domingo, 14 de febrero de 2021

Nosotras, Las Ungidas

Nacimos señaladas por el propósito.

Peinábamos los pelos falsos de nuestras muñecas al tiempo que las instrucciones se colaban a través de la rendija de la puerta de la habitación de los juguetes. Apenas unos susurros.

Al poco, nos dejaron participar de sus encuentros y, mientras nosotras mecíamos descuidadas nuestros calcetines calados sentadas en sus regazos, los ecos cristalizaban en la voz grave de nuestras madres. - La hermana de ésta, la tía de aquélla, la amiga de nosequién-, decían en medio de un sinfín de historias. Después, sacudían la cabeza lamentando. O sospechando. De súbito, nos advertían, - niña, a ver a quién vas a traer a casa-, y explotaban en risas. Nosotras nos juramos, porque éramos nosotras, que esos caminos nos serían ajenos y que la buena senda se abriría ante nuestros zapatos de charol.

El designio se entretejía con las estrofas de las cancioncillas del colegio mientras saltábamos y corríamos entonando como un mantra la edad de nuestros casamientos, o el ser las más bonitas, o las que esperaban en cada puerto. Y era romántico. Y sutil.

Crecimos, arremolinadas y expuestas, mostrando nuestras más espectaculares plumas sabedoras de que éramos reclamo. La respiración en suspenso ante sus acercamientos y luego, la decepción o la dicha. Muchas de nosotras, complacidas, fuimos tocadas por el capricho de ser elegidas y, aunque la fantasía se materializaba torpemente, descansábamos aliviadas pues éramos fieles cumplidoras del objetivo, libres del abismo de la soledad; del ostracismo en el que deambulaban aquéllas que no habían tenido tanta suerte.

Adquirido el estatus, celebramos los fastos envueltas en tules, satenes y brillo. Pero no era suficiente por eso abrimos las piernas ávidas de que el fruto creciera en nuestros vientres. Cuando llegaron los hijos, pudimos por fin contemplar la obra desde nuestra atalaya.

Hecha la vida, el triunfo era el nuestro; el error, de quien quedó en el camino, de quien se cuestionaba, de quien no encajaba. Por eso dimos de lado a la sospecha y cerramos los ojos para no ver resquebrajarse el suelo bajo nuestras faldas, sosteniendo a ciegas los pedazos resbaladizos del castillo que habíamos perpetuado.

Y aún hoy, desmadejado el cuento, seguimos posando para ellos sin saber muy bien por qué. Sonriendo y engolando la voz desde nuestro escaparate. Deseando que acudan a este cebo de escotes arrugados y colmar así el ansia de nuestra carne resentida. Solo, para por un instante, olvidarnos de nosotras y volver a ser Nosotras, las Ungidas.

 




6 comentarios:

  1. Lo importante es quererse. Seguir el camino trazado, a veces, no es rentable si no es lo que nos hace felices.

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    1. Es difícil darte cuenta de que sigues un camino trazado. Quererse, claro. Y si somos libres al hacerlo,ya fetén.
      Gracias por comentar, señor Bubo, en este blog intermitente.

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  2. Laura, qué sorpresa y qué belleza. No sabía de tu blog. Son hermosas y atinadas tus reflexiones. Sólo una penita, que sea intermitente tu blog, como tú dices. Gracias.

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    1. Gracias Antonio! Y qué sorpresa, recibir tu comentario! Intermitente y casi abandonado, sí. Tanto que ya casi da respeto ponerse a hilar palabras. Pero también tengo ganas de retomar. Veremos... :)

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