- Pues ya ves
Guardián, en cuanto os pongo cara ninguno estáis a salvo de un poquito de
exorcismo literario-.
- Sé razonable, Laura. Ya quedamos en su día que yo sería tu
fiel servidor. Te protegería de todo mal y haría de ti un ser cuasi infalible
en sus emprendimientos-.
- Bueno, la
verdad es que no soy muy consciente del pacto ése que dices, pero tengo que
felicitarte porque has hecho muy bien tu trabajo. Sin rencor ni ironía, ¿eh?-
- Entonces, ¿a qué viene esta exposición?-
- ¿De verdad
quieres saberlo?-
- Pues sí, claro-.
- Voy a intentar
explicártelo con imágenes. No creas que es fácil encontrar en el vasto Internet
algo que se asemeje a mis paisajes oníricos pero bueno, ya que insistes, aquí
está una aproximación al resultado de tu labor tal y como se proyecta en la
pantalla de mi mente-.
- Pero bueno, ¿y eso qué es?-
- Ésos somos tú
y yo-
- ¿Y por qué me imaginas con trenzas?-
- No, hombre,
esa no eres tú. La de las trenzas soy yo pero en rubia-.
- ¡¿ME VES COMO UN DRAGÓN?!-
- No exactamente.
Ya te he dicho que Internet será muy prolífico en imágenes pero desde luego no
tiene un archivo específico de todo lo que se me pasa por la cabeza-.
- Menos mal, ¿y cómo soy para ti, entonces?-
- Ejem, si. En
mi mente y, aunque tengo que decir que últimamente te veo más difuminado, eres
más o menos así:
- Lo estamos apañando… -
- Lo siento-.
- Pues la verdad, que tampoco sé de qué te quejas. Mira, ven
que te recuerde mi labor: lo que somos
capaces de hacer tú y yo juntos. Mira donde vivimos. La torre, según tú. Mira
qué preciosidad. Mira los acabados tan impolutos. Mira lo grande que se ha
puesto la enredadera que sembré hace dos primaveras. Mira qué limpio está todo…
¿Por qué no te gusta?-
- No, pero si es
precioso…y acogedor. Y está todo bien cuidado pero ven que ahora te quiero
enseñar yo algo. Asómate a la ventana de la torre, ¿qué ves?-
- Pues veo… veo lo que tú. Un paisaje precioso. Verde. Unas
lomas hermosísimas-.
- Yo también veo
un paisaje de cuento de hadas, pero ¿no notas nada?-
- No, para mí está perfecto-.
- ¡¿No te llama
la atención que… ESTAMOS AQUÍ MÁS SOLOS
QUE LA UNA?!-
- ¿Cómo que solos? ¿Acaso no viene gente de vez en cuando,
como el mancebo de antes?-
- ¡Pero si lo
has echado sin presentármelo siquiera!-
- Es que no era digno de ti, ya te lo he dicho. Y además, también
para eso estoy yo aquí, para filtrar-.
- Más bien dí,
para sellar la puerta con soldadura de cordón-.
- Me dirás ahora que no he dejado que te vayas de vez en
cuando a explorar mundo…-
- …Pero me atas
tan corto que a la mínima ya me estás dando voces desde la torre para que
vuelva… y esto no puede seguir así. Si al menos estuviéramos más cerca de la civilización,
todo sería más divertido. No tenemos por qué vivir siempre en esta torre.
Podríamos alquilar un loft, por ejemplo. O algo que no imponga tanto respeto, ¿no?
Tú quizá encontrarías una Guardiana, quién sabe. O un grupo de amigos
guardianes con los que echarte unas risas de vez en cuando y yo… yo podría visitar
otras torres, otras casas más tranquilamente. ¿No te parece buen plan?-
- Yo estoy muy a gusto aquí. Además, quién sabe los peligros
que pueden estar acechándonos más allá de las lomas. ¿Dónde vamos a estar mejor
que tranquilitos en este lugar?-
- Estoy un poco
harta de estar tranquilita. ¿Sabes? Además, estoy pensando salir fuera quieras
o no. Hacer un viaje largo. Hacer un viaje lejos-.
- ¿Cómo de lejos? No me irás a decir que vas a traspasar las
lomas…-
- Estoy
pensando, ya que estamos dentro de paisajes inventados, en ir al reino de
Muy-Muy-Lejano. Como Shrek-.
- ¿¿¿¿A Muy-Muy-Lejano???? Estás loquísima. Allí sí que
dicen que hay dragones. Y que la gente muere después de que el cuerpo se les
llene de pústulas supurantes nada más ponerse en contacto con su atmósfera. Que
por sus calles, corrientes putrefactas de un líquido indescriptible descomponen
todo cuerpo a su paso. Que en cada rincón hay mafias de trata de blancas que
capturan a…-
- … Vale, vale… ¿Y
dónde has escuchado eso? ¿En La Torre –News? Venga Guardián, si no sales de
aquí-.
- Era mi deber retenert…digooo, protegerte-.
- Pues lo siento.
Si hay de todo eso por ahí, quiero verlo con mis propios ojos. Además, que no
te estoy consultando. Ya está decidido. Ya tengo la mochila preparada, las
zapatillas de trekking listas, el frontal, pastillas potabilizadoras y un
cuadernito precioso para apuntar las anécdotas que me ocurran-.
- … o las desgracias…-
- No pienso
escucharte. Adiós Guardián. Me voy. Muy-Muy-Lejano me esperaaaa-.
Igualito pero en morena y con mochila
- Está bien, Laura. Vete si quieres. Corre tan rápido como
puedas Sólo espero que tengas presente que en éste, como en cualquier pasaje
onírico, todos los personajes son TÚ. Yo también soy tú. Poner distancia física
no es la solución para separarse de mí-.
- Lo sé, pero por
algún sitio habrá que empezar-.
- The End -
Y mientras que
probablemente escuches la melodía que pone fin a esta entrada, te cuento que si
alguna conclusión he sacado este año de estos diálogos delirantes, es que lo que mejor
funciona para poner distancia verdadera entre los humanos y sus monstruitos es
el HUMOR.
Mandaré postales
desde Muy-Muy-Lejano. También a Guardián, pobre. O quizá resulte que llegue allí y
Shrek tenga Wifii, en ese caso podré contarte en forma de entradas bloguiles cómo se las gastan los
personajes de los cuentos. Total, hablar con ellos no debe ser muy diferente a
hacerlo con entidades emocionales diversas.
Imagina que una
parte de tu vida está gobernada por el regomello y que, aunque supuestamente
vas siguiendo el curso normal de los aconteceres, dicho regomello te impide
vivirlos de frente y con plenitud.
Imagínate que un
día te hartas y decides enfrentarte a aquella cosa. ¿Te suena?
¡¿Cómo no te va
a sonar?! Lo llevas leyendo varios meses en este espacio del cibermundo. Y sí,
de nuevo hace falta casi la misma introducción que en los anteriores posts de
esta serie para encontrar paralelismos con otro aspecto de la Cuántica.
Siento el
cansinismo.
Sin demorarme de
nuevo en historias que ya te he contado, sólo apunto que el yoga fue bálsamo
para mí pero que no se trata sólo de yoga… Aquí de lo que se trata(ba) era de
desfacer un nudo en mi propia persona y por tanto, comprender qué estaba
pasando y por qué. En medio de todo esto llegó el yoga y blablabla.
Sin más,
discutamos acerca de esa búsqueda a través del...
PRINCIPIO
DE INCERTIDUMBRE
Sigue imaginando.
En este caso ponte en la piel de un tal Heisenberg. Eres físico. En la
comunidad científica de la que formas parte hay un bulle-bulle tremendo debido
a que estáis gestando lo que posteriormente (o quizá ya) se llame Física
Cuántica. Habéis llegado muy lejos. O muy profundo. Estáis a punto de tocar el
cielo con las manos o más bien, lo cercano. Lo cercano y lo pequeño. Lo íntimo.
Tenéis ya suficientes datos y suficientes experimentos como para enfrentaros a
aquello de lo que estamos hechos. Queréis saberlo todo acerca del átomo y de
los electrones, esas particulitas móviles dentro del propio átomo. Si lo
descubrís estaréis cada vez más cerca de encontrar una teoría que lo englobe
todo: el micromundo, el mundo y el macromundo. Queréis saber de qué parámetros
se valió Dios en su Creación.
Esta tarde vas
especialmente entusiasmado al trabajo. No le has dicho a casi nadie lo que
estás tramando pero sabes que hoy es un día crucial porque como seas capaz de
averiguar la posición del electrón en un momento determinado y su velocidad de
giro puede que hoy sea el último día del mundo tal y como lo conoce el hombre.
Mañana será el futuro. Mañana será otra Era. La épica se dibuja en tu sonrisa.
Cruzas la puerta
de la facultad. Aun faltan décadas para que los acordes de The Eye Of The Tiger se compongan pero, quizá debido al plegamiento
del tiempo, una parte de tu cerebro reptiliano es capaz de captar a través de
los tiempos la determinación que inoculan sus ondas sonoras. Ahí estás. No
sabes porqué pero aprietas el paso. Tienes prisa por llegar a tu despacho. En
tu mente, sólo dos conceptos: velocidad y posición. Te lo repites muchas veces:
velocidad y posición, velocidad y posición. Ya enfilas tu pasillo. Ya enfocas
la vista en tu puerta. Velocidad y posición. Sólo estás a un metro. Velocidad y
posición. Abres con ímpetu. Velocidad y posición. Hoy es tu día.
Como el que se
deja el chocolate para lo último, habías dejado adrede la ecuación definitiva a
medias con el fin de recrearte esa tarde en su resolución. Qué pájaro. Coges un
folio nuevo y tu pluma favorita. Mojas la punta en la tinta y vas llenando la
hoja de constantes y simbología griega mientras piensas por cuánto se subastará
ese mismo papel dentro de unos años. Te vuelves a centrar. Despejas la
velocidad de giro del electrón. Ya la tienes. Una nueva hoja para encontrar su
posición. La llenas de algoritmos pero… ¿qué ocurre? No encuentras solución
alguna. Repasas. Seguro que con el entusiasmo te has equivocado en alguna
constante. No, parece que está bien. ¿Seguro? Repasas de nuevo. Nada. No hay
certeza en la posición.
No pasa nada.
Comienzas de nuevo el trabajo. Esta vez vas a empezar por la posición del
electrón. Ecuaciones por doquier, flechas y símbolos. ¡Aquí está, claro! ¿Pero
qué te ha podido pasar antes? Y ahora, con esa posición, te pones a calcular la
velocidad del giro. Estás más tranquilo a medida que vas resolviendo. Ya estás
cerca. Pero, ¿y esto? ¡¿Cómo que no hay solución ahora para la velocidad?! Y
vuelves a intentarlo. Y confirmas que cuando tienes la posición, no tienes la
velocidad. Y cuando resuelves la velocidad, la posición del electrón es una
completa incógnita. El jodido electrón es verdaderamente escurridizo.
Tiempo después,
algo avergonzado expones tus conclusiones en un simposium ante toda la
comunidad científica. Más tiempo después, otros colegas concluyen en lo mismo
que tú. No tenéis más remedio, si no queréis tirar todo el trabajo previo por
la borda, que ser humildes y comprender que no se puede tener acceso al completo
conocimiento de todo. Siempre va a haber algún poso de duda. Es probable que
nunca la teoría cuántica devenga en certeza. Y bautizáis al inconveniente:
Principio de incertidumbre. Dios os la había jugado.
.........
Volvamos al presente
tras esta recreación muy personal de cómo acaecieron estos hechos ubicados en
el primer cuarto del siglo XX.
¿Verdad que ya
sólo con el título del post y con lo que llevamos, barruntas la conclusión?
Para que luego nos digan que la física cuántica es difícil.
Descomponer el
regomello. Que abandonara su cualidad pastosa y amorfa y darle claridad.
Descubrir qué era y por qué estaba ahí. Autoconocimiento. Esa era la zanahoria
que, cual terca mula, me dispuse a perseguir. Una persona inteligente y en su
sano juicio se habría dedicado a vivir sin darle mayor importancia a la negrura,
y los aconteceres probablemente habrían disipado las nubes. Yo podría haber
sido esa persona inteligente, pasar olímpicamente y hacer como que estaba todo
chupi-guay1 pero es probable que también en mi caso The eye of the
Tiger resonara de alguna manera entre mis neuronas cuando decidí enfrentarme a
ese Miura. Lo que ocurre es que una es menos impetuosa que los marca-paquete
del video anterior (ahora sí le vas a dar al play, ¿eh?) Una es, más bien, moderada
y elegantemente aguerrida, si se me permite.
Parecido muy razonable con el dibujito del primer plano
Ya te he contado
que me empapé de todos los libros que caían en mis manos. Que con el Kundalini
Yoga accedí a una nueva experiencia de mí. Descubrí que mis límites eran
barreras imaginarias que podía mover hasta donde yo quisiera. Cada
descubrimiento era digno de celebración y estaba acompañado por un iluso “¡sí,
esto era, ya lo tengo!” o “claro, ahora todo encaja como un enorme puzzle sideral2”.
Pero ahí, acechando a la vuelta de la esquina de mis vivencias, estaba la
experiencia para confrontar la resolución de mis ecuaciones. Y el resultado
solía ser una enorme indeterminación. "¿Pero cómo ha podido pasar de nuevo si yo
ya pensaba que había resuelto este entuerto?"
Y vuelta a
empezar. Me voy aplicando mi propia medicina en forma de meditaciones o series
de yoga y a la par, pruebo toda suerte de “terapias” en forma de seminarios,
cursos y lo que se tercie. Todos ellos me aporta algo. A todos les pongo la
etiqueta de “definitivo” y todas las veces la euforia inicial vuelve a toparse
con la realidad pura y dura. De nuevo llegan las dudas. La resolución está
cerca, la sientes, pero no llega.
¿Y qué pasa,
pues?
Pues pasa, alma
mía, que te has topado nada más y nada menos que con el Principio de
Incertidumbre,que viene a sentenciar sí, aquí también, que es imposible que
desentrañes con certeza todas las incógnitas de tu vida. Precisamente porque es
TU vida y se trata de un área tan íntima y tan cercana que no tienes acceso a
su completa resolución. Los mayores enigmas se suelen esconder en el mejor
sitio: delante de tus narices.
Acercarte
demasiado a ti mismo, igual que acercarse demasiado a los electrones, hace que
las variables se disparen. Como cuando acercas tanto la vista a algo que al
final el objeto que enfocas termina por desenfocarse… (¿O soy sólo yo y mi leve
estrabismo?)
Visto lo visto,
¿está todo perdido? ¿Tiramos la toalla? ¿Nos damos al beber?
No hombre, no.
Qué habría sido de la física si Heisenberg y sus colegas se hubieran deprimido
destilando trigo en alambiques clandestinos. Pues aquí tampoco. Como ellos, hay
que echar mano de la humildad y continuar la vida asumiendo esa
indeterminación.
Además, si lo
piensas bien, el Principio de Incertidumbre lleva implícitas dos características bien
interesantes con las que vamos a ir concluyendo el capítulo de hoy.
Por un lado, que
no seas cien por cien cognoscible por ti mismo te da un margen para que pruebes
otras opciones de ti a las que no te tienes acostumbrado. Invita a que te
experimentes en otras situaciones que a priori no habrías ni considerado. Paradójicamente,
esos otros múltiples TUS te ayudarán a acercarte mucho más a saber quién eres
en realidad.
Por otro lado, implica
perspectiva. El Principio de Incertidumbre se hace más notable cuanto menor es
la distancia entre un problema y el sujeto que lo resuelve. Así, te será más
fácil resolver desde el sofá de tu salón los tejemanejes que tienen que ver con
la crisis y la corrupción o el por qué a tu primo le va mal en su negocio, que
el problema que tienes en casa o contigo mismo. Por ese mismo motivo, no
rechaces de plano la opinión que te dé alguien acerca de ti y tus cuitas. Quizá no dé completamente en el clavo, pero puede
ser más que interesante su punto de vista.
Pero mira, entre tú y yo, no hay que irse tanto por las ramas para explicar todo esto. Una se puede empapar de teorías físicas, indagar en sí misma... y luego resulta que el
acerbo popular ya postuló hace muchísimos años, mucho antes del primer cuarto
del siglo XX, este Principio de Incertidumbre que hoy nos ha ocupado. No tienes más que acordarte de que Se ve mejor la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Que no te vengan a ti a decir que la Física Cuántica
es difícil.
(1)Me he criado en los ochenta, ¿qué pasa?
(2)Cristina, esta frase es tuya y a ti me recuerda.
Pues no sé,
vamos a ver, me respondo. De momento, he escrito el título y llego a la segunda
línea sin que el ordenador me haya hecho ningún extraño. Pero claro, tampoco sé
yo si la intención de escritura tiene la suficiente materialidad como para que la
fuerza de los elementos se percate y descargue su furia sobre mi persona.
Prosigo pues y
me meto de lleno en el ajo.
Ayer estuve en
misa.
Desde hace algunos
años cuando voy a misa es para asuntos que se encuentran en los extremos opuestos
de la escala de la alegría. O a bodas o a entierros.
Por desgracia, ayer
tocó lo segundo.
La poca
frecuencia de mi asistencia al rito religioso hace que, ya que estoy allí, me
ponga a escuchar lo que dice el cura. Confieso que hace unos años me proponía
lo mismo pero el discurso tenía la propiedad de hacer que, aun sin terminar el
primer minuto, mi atención ya anduviera dando saltos desde la chaqueta de la
señora que tenía sentada delante, al peinado de la de al lado, a lo que estará
pensando aquél tan alto o en lo que hará con su vida ese otro… Y así hasta que
nos daban el aviso de que había que ponerse de pie para seguir con el ritual.
Pero hete aquí
que desde que ando metida en asuntos espirituales, y no hace falta para ello
vestir el atuendo de monja o meditar en una cueva o tocar los crótalos sino
simplemente tener una inquietud y leer un poquito sobre el tema, me da por
escuchar con atención cada vez que voy y, sin querer, me pongo a contrastar los
mensajes.
Imagino que no
todos los curas serán iguales así que este escrito va dirigido únicamente a mi
experiencia concreta y puntual de ayer.
En un mono-tono
del que obviaré la crítica porque lo de la expresividad es algo inherente a la
persona, el cura nos leyó un evangelio que versaba sobre una conversación entre
Jesús y sus discípulos en la que les decía que el reino de Dios está dentro de
ellos y que, por ende, no esperaran que dicho reino fuera a llegar en medio de grandes
alharacas. Más o menos ese es el resumen.
Después llegó la
homilía y lejos de aclarar el mensaje que, a mi entender, es en lo que esto consiste,
se puso este hombre a repetir una y otra vez lo que decía el evangelio. Que
venga con que el reino de Dios lo tenemos dentro y otra vez con el reino de
Dios, que si deja que el reino de Dios entre en ti. Que si el reino de Dios,
esto; que si el reino de Dios, lo otro. Y yo pensando, como decía Joaquín Reyes
en su memorable Testimonio de Tachenko: “dímelo otra vez, anda: dímelo otra
vez”. Y es que, no porque me lo repitas más veces me voy a enterar mejor de lo
que me estás contando.
En ese momento me puse a mirar a la gente que me rodeaba y todas las caras tenían una
expresión que me era familiar. Era mi propia expresión bastantes años antes,
aguantando el chaparrón de la homilía, esperando a que pasara, fijándome en
quién ha venido, pensando en lo que haría después… lo que sea salvo escuchar.
Porque te prometo que si hubiéramos estado escuchando, muchas cabezas se
habrían vuelto a un lado y a otro buscando complicidades y similares gestos de extrañeza
o incluso se habrían levantado manos para solicitar turno y consultar dudas.
Y es que, ¿cómo
voy a reconocer el reino de Dios, señor mío, si la iglesia no me aclara qué es
Dios? ¿Y cómo voy a saber si tengo dentro el reino de Dios si no me está explicando
lo que es el reino de Dios?
Que no es este
post para dármelas de lista… es algo así como una denuncia o un feedback de
mejora para la iglesia*. Perdón, para este cura en concreto. Quizá nadie le ha
dicho que no se le entiende y que su mensaje es bastante confuso. Es sólo esa
mi intención. Dejo aparte la opinión que tengo sobre esta institución.
Al alcance de
todos están otras formas de explicar la espiritualidad, por otra parte,
necesaria para mi persona. Espiritualidad, así en genérico.
Sinceramente, no
sabría definir muy bien el término pero estoy convencida que tiene que ver con resolver,
de la forma en la que a cada cual le valga, el qué carajo hacemos aquí en la
vida. Y a poco que te pongas a indagar encuentras filosofías y corrientes de
pensamiento que, teniendo en cuenta lo abstracto del asunto, se han esforzado
en explicarlo de una forma más natural. Quizá tan natural como trató de hacerlo
Jesús. Pero, por supuesto, no como trata de explicarlo la iglesia. Perdón, el
cura de mi pueblo.
En cuanto a la
idea de Dios, el taoísmo dice algo así como que “Hay una fuerza que mantiene y
entretiene la vida; como no sé su nombre, le llamo TAO”. Me encanta: Mira, aquí hay vida y yo no me lo puedo ni
explicar. Pero no hacen más que nacer, transcurrir y morir cosas. Y yo no sé qué es ni por qué
ocurre, así que me voy a inventar un nombre para todo Esto. Mismamente TAO. Y
en Esto, estoy yo, estás tú y estamos todos.
Esa fuerza sería
Dios. Y esa fuerza somos también todos nosotros y todo lo que pasa en el
universo. Cuando el universo surgió del Big Bang, echando mano a esta teoría,
los humanos no estábamos viéndolo en el cine ni escuchando la retransmisión que
daban en la radio sobre el tema. Lo que quiera que seamos surgió también en ese
momento, por lo que estamos hechos de la misma pasta que el TODO y, como si
fuéramos hologramas, el TODO está contenido en nosotros. En nosotros está el
TAO. Nosotros vivimos en ese TAO, en esa fuerza. En lo que la iglesia llama
Dios. Y lo transmitimos o se transmite a través de nuestra capacidad de crear,
entre otras cosas, vida.
¿Y lo del reino
de Dios? ¿Qué habrá querido decir con el reino de Dios? Lo habrá repetido, y
dale Perico al torno, unas cincuenta veces. Aquí yo sí habría levantado la mano
si no fuera porque el respeto a la ceremonia era infinitamente más grande que
mi perplejidad.
Intuyo que con
lo del reino de Dios se refiere a vivir de acuerdo al TAO. A dejarse llevar por
la corriente de la misma Vida. A participar de su transcurrir con suavidad, sin
oposición, con comprensión ante los aconteceres; con la conciencia de que
formamos y somos parte de este vastísimo TODO y que la única manera de alcanzar
la verdadera felicidad es sumergirnos en ese transcurso sin resistencias, con
ojos ávidos de experiencias y aprendizaje; aprovechando lo que el viaje nos
depara y no queriendo aferrarnos a ninguna de las piedras que encontramos en el
cauce, porque nos haríamos daño. A comprender que estamos de paso. A reír desde
el corazón una vez que todo este juego esté comprendido. A, abandonando los
personajes que creemos que somos, simplemente SER.
Qué se yo… no sé
qué palabras habría de haber utilizado. Quizá lo de las palabras era lo de
menos. Lo de más habría sido, en mi opinión, la verdadera voluntad de que el mensaje
se entendiera y que eso se antepusiera al rito.
Pero es sólo mi
opinión porque puede ser que yo fuera la única que no tenía claro lo que es
Dios y su reino y todos los demás ya estuvieran de vuelta.
O quizá es que
sea verdad eso de que no es demasiado interesante el promover que la gente se
cuestione sobre sí misma. Porque, a mi entender, ese es el primer paso para alcanzar
su verdadera Libertad. O acaso, el Reino de Dios.
Con el máximo
respeto hacia personas que quiero y que ayer despedían a un ser muy querido.
(*) Buen intento
el hacerlo desde aquí, hormiguita.
- Estooo…Ssssi… bueno
intento que se entienda un poco lo que…-
- …¿Y qué me dices de lo tuyo con los hombres? Madre mía.
Están todos por tus hues…
- [¿Cómorl?]
… porque no me digas que no te has dado cuenta de cómo caen
rendidos a tus pies, lo que pasa que no te lo dicen porq…-
- UN MOMENTO, UN
MOMENTO… ¿QUIÉN ANDA AHÍ?-
- […]-
- ¡Que quién
anda ahí, he dicho! ¡Quítame esta venda de los ojos, no seas cobarde, quiero
verte!-
- Desde luego es que eres una corta-rollos. Anda, trae
acá. Ah, y de venda nada: un antifaz de lo más sofisticado-
- No, si ya
decía yo que aquí había gato encerrado… y la encerrada soy yo… pero en tu
gabinete, Masajeador de Ego. ¿Te parece bien toda esta parafernalia?-
- Hombre, pues muy mal no me parece: tu poquita camilla,
tu incienso Nag Champa negro… tu musiquita de relajación… ¿Prefieres que te
lleve a picar piedra? ¡Desagradecida!-
- A ver… perdona
la brusquedad. Tienes razón, pero es que esto no es muy sano.-
- Insisto en lo de la cantera, guapa. O mejor, que vuelva
Juez Interior con el brío de antaño.-
- Mira, ni una
cosa ni la otra: Juez y tú sois… (a ver cómo lo digo sin ofender)… esto… sois
extremos indeseables de una misma cosa… Hala, ya lo he dicho.-
- ¿Me estás comparando con Juez Interior? ¡¿Pero cómo te
atreves?!-
- Sí y no. Desde
luego que te prefiero a ti antes que a Juez, conste. Y por supuesto que cuando
apareces coincide con momentos especialmente dulces pero, mira Masajeador, si os
estoy comparando es porque tanto Juez como tú me provocáis una visión engañosa
de la realidad.-
- ¿Y qué quieres entonces? ¿Empaparte de aburrida
neutralidad? ¿Ser imperturbable? ¿Subir a los cielos mientras el coro de
arcángeles (arcángeles, ¿eh?) pone la banda sonora a tu ascensión?-
- Es que no
puedes parar de exagerar, ¿eh? Te digo que tus masajes me encantan pero en su
justa medida porque… chico, ¡es que cuando te creces la que luego se lleva el
guantazo soy yo!-
- ¿Y es esa razón suficiente para querer escapar de las
emociones?-
- ¿Escapar de
las emociones? ¡¿Quién está hablando de escapar de las emociones?! Estás
confundiendo el vivir las emociones con regodearme en ellas, confundirme y
montarme películas, que es lo que tú me haces. Y vale que tus películas son más
agradables que la de Juez pero no dejan de ser comedias románticas y luego… la
realidad no es así. A eso me refiero.-
- Pues tú dirás lo que quieras, pero a eso yo lo llamo
sosería y postureo.-
- Llámalo como
te de la gana pero ya te aviso que me puedes dar masajes sí, pero no me
calientes la oreja.-
- Muy bien, muy bien… Así lo haremos, que para eso es tu
cuerpo, tu ego y tu vida pero antes de irme me vas a admitir una cosita…-
- El qué…-
- Que en el fondo… En el fondo-fondo… Muuuuuuy en el
fondo… Crees que lo que te digo es cierto.-
- Eres lo peor,
que lo sepas.-
Imagen tomada de www.gatitolandia.com (me encanta el nombre, jijijiji)
Mesa, despejada
de posibles estímulos: adiós, libros de yoga; adiós, cuadernos con anotaciones
de relatos en cuarentena que no sé si alguna vez se desarrollarán, a este paso.
Ventanas,
cerradas a cal y canto para que ninguna entidad con cuerpo o sin él venga a
entorpecer este escrito.
Compromiso,
atrincherado entre mi silla y la puerta de la habitación. Por cierto que sigue
conservando la imagen de señora mayor regordeta y con mandil que tanto me
recuerda a mi abuela. Está sentada en una mecedora desde donde me mira ceñuda
por encima de las gafas. Además está haciendo ganchillo y si sigo el recorrido
desde su aguja inquieta hasta el final de la labor, me encuentro con que la
cadeneta es en realidad un nudo que amarra mi tobillo a la pata de la mesa. Con
tres vueltas.
Hoy no me
escapo.
Y es que ha sido
duro para las dos tomar conciencia de que fue en Julio, ¡EN JULIO!, cuando empecé
esta serie. No vale de nada decir eso de que el tiempo pasa muy rápido, que
estuvieron las vacaciones de por medio y que blablabla… Tres meses como tres
soles.
Tampoco sirve
excusarse en las resacas post-Post. Algunos me dejan un poco exhausta y más si
he sido poseída por Fuerzas Pululantes de la Creación (en adelante,
FPC).
A propósito de
fuerzas extrañas y poseedoras, por fin pude leer lo que la del otro día
escribió en mi espacio y bueno… discrepo un poco en algunas cosas.
Para ellas debe
ser muy fácil explicarse el propósito de nuestra vida con esas perspectivas que
tienen; me refiero a lo que decía sobre tener la conciencia de esa especie de
carrera en pos del crecimiento personal. Si nosotros lo supiéramos… Si los
anuncios de Lancôme o de Coca Cola o las radios a todas horas o paneles
publicitarios gigantes al lado de los de Decathlon nos lo estuvieran recordando
día tras día; si lo escucháramos en el hilo musical del Mercadona, si se
hablara de ello en el portal de casa, en los corrillos vecinales, mientras se
espera a los niños en la puerta del colegio… otro gallo nos cantaría y nos
ocuparíamos, confiados, de nuestro propósito vital: nuestra evolución, al
tiempo que atenderíamos el quehacer diario. O acaso transformaríamos el quehacer en
excusa para la evolución.
Pero la realidad
occidental es que uno no se levanta un día, se calza el pantalón, sonríe
satisfecho y dice “Ala, voy a aprovechar
este, mi día, en seguir desarrollando mi conciencia. Así, voy a ver si consigo
darle un abrazo a mi compañero de trabajo, ese que me cae como el culo. Será el
paso necesario en mi actual crecimiento personal”.
Discrepo, la
verdad. Más bien uno cuando se levanta, si lo hace con buen talante, como mucho
se propondrá pasar el día lo mejor que pueda, hacer las cosas lo mejor posible,
no agobiarse con las ocupaciones o las no-ocupaciones, por desgracia. Y si en
todo este proceso consigue crecer como persona, se dará cuenta a posteriori.
Con los años.
Señoras FPC,
aquí en el planeta Tierra el camino de cada cual sólo puede comprenderse al
mirar hacia atrás. Y nos daremos con enormes cantos en los dientes si
conseguimos aprender algo de lo que nos haya pasado en el recorrido.
Pero está bien,
aprecio que nos dé su punto de vista. Y si es verdad que estamos aquí para
crecer y sortear las pequeñas o grandes piedras que encontramos en nuestro
caminar, no me parece mal punto de partida para trabajarse el bienestar diario.
…Pero yo he
venido aquí a hablar de mi libro. Y
mi Compromiso-Señora en mecedora ya está balanceándose impaciente, haciéndome
saber que una vez más me estoy yendo por las ramas.
Le digo con la
mano que tranquila, mujer, que toda esta introducción me sirve para hablar de
lo que quiero porque sí, he de reconocer que la interrupción de la FPC el otro día me viene muy
bien para lo que hoy voy a contar y que es lo siguiente:
Antes de la
posesión pululante yo estaba escribiendo sobre los efectos que iba provocando
el yoga en mí cuando empecé a practicarlo. No sé si a todo el mundo le pasará
igual. Tampoco termino de comprender muy bien la alquimia por la cual el
adoptar determinadas posturas y movimientos, respirar de tal o cual forma y
cantar mantras puede ir consiguiendo que una persona se conozca mejor; que
aprenda a quererse, a perdonarse cuando ha sido torpe, a no fustigarse si algo
sale regular… pero así fue. Así va siendo. Y ante la evidencia de la
experiencia, poco puede decir la teoría o la incredulidad. O eso, o que me
pilló en época de ir madurando y al final había que hacerlo y quererse sí o sí…
por seguir alimentando algún tipo de absurda duda.
Lo que más
valoraba y valoro yo del yoga es que te da autonomía, es decir, que te
demuestra que tu bienestar es únicamente patria potestad tuya y no depende de
estímulos externos que, dicho sea de paso, si vienen son gratamente celebrados.
Pero esa autonomía no es gratuita. Conlleva un trabajo constante a muchos
niveles hasta el momento en que ya lo integras en tus costumbres. Investigas
sobre ello y descubres, lees y experimentas que estar bien implica que tu
cuerpo esté sano y que tus relaciones lo estén; que esa persona que tan mal te
cae, posiblemente te esté mandando un mensaje de mejora que sólo tú puedes
descifrar… y claro, eso no es bonito. Ahondar en tu mundo inevitablemente deriva
en el descubrimiento de partes de ti que no aceptas o que no te gustan… Deriva
en que tú también sufras una Revolución Copernicana y descubras que no eres el
centro del universo…pero esto es cosa de otro post.
Cuando descubres
una herramienta que te sirve para tu bienestar (y aquí si quieres, pon la tuya
porque da lo mismo) sientes euforia. Una euforia muy
grande y el sentimiento iluso de que nunca más vas a encontrarte mal. Es
imposible… Hasta que ocurre. Y mira, aquí me viene bien recordar lo que decía la FPC en el anterior post: sería
el equivalente a que te zarandeen la escalera y caigas de nuevo al suelo,
adonde está aquello con lo que tienes que lidiar.
Cuando le
consultábamos a Jose, nuestro profesor/gurú, este tipo de cosas, nos establecía
un símil con un tornillo. Si fueras de un tamaño tal que pudieras situarte
sobre la muesca de uno que está siendo apretado, a veces estarás arriba y
otras, abajo. Pero en el proceso, seguro habrás avanzado.
Yo entendía el símil perfectamente pero mi química mente, a su vez, establecía su propia
comparación con… EL SALTO CUÁNTICO ELECTRÓNICO DENTRO DE UN ÁTOMO.
Y para
explicarlo, primero tengo que explicarte en qué consiste la CUANTIFICACIÓN DE LA ENERGÍAque es lo que le
da el sentido a eso de lo que tanto se habla por las esquinas y que es la Física Cuántica.
Muy simple, de
verdad.
Imagínate que
estás escribiendo un post absurdo sólo destinado a eliminar carga-informativa-innecesaria
de tu cabeza. Esta semana han cambiado la hora, se aproximan las seis de la
tarde y ya vas necesitando la luz del flexo para no escribir más tonterías de las
que la OMS
recomienda como mínimo diario. Aguantas un poco por aquello del cambio
climático y el ahorro energético, pero cuando caes en la cuenta de que estás
tecleando encima de la merienda, enciendes el flexo susodicho.
Tal vez te
preguntes cuando mires a la lámpara, si no se te ocurre nada coherente que
escribir o no hay nada más productivo en lo que pensar, que qué es la luz. Como
diría Manolito (sí, es mi referente), científicos de todo el mundo se hicieron
la misma pregunta años ha y pusiéronse a investigar sobre el tema.
Una de las
conclusiones a las que llegaron fue la siguiente. Imagínate que, sentado como
estás, escribiendo con el flexo a un lado, menguas tu tamaño. No, así no.
Más todavía. Ahora eres del tamaño de una hormiga justo debajo del haz de luz.
Bueno, pues no es suficiente. Redúcete mucho más, pero no te
muevas de debajo del flexo. Vale, así está bien. Ahora eres del tamaño de un
átomo, esos pequeños ladrillitos de los que está constituida toda la materia. Si
vuelves tu minúscula carita hacia la bombilla, lo que veías como un haz cuando
eras grande, ahora se ha transformado en pequeños globitos de
luz de diferentes tamaños. Resulta que la luz va embolsada en particulitas
cuando estudiamos su contacto con la materia. Y cuanto más grande es cada
bolsita de luz, más energía tiene dentro.
Esas partículas
o globitos de luz, son los denominados quantums.
De ahí lo del nombre de la FísicaCuántica. Es la parte
de la física que estudia el contacto entre la materia y la energía a esa escala
tan, tan pequeñita.
Y te preguntarás
que qué tienen que ver los cojones con comer trigo cuál es la bendita
asociación entre este hecho físico y lo que te contaba al principio del post.
Un poco de
paciencia, sé que no soy la más amena de la blogosfera. Pero todo tiene su
relación, por lo menos en mi mente.
Estas bolsitas
de luz son muy importantes para los electrones aventureros. ¿Que no tienes muy
claro qué es un electrón? Pues aquí estoy yo para resolver esa duda.
Ya te dije en
otro post que los átomos no pueden verse y sólo hay teorías para tratar de
entender cómo pueden ser. Una de estas teorías dibuja al átomo de la siguiente
manera:
El átomo, según un señor apellidado Bohr
Su núcleo en el
centro, ejerciendo una fuerza
de atracción sobre los electrones, que orbitan alrededor de él en diferentes
capas. Como el mismísimo sistema solar, con la diferencia con éste en que los
electrones podrían viajar en diferentes órbitas del átomo, aunque fuera por muy
poquito tiempo, si se les da la energía suficiente.
¿Qué para qué
van a querer los átomos viajar a otras órbitas que no son la suya? Pues porque
es el primer paso para combinarse con otros átomos, por ejemplo. O, dicho de otra
forma, para evolucionar a otra cosa. Y así, unión atómica tras unión atómica,
ir dando lugar primero a pequeñas asociaciones o moléculas y después a
construir toda la materia tal y como la ves delante de tus ojos.
Así que los
electrones, para saltar hacia las órbitas que tienen por encima necesitan
energía. Necesitan luz. Necesitan bolsitas o quantums de luz. Pero no les vale con cualquier bolsita. Tiene que
se JUSTO la bolsita que le dé la energía suficiente para saltar. Tú ya puedes
estar dándole energía/luz repleta de bolsitas, que si no son del tamaño que él
quiere, no se va a mover. A lo sumo darán un saltito mínimo sólo para volver a
caer donde estaban, porque no es suficiente. Pero dales la bolsita con tamaño
adecuado… los tendrás presto en el siguiente escalón y dispuestos para que su
átomo evolucione.
Y ahora viene la
batidora de mi cerebro a mezclarlo todo.
En esos
comienzos de práctica yoguil (y también ahora) yo me aplicaba el modelo atómico de Bohr en el estudio de mi persona y así, me veía orbitando alrededor de mi propio
ombligo aunque con ganas de evolucionar hacia otra cosa; intuyendo posibles
estados u órbitas por encima de mi cabeza a las que saltar. Eran otras capas que
prometían una visión diferente, otro estado de más energía/alegría… pero necesitaba
la bolsita, la chispa adecuada.
Cada bajón yo me
lo explicaba así: en mi “carrera” hacia mi evolución aún no había llegado a mi
siguiente nivel cuántico, a la órbita siguiente. Para saltar hacia ella, cual
pantalla de videojuego, tendría que “trabajarme” los desafíos que en el actual
estado cuántico se me presentaban. Y todo esto por buscarle una teoría al
asunto porque realmente no había nada que me dijera qué era lo que me iba a
hacer crecer pero sí que gracias a la visualización de ese modelo comencé a tratar
cada dificultad como una oportunidad para saltar y hacerme cada vez más libre.
Para deshacerme poco a poco de la fuerza que sobre mí ejercía mi propio núcleo
atómico. U ombligo.
Mis símiles no
son perfectos, ya que para dar el salto en la escala de la vida, no hay bolsita
energética que valga. Es una pequeña licencia que me he tomado en espera de dar
con otra teoría que se ajuste más a mi realidad. En mi propio modelo cuántico
de desarrollo personal, ese trabajo en cada “órbita” me haría girar y girar
cada vez más rápido, cogería carrerilla hasta que… ¡hop!... de repente me
viera, habiendo resuelto mis trabajos pendientes, mucho más ligera de equipaje,
con menos ataduras; tendría otra perspectiva y el firme convencimiento de que
los “problemas” superados ya no iban a ser tales.
Y así hasta
ahora. Por eso, cada vez que el ánimo decae, me visualizo entre dos estados
posibles de mí, en algo así como una especie de transición entre dos órbitas.
Y entonces me insto a tener paciencia y seguir trabajando y disfrutando de la capa
o etapa vital que tenga entre manos. Para sacarle jugo y así, sin darme cuenta,
tomar carrerilla y ¡voilá! aterrizar
en la siguiente pantalla.
Fin del Post de hoy
He estado a
punto de no poner algo de música debido a lo entretenido y ameno de este post…
Es broma, soy consciente de los ladrillos con los que te voy obsequiando y
mucho más si tenemos en cuenta que en estos tiempos prima la rapidez y la
concreción en las exposiciones de uno.
Iba a poner un
mantra pero mira tú que se ha colado una canción de Héroes del Silencio en
medio del post. Aquí la tienes. Además va dedicada a los fanses del grupo que hay entre los lectores.
Por cierto que,
¿te está gustado la serie? ¿Te sirve? ¿Tú también ves la realidad
cuánticamente? Si te apetece, me encantaría saber tus propias visualizaciones
vitales. Me ayudaría saber que no estoy tan loca.
Me percato de
que extraños fenómenos acaecen cuando a uno le da por escribir y publicar lo
escrito.
Resulta que me
senté yo muy ufana el otro día a comenzar un nuevo post en el cual, por fin,
iba a desarrollar a mi manera el fenómeno de la cuantificación de la energía. En
esto que de repente se interpone entre mis teclas una Fuerza Suprema que impide
la transmisión de mis pensamientos a mis dedos.
Me muerdo la
lengua sobresaliente por un lado de la boca representando con ello el tesón que
le pongo al encauzamiento de la idea original. Una gotita de sudor me cae por la
frente apoyando la imagen anterior. Con tremendo esfuerzo consigo escribir “cuantificación de la energ…” pero hasta
ahí. Ya no puedo continuar más. Me separo del ordenador y me apoyo contra el
respaldo de la silla… Ya estamos… Al volver a fijar la vista en la pantalla,
esta Fuerza Suprema ha borrado todo lo anterior y está escribiendo nosequé de
un laberinto.
Me restriego los
ojos… no puede ser. ¡Otra vez! ¡Pero no eran las ideas de la Física Cuántica y la Vida las más cabezonas que yo poseía!
Un poco
avergonzada por la amenaza de volver a traicionar a mi propio Compromiso, que
ya me mira cabeceando y con los brazos en jarras, trato de reconducir la
situación. Como disimulando, reescribo el título: La
Física Cuántica y
la vida. La cuantificación de la energía. Yoga y Desarrollo Personal. Laberintos.
Pero no cuela. No cuela en absoluto. Demasiado título y demasiado sé que de
física cuántica aquí no se va a hablar…
Mi compromiso me
da la espalda. Tiene la imagen de una señora mayor, regordeta y con mandil. Ni
idea de por qué. Se va despacio. Se aleja más… Y yo me quedo con esta Fuerza Suprema
a la que no soy capaz de ponerle cara pero que ya se ha enfundado mis manos
como si de unos guantes se tratara. Me dejo hacer. ¿Qué me queda? Me abandono,
me recuesto. Miro al techo. Ojos en blanco…
Cuando vuelvo a
mi ser y miro la pantalla, observo que la Fuerza Suprema se ha preciado
de cambiar el color de la letra y todo, la tía.
Aquí está lo que
dejó escrito. No me hagas responsable:
…
Hola, ¿qué tal? Me presento. Soy una Fuerza de
la Creación
que pulula por el ambiente y se dedica a susurrarte ideas luminosas por detrás
de la oreja cuando menos te lo esperas. Por ejemplo, vas andando por la calle y
yo soy la que te digo Has venido a este mundo para amar. Sé libre. Sonríe. Abre
tu mente. Explora nuevas formas de actuar… y cosas así. Vamos, que me dedico a
que abras los ojos para que veas más allá de tu propio ombligo. Lo que pasa es que
tengo que convivir con demasiada cháchara que tienes en tu cabeza y mis sabios
consejos se ven amortiguados por pensamientos del tipo: Cuando vaya para la
frutería voy a pasarme primero a sacar dinero, que luego quiero ir al Carrefour
a por los Dodotis; o esto otro: Hay que ver qué gorda se ha puesto la Mari desde que la vi por
última vez… Hándicaps a los que nos exponemos las entidades supra-terrenales en
los momentos de transmisión del Saber Universal.
Resulta
que estaba haciendo la ronda por Ciudad Real cuando me he encontrado con esta
mujer y he echado un ojillo por encima de su hombro para ver qué estaba
escribiendo. Aparte de alguna que otra tontería, trataba de contar algo sobre
el crecimiento personal y el yoga pero a mi entender, no estaba quedando
demasiado claro. Y mira, había poco que hacer por ahí afuera… y es que la gente
anda muy dispersa estos días ocupando sus mentes con nosequé tarjetas negras,
nosequé señora Pantoja, algo de una enfermedad contagiosa… y con este panorama
es que no se puede trabajar. Así que he decidido aprovecharme de ella, para que
así por lo menos a alguien le llegue mi Sabiduría.
Normalmente soy más discreta en mis impulsos,
que conste. Ya te digo que me dedico a susurrar pensamientos sabios por doquier
que, dicho sea de paso, en la mayoría de los casos sólo son captados por esquizofrénicos,
borrachos y enajenados mentales… Nos dimos cuenta a posteriori, las Fuerzas
Pululantes de la Creación
(en adelante FPC), de que no eran las fuentes de propagación de Saber Universal
con más credibilidad pero oye, por algún sitio había que empezar.
Total,
que quiero aprovechar la ocasión antes de que esta muchacha se despegue del
ordenador. Por suerte tengo la capacidad de comprimir el tiempo cuando poseo
cuerpos y así, a ella le parecerán quince segundos de enajenación pero en
realidad, y haciendo la equivalencia con el tiempo terrestre, vendrá a ser una horita y media
la que me dedique realmente a contarte lo que quiero, teniendo en cuenta
borradores y correcciones… que yo seré FPC, pero no soy perfecta cuando
materializo por escrito mi Sabiduría.
Bueno,
basta de preámbulos y al lío.
El
ser humano no deja nunca de crecer y desarrollarse.
Cuando
es pequeño es obvio que el protagonismo de su desarrollo se lo llevan su cuerpo
y su mente. Así, en muy poco tiempo y de forma casi mágica para los que le
rodean, es capaz de descifrar variopintos códigos de sonido y sus significados,
imitar gestos y comportamientos; doblar, triplicar, cuadriplicar su tamaño;
cambiar, cambiar y cambiar casi cada día.
Y así
hasta los veinte años terrestres, por poner una edad redonda de crecimiento de
vuestros cuerpos físicos.
Después
esa persona con cuerpo desarrollado y con todas sus capacidades físicas recién
estrenadas tiene que, lo que vosotros llamáis,madurar. Oasentarse. Otiene que entrar Dios en él…
Expresiones terrestres que
me he ido anotando y con las que luego otras FPC y yo nos partimos la caja en
las reuniones de Control Periódico del Desarrollo de los Humanos.
Todas
esas expresiones, si sois sinceros, para vosotros significan que las personas
sigan el cauce establecido por los sistemas de convivencia que
convencionalmente habéis creado. Vamos, que no queréis que la gente haga
demasiado ruido ni se haga notar. Eso es madurar según vosotros.
Para
nosotros madurar es otra cosa. Es aprovechar y ser consecuente con los recursos
que uno tiene: tanto los físicos, los intelectuales, los artísticos... Es la
única manera de que una persona se sienta plena. Esto, sin más remedio, deriva
en elDesarrollo dela
ConcienciaHumana.Ése es el verdadero
crecimiento a lo largo de toda tu vida. Ése es el crecimiento que debe suceder
en la edad adulta. El crecimiento personal te lleva a un desarrollo de tu
conciencia. Y puedes resistirte a él pero ¡ay de ti si lo haces!
¿Pero
qué es esto del Desarrollo de la Conciencia Humana?
Hace
muchísimos años terrestres mi maestro se lo explicó a un tal Platón que cogió
muy bien la idea y que luego creo que escribió un libro que se llamaba “El mito
dela
Caverna” o algo así. Los tiempos han cambiado y en nuestros
planes de estudio actuales, a las FPC nos lo explican mediante la imagen del
Laberinto.
Desarrollar
la conciencia es como encontrar la salida de un laberinto desde dentro.
Imagínate
que vives en una de esas películas victorianas que se desarrollan en amplios y
rancios palacetes. Todo rancio palacete de película victoriana cuenta con un
laberinto en el jardín donde sucede el flirteo entre los jóvenes mancebos del
filme… Cinéfila que es una.
Ahora
vamos a centrarnos en el laberinto. Imagínate que has nacido dentro de él. Toda
la vida has estado allí, tanto tú como tu familia, como tus amigos… todo lo que
necesitas, lo tienes. Ni siquiera te has dado cuenta de que estás dentro de un
laberinto y que tus movimientos son limitados. Sin tratar de ponerme a
clasificar, ni mucho menos y sólo para que ordenemos el escrito, le vamos a
llamar a la conciencia de esta situación, Conciencia A.
Vuelve
a poner en marcha tu imaginación. Ahora resulta que te ha dado por caminar un
poco más allá del lugar en el que siempre has estado. Te alejas de tu hogar.
Exploras. Miras hacia los lados y te das cuenta de que hay unas paredes verdes
que te rodean. El camino no es recto sino que hay recovecos. Te mosqueas un
poco. La realidad que conocías en tu pueblo, con los tuyos, no es como tú la
habías imaginado. Hay algo más y estás descubriendo lo que es. Pero no tienes
ni idea. Sólo caminas perdido y con miedo pero ya no puedes volver a tu pueblo
y ser quien antes eras porque hay algo que quieres resolver. En este caso,
estamos hablando de una Conciencia B.
En un
tercer caso ya te has dado cuenta de que las paredes no son infinitas y con la
mano puedes alcanzar el tope de su altura. Quieres saltar y ver qué hay más
allá. Conciencia C. Ya no puedes parar. Buscas espacios más abiertos.
De repente encuentras una
escalera. Corres hacia ella. Desde el último peldaño sobresales de cintura para
arriba. Euforia. Respiras profundamente. ¡Lo sabías! Sabías que algo pasaba y
ahora lo tienes delante de tus narices. Tienes perspectiva. Desde donde estás
localizas algo allí a lo lejos. Algo ausente de setos. Un espacio más abierto.
Quieres alcanzarlo pero no puedes volar. Para llegar a él tienes que volver
abajo donde no se ve bien y encontrar la salida. Abajo está todo más oscuro
pero tú sabes que son las consecuencias de estar dentro del laberinto porque de
hecho, todo afuera es claridad. Conciencia D.
Stop.
Inciso. ¿Lo vas entendiendo? Aumentar la conciencia es tomar perspectiva sobre tu
propia vida. Indagar. Explorar. Enredarte. Salir de donde sueles estar… para
ver mejor. Desarrollar la conciencia, crecer como adulto, significa ver desde
arriba, como si fueras un pájaro planeando sobre el jardín victoriano.
Sobrevolando el laberinto. Así:
Así
sí que se ve bien la entrada, la salida, los obstáculos… ¿verdad?
Para
salir del laberinto, para aumentar la conciencia, no sólo vale con tomar
perspectiva. Desarrollar la conciencia consiste en utilizar las vistas
privilegiadas que has experimentado para resolver los obstáculos que te separan
de la salida del laberinto. Nadie escapa de él sin haberlo dejado bien limpio
de impedimentos.
Obstáculosson esa relación tan tormentosa con tu
padre, por ejemplo. O cuando dices que siempre das con el mismo tipo de persona
en tus relaciones amorosas… casos con los que me topo a diario. Y yo tratando
de decirte que mires desde arriba para verlo mejor y que resuelvas. Que eso es
lo que te va a hacer crecer.No
evites el obstáculo. Resuélvelo… Pero nada. Casi siempre los esquivas
porque duele enfrentarse a ellos. O implica reconocer que tú también te
equivocas. Y no sabes que evitándolos pierdes la oportunidad de acercarte a la
salida del laberinto.
Al principio te he dicho que me ha llamado
la atención que esta mujer, a la que ya mismo voy a tener que devolverle su
cuerpo, hablara de yoga y crecimiento personal. Mira, el yoga o el Tai Chi o el
Chi Kung y, en general, todas estas disciplinas que sirven para que uno esté
con uno mismo, son las escaleras que te decía en el caso de la Conciencia D. Se trata de herramientas
que ayudan a tomar perspectiva. Pero con ellas no resuelves el problema del
laberinto.
Es
que me tengo que reír porque me he encontrado con tanta gente obnubilada por
las vistas que observa desde su escalera que con eso creen que ya lo tienen
todo hecho. Son mis preferidos, porque a las otras FPC y a mi nos encanta
menearles un poco desde los peldaños inferiores para que se peguen un buen
porrazo. Hay que escarmentarlos bien porque amigo mío, hay que bajar al
laberinto y currar. Súbete de vez en cuando a la escalera para saber por dónde
andas, pero baja de nuevo y ponte a amar a tu padre, por ejemplo. O ponte a
amarte a ti y deja esas relaciones tan perniciosas.
También
los hay que por el hecho de estar subidos a la escalera piensan que son mejores
que los que están abajo trabajándose el laberinto por otras vías que no
implican subir por escaleras. Ego espiritual, he oído que lo llaman porla
Tierra. Ilusos.
Uff,
se me está haciendo tardísimo y no quiero que la muchacha empiece a
convulsionar. Otro día si quieres, y ella se deja, te cuento más historias
sobre el laberinto y las escaleras. Ya sabes: yogas, taichises, chikunes…y la
risa que nos da a las FPC cuando vemos que hay gente que compite con ellas.
Sois la monda.
También
te hablaré, si puedo, de lo que pasa cuando sales del laberinto… ¿crees que
habrías terminado de crecer? Ja.
Un
abrazo cósmico, intrigante y pululante.
…
Nada, que cerré
los ojos unos segundos y la bendita Fuerza me ocupó todo el post.
Aún no me ha
dado tiempo a leerlo entero pero me temo que te soltó un buen rollazo. También
vi que había puesto fotos y todo. Qué jodía.
Bueno pues yo ya
seguiré otro día con lo mío. Espero poder hacerlo con La Física Cuántica y la Vida pero no prometo nada.
Por si acaso te
has aburrido mucho te voy a contar algo jacarandoso que sí que me posee de
verdad. Se trata de una canción. Lleva años conmigo. No me la puedo despegar.
Aparece en los momentos más insospechados. Pone en evidencia mi gusto musical.
No sé ni como justificarlo. Tampoco quiero hacerlo. Es parte de mí.
Lo de la vida B
fue una broma tonta con un amigo al que en un momento dado me hubiera gustado
llamar de otra manera. En realidad, autoasignarse una vida B es casi tan
absurdo como autodefinirse metrosexual pues se trata de una definición o
explicación que provendría de ojos ajenos, de ahí lo de la broma.
Está claro que
vida, como madre, no hay más que una y los pasos que uno da en ella los da por
interés, afinidad, gusto o vete tú a saber qué razón. Pero sí que es cierto que
la vida B se aleja lo suficiente de la vida A como para que en algún momento
cause extrañeza o sorpresa cuando se le explica a otros y sobre todo a los
Otros que conoces y te conocen de toda la vida, pues no hay un lazo rápido y
aparente entre las actividades a las que dedicas a partes iguales tu tiempo y
así, puedes ser abogado y campeón de kick boxing, o médico y reinona de la
noche, o química y profesora de yoga.
Por supuesto, no
todo el mundo tiene y/o necesita una vida B. Rozando lo cansino en mis
exposiciones, probablemente aquel que viva pleno en su quehacer diario haga de
su vida una vida con todo el abecedario como coletilla. El que no, el
insatisfecho, el permanente buscador de algo que no alcanza a poner nombre,
puede que desarrolle una vida con denominación B o C o D, inclusive.
¿Pero es el
buscador de ALGO más hábil, más sagaz que el que no, como parece destilarse de
la anterior sentencia? En absoluto. Ha sido un torpe. No ha sabido escucharse y
por eso comienza a hacer, digamos, cosas raras a ojos de los demás, aunque quizá
para él sea el momento del advenimiento de cierta coherencia entre lo que piensa,
lo que siente y lo que hace.
En mi caso cuando
hablo de vida B hablo, aunque no completamente, de yoga.
Pero no
adelantemos conclusiones ni acontecimientos y, como diría Manolito Gafotas,
comencemos a explicar el surgimiento de esta vida desde el principio de los
tiempos.
En una determinada
época yo soñaba con ser Yola Berrocal... Soy consciente
de que esta afirmación requiere una explicación y, como relatante de esta
historia que soy, te la voy a dar.
Harta de ir con la lanza a cargar contra
molinos invisibles, harta de no poder ponerle nombre al fantasma que me encogía
el corazón, yo imploraba el tener un “problema” concretito, tangible… y resulta
que en aquellos días, la inquietud que para sí ella se preciaba de extender por
platós televisivos y otros medios a su alcance era la de tener las tetas más
grandes. Así de simple. Si A, entonces B. Dos más dos, cuatro. Sencillo. Quiero
tetas, me pongo tetas.
En mi caso no
era así. Mi cosa más bien era como ese juego de niños en el que alguien viene
por atrás, te tapa los ojos y te dice ¿Quién soy? Y no valía desprenderme de
las manos inoportunas que me cegaban y limitaban mis movimientos para resolver
el enigma. (Esto me ha dado la idea de que más
pronto que tarde, voy a tener que conversar internamente con esta entidad
emocional).
Ya sabes por otros
capítulos de esta serie que comencé para hablar de física y espiritualidad pero
que se está convirtiendo en una exposición de mi persona, que esa ceguera provocaba
una sensación cansina de tristeza que, llegado el día, me puse a querer
erradicar de mi ser, por más que voces cercanas me invitaran a la resignación
apelando a mi perfeccionismo, a que a todo el mundo le pasa parecido y a que la
vida era así.
Para iniciar la
vida B la tristeza cansina de serie no basta. También hace falta, o al menos así
fue mi caso, tropezar bien fuerte debido a la falta de visión para comenzar a
darme cuenta que algo estaba pasando. Además, y permítaseme sentenciar, te diré
que para tener una vida B tienes que seguir a tu instinto. Pero no te
preocupes, que mientras eso esté pasando no vas a saber qué narices es lo que
persigues.
Como los ríos en
su indeterminado inicio, varios hechos podría considerar como principios de mi
actual vida paralela y no sabría decirte cual de ellos fue el primero porque en
mi recuerdo se amalgaman. Arroyos de vida B fueron una pseudo-relación que dejó
mi estima propia viviendo en el segundo sótano de un rascacielos ocupado en el
piso cincuenta por el betún, y otro fue la muerte de una persona conocida de
casi mi edad con la que me vincula alguien muy especial. No sé por qué me
afectó tanto aquella muerte. El caso es que esperando al tren que me devolvía a
mi casa desde el lugar del velatorio, necesité una lectura que me alegrara el
alma y buscando la revista El Jueves en la librería de la estación, un libro que
había visto hace unos meses se tiró en plancha hacia mí, dando sentido a la
típica frase esa de que hay libros que te eligen. ¿Se trataba de El Ensayo sobre la Lucidez? ¿Acaso de La Insoportable Levedad del Ser? Frío.
Era Ya no sufro por Amor, de Lucía
Etxebarría. (¿Qué pasa?)
Resultó que ese
libro era justo lo que yo necesitaba leer en ese momento para que ocurriera una
de las epifanías más importantes de mi vida, sólo a la altura de aquella otra
en la que varios años antes, en un delirio de hiperrealidad, me levanté de un
brinco de la cama exclamando en silencio: “¡Dios mío, que YA voy a COU!”. Pues
bien, en este caso, no fue tan reveladora la epifanía, pero de nuevo en la
cama, otro brinco y mi mente comprendió: “¡Pero si yo no tengo culpa de nada!”
Es curioso lo de
los libros en esta etapa. Con ellos tuve la sensación de ir avanzando como una Tarzana
atravesando mi inhóspita selva mental no de liana en liana, sino de libro en
libro. Este libro me llevó a otro recomendado por una amiga y después vino otro
y otro más… En las librerías ya me iba directa a la sección de Autoayuda
/Espiritualidad en la que los títulos, ahora sin cortarse un pelo, se me
tiraban a degüello. Y ya sé que todos podrían ubicarse bajo la etiqueta de Dudosa Calidad Literaria pero para mi
alma maltrecha estaban plagados de alimento. Mi mente iba comprendiendo. Mi
alma iba reconociendo. Y yo sentía que allí estaban escritas cosas que pensaba.
Que podrían ser leídas con mi propia voz.
También se
combinó esta etapa con sesiones de psicología, ya que me pongo a contártelo
todo de pe a pa. Me vino bien para desahogarme, pero la mujer me decía que yo
estaba bien. De aquí, me acuerdo de una pregunta suya: “Si este lápiz fuera lo
que te falta, ¿en qué lo convertirías?” Mi respuesta: “Yo no quiero nada. Yo lo
que quiero es tener paz interior”. Así de difuso era todo.
Como ves, varios
arroyitos iniciales, todos ellos orientados a la resolución de una inquietud. A
la búsqueda de esa anhelada paz.
Cuando ya lo de
los libros flojeaba y pasó el efecto de la psicología, un nuevo nubarrón volvía
a llegar a mi cabeza. Ahora no tenía ningún arma conocida. Y fue entonces cuando
llegó Él (o Ella):
"Hola, me llamo yoga y te voy a cambiar la vida", dice la sombra
Bueno, no es que
apareciera de la nada. Llegó de la mano de María a la que algo después le
dije en broma varias veces que había creado un monstruo conmigo.
María ha estado
en mi vida desde la época de la universidad, aunque nuestro contacto haya ido
cambiando a lo largo de todos estos años. También estuvimos trabajando juntas
durante un tiempo y, en muchas ocasiones coincidiendo con la etapa que te
cuento, de camino al trabajo tras mis habituales cinco minutos de retraso
respecto a la hora en la que habíamos quedado, María me decía que me vendría
bien practicar yoga. Ella se había apuntado en algún Centro de la Mujer o
similar. De forma automática yo siempre le respondía que no sin pensar ni nada. No me
atraía. Además, mi cuerpo estaba diseñado para no poder sentarme con las
piernas cruzadas, tal y como lo demostraba un esguince de rodilla que me hice
poco tiempo antes por tomar esa postura mientras hablaba por teléfono. Así que,
de eso nada. Y además me preciaba de hacer el gestito de burla de juntar los
dedos, modo meditación, y emitir el OOOOOOMMMMM que tantas veces me han hecho
después.
Un día en el que
María ya no trabajaba conmigo y nos juntamos a tomar un café para ponernos al
día y contarnos las penas, me dijo una frase parecida a esta: “Laura, me he
apuntado a un yoga nuevo. Lo da una pareja que acaba de venir a Ciudad Real. Yo
voy esta tarde a las siete. Te dejan probar gratis una clase”.
Poco más me
dijo. La diferencia es que en esa ocasión dije que sí sin pensármelo. De camino
a casa me pasé por el centro de yoga a preguntar si podía ir esa misma tarde a
la clase de María para probar. Conocí a Nuria y a Jose, los profesores,
personas cruciales en toda esta vida B. La conversación inicial con Nuria se
alargó tanto que sólo me quedó tiempo para comprarme unos calcetines blancos,
el color corporativo de este yoga, combinándolo así a la perfección con la única
ropa de deporte que tenía, toda de color negro.
Y así, con este
look Michaeljacksonesco tuve mi
primer contacto con el Yoga Kundalini, palabro con el que me familiaricé
enseguida.
De aquella
primera clase me llamó la atención la ausencia de competición, los mensajes que
hacían que, en medio del esfuerzo, en lugar de fustigarte te comprendieras; la
atmósfera inigualable que conseguía la música de fondo... Ni siquiera me
resultaron chirriantes los cánticos de mantras y pude soportar estoicamente,
con apoyo de cojines eso sí, la temida posición de piernas cruzadas.
No
alcancé el nirvana ni la comprensión de mis males. Pero se había plantado una
semilla de curiosidad.
No
sabía lo que era eso del Kundalini Yoga pero yo iba a averiguarlo.
Continuará (irremediablemente)...
Vaya chapa, ¿no?
Pido perdón por evadirme tanto del tema inicial pero me parece que se ha
abierto un buen melón cargado de confesiones y exposición propia. Precisamente
me encontraba acabando este post cuando he asistido a una charla de Almudena
Grandes que, preguntada por si tenía interés en escribir su autobiografía ha
dicho que no está interesada en eso. Que no le sale a cuenta ser tan sincera.
Me he tenido que reír para mis adentros.
Mientras escribía todo esto se me ha venido a la mente todo el tiempo la
música que escuchaba justo antes de empezar con el yoga y que los mantras
fueran casi mi única banda sonora. En esos momentos en que rayitos de luz
comenzaban a romper mis sombras mentales yo iba de camino al trabajo escuchando
las canciones buenrrollistas de Facto Delafé y las Flores Azules. Ahí te lo
dejo: