerlo todo sin hacer nada. De lo demás, practicamos un ayuno cuasi total.
¿Egoísta? ¡¿Un Cacho de Carne, egoísta?! Quien así lo crea es porque no tiene ni idea de nuestra naturaleza proteica, estructural... Entrenamos cada día para convertirnos en los cimientos sanos de la especie venidera, en los alegres pilares que sustenten la siguiente generación, en el tejido conectivo y amoroso que ligue a esta nueva humanidad en ciernes.
No exagero ni sobredimensiono. Lo nuestro no es desidia, es un avance certero al estilo Ghandi. Una revolución silenciosa. ¡La revolución de los Cachos de Carne!


(Bueno, igual me he pasado un poco pero ¿qué quieres? Soy un cacho de carne que pasa sola la cuarentena. Si no me animo yo…)





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta algo si te apetece: