martes, 12 de noviembre de 2019

Morirse un amigo

Abre la ventana cuando muera. Si no, ¿cómo voy a salir?
M.B.


Sería a finales de Septiembre del año pasado o quizá ya había empezado Octubre. Caminaba por una calle que me lleva de camino a todos lados. Un día cualquiera, una ráfaga de pensamientos cualquiera y uno que atrapa mi atención: ¿cómo debe ser que se muera un amigo? Deseché rápidamente las respuestas que a la velocidad de la luz comenzaban a dibujarse en mi mente. Demasiado doloroso.
Algo después, de vuelta de la biblioteca, me encontré con la madre de Mariana. Caminaba como si su cuerpo fuera de plomo. No tenía buen aspecto y a mi pregunta, acertó a decirme entre lágrimas que los resultados de los análisis no eran buenos.
Echo la vista atrás, ahora que los días son copia de aquéllos, y nos imagino entes que navegan suspendidos en la malla del tiempo y el tiempo, como océano, nos mece y arrastra de unas situaciones a otras, y da bandazos que crean y destruyen a la vez. Marejadas que resultan en rupturas e idilios, pérdidas y encuentros, en que fantasees con la muerte de un amigo y que en tu amiga se esté fraguando un cáncer. Hechos aparentemente inconexos cabalgando en la misma cresta. Sumas y restas con resultante cero. 
Tal vez aquel día del pasado otoño empezaba ya a sentirse la resaca de la ola que vendría y yo sólo pude olfatear como un cachorro recién nacido, ciego todavía.
Los meses anteriores fueron raros. Me pasaba el día estudiando y coincidíamos menos. Además Mariana rehuía casi todas las propuestas para quedar pero a mí no terminaba de extrañarme, mujer independiente y necesitada de temporadas casi exclusivas para sus amados Schopenhauer, Zizek o Macedonio Fernández. Estoy cansada, no me encuentro bien, era la excusa recurrente. Yo creía, en mis momentos más acomplejados, que igual se había cansado de mí y del resto, con todas las de perder frente al calor de su casa, sus gatos y sus plantas; otros, pensaba que estaría preocupada por el trabajo, aunque tampoco tenía mucho tiempo para todo esto: el ansia por rascar horas de estudio se llevaba casi toda mi energía.
Sabía que había pedido una analítica. Me lo dijo en uno de los últimos días normales de camino a la casa donde habíamos quedado a cenar. No creo en los médicos pero sí en la bioquímica. Y después su madre, con su caminar de plomo dándome la primera de una larga ristra de noticias que nunca terminé de aceptar del todo.
Mariana se fue y mientras lo hacía no paró de darme las gracias en todas y cada una de mis visitas al hospital. ¿En qué habitación estás ahora? Yo acudía a su lado como hasta entonces, con la justa reticencia de quien sabe que se encuentra con un sabio pues eso mismo era ella para mí. Mi amiga menguante, irónica, aguda… Bienvenidos a mi velorio, nos recibió entre risas en su casa, en una fiesta de despedida disfrazada de Navidad. Joder, Mariana… Quiso que estuviéramos alegres. Casi lo conseguimos.
Se fue, lo supo desde el primer momento, por eso nos miraba como el que mira a un niño cuando nos empeñábamos en rascar esperanzas. Se tomaba las malas noticias como pequeñas victorias y entre sollozos me confesaba que así le creerían de una vez. Yo callaba pero tampoco podía creérmelo e íntimamente estaba convencida de que todo era una argucia suya capaz de deshacerse en cualquier momento.
A ratos niña desvalida, otros, adolescente contestona y poco a poco más vencida y resignada. Echo de menos mi soledad, aquí es imposible. Se sentía afortunada porque desde su habitación veía campo y cielo, y aprovechaba el sol de invierno para escapar a los jardines a tomar mate, ella, pesimista convencida. Sensible, de mirada y conciencia anchas, confrontaba mis opiniones con las suyas y las sentía más sólidas si me las validaba. También la temía a veces, tan cruda, tan certera.
Se iba y era mágico también, era íntimo, era sagrado el silencio de sus últimos días. Estaba allí aunque ya casi no estaba. Y yo me estaba perdiendo que me explicara cómo era eso de morirse uno.
Que se haya muerto Mariana es raro, es increíble, es triste, irreemplazable. Me molesta que no esté. Me molestó que se fuera sólo unos días antes de que florecieran los árboles de su calle, que se haya perdido tantos atardeceres, que ya no cuente con su punto de vista. Me fastidia no verla venir apresurada hasta la esquina donde quedábamos o caer en la cuenta de que no es ella cuando la confundo por la calle.
Presente pero inalcanzable, habita en el libro del Principito, en la bufanda gris, en la mantita blanca, en mi forma de pensar. En una copa de vino tinto que me susurra con acento porteño Tú no eres pobre, Laura, no te confundas. Está en la vía verde, donde volví a partirme de risa este verano con su vehemente argumentario sobre los corredores ¿Pero es que no se dan cuenta de que no corren bien? Y entre los árboles de la Tabla de la Yedra resonará siempre aquel ¿Y no es evidente?, que soltó mirando al río cuando yo le contaba mi idea de dios.
¿Qué harás este fin de semana?, me dijo desde esa cama que no era suya, sonriendo. Yo había quedado para ir al teatro. Pásala bien. Vendré a verte la semana que viene.


Hasta siempre, amiga mía. Gracias por tanto.


  

martes, 13 de agosto de 2019

Conversaciones Internas. El retorno

Para que este nuevo despropósito tenga sentido, quizá antes haya que leer ésto


- Laura

- Ññññ

- Lauraaaaa

- …

- ¡LAURA, QUE VENGAS AHORA MISMO, COÑOYÁ!

- ¿Qué quieeeresssss?

- Que te pongas delante del ordenador, que escribas, que te muevas, que respires, joder.

- Estás un poco malhablada, señorita Indómita.

- ¿Y no te parece lógico? Que nos tienes al grupúsculo de entidades creativas de lo más abandonadas. Y NO ME VALE LA EXCUSA DE QUE ESTÁS CON INO*, QUE YA HACE MÁS DE UN MES QUE LO HABÉIS DEJADO.

- Pues no te lo vas a creer, Domi, pero no me acostumbro a estar sin él. Es como si nada tuviera sent…

- ¡ES QUE LO SABÍA! Mira que te dije que no te acercaras y tú nada, erre que erre con tu INO, que si a pasear…

- Íbamos a la biblioteca.

- …que si venga a hacer viajes.

- Era a Madrid, a hacer los exámenes.

- … que si las horas muertas colgada al teléfono.

- Estaba consultando dudas con otros secuestr… digo… compañeros opositores.

- … ¿y todo para qué?, ¿me lo dices? Para volver con ese par de criaturas que te hizo la bestia.

- Eyeyeyyy, un poquito de respeto.

- Oye, oye, no te pases, tía.

- Pereza, Desgana, calláos, no entréis al trapo. A ver Domi, lo primero es que además de a ellos INO me trajo a Plaza en la Administración, y lo segundo es que Pereza y Desgana no se van a quedar aquí toda la vida. La relación con INO ha sido muy intensa, sí, y ahora mismo los necesito. Necesito este periodo para poder poner un punto y aparte y comenzar de nuevo.

- Mira Laura, yo sé que cuando INO se marchó fue una alegría para todos. Trajiste de la mano a Euforia y a Plaza, una criatura estupenda, que además ha encajado a la perfección con Circunstancia Laboral y Situación Económica, que estaban francamente alteradas. Pero es que no te diste cuenta de que Pereza y Desgana venían enganchadas a tus faldas. Por aquel entonces no les di importancia porque eran minúsculas, ¡pero es que ahora están hechas un par de ceporras de tanto alimentarlas a base de Youtube y HBO!

- Buuuuuuuu, vete por ahí, petarda, que te pareces al científico de Chernobyl.

- Déjate de rollos y dame mi ración de El Cuento de la Criada.

- Bueno, Domi, tal vez tengas un poco de razón pero es que…

- ¿Qué?

- Pues que también me da un poco de respeto volver… no sé si estaré a la altura.

- ¿Altura de qué?

- Pues no sé, de lo que escribía antes.

- ¿Pero quién te has creído que eras? ¿Séneca?

- ¿Y merece la pena? ¿Para qué escribir?

- ¡Desgana, deja de soplarle a Laura en el oído! Mira Laura, tú lo que tienes que hacer es arrimarte a nosotras. Ya sé que has tonteado un poquito con Danzarina y Teatro y está muy bien, pero es hora de despertar del todo a Creatividad, de darle una buena sacudida a Apetencia por Viajar, de sacar definitivamente de su escondrijo a Escritura

- Domi pero es que he olvidado muchas palabras y expresiones que sabía.

- Tranquila, sólo se trata de escribir para ir engrasando la máquina sin importarte demasiado el resultado. Ya verás como pronto irán volviendo.

- Pero es que tampoco sé muy bien de qué escribir.

- No pasa nada, tú escribe de lo que sepas, de lo que más te apetezca.

- ¡Ya sé!, ¡podría escribir sobre cosas nuevas que he aprendido!, mira: Tribunal Constitucional, Ley de Transparencia, Recurso Contencioso-Administrativo, ¡el Convenio OSPAR!...

- Ejem, ésto va a ser complicadillo…



Soleá Morente, o la BSO del último examen (una canción que no se come neuronas ni nada)


(*) INO = Imperiosa Necesidad de Opositar