Imagina que una
parte de tu vida está gobernada por el regomello y que, aunque supuestamente
vas siguiendo el curso normal de los aconteceres, dicho regomello te impide
vivirlos de frente y con plenitud.
Imagínate que un
día te hartas y decides enfrentarte a aquella cosa. ¿Te suena?
¡¿Cómo no te va
a sonar?! Lo llevas leyendo varios meses en este espacio del cibermundo. Y sí,
de nuevo hace falta casi la misma introducción que en los anteriores posts de
esta serie para encontrar paralelismos con otro aspecto de la Cuántica.
Siento el
cansinismo.
Sin demorarme de
nuevo en historias que ya te he contado, sólo apunto que el yoga fue bálsamo
para mí pero que no se trata sólo de yoga… Aquí de lo que se trata(ba) era de
desfacer un nudo en mi propia persona y por tanto, comprender qué estaba
pasando y por qué. En medio de todo esto llegó el yoga y blablabla.
Sin más,
discutamos acerca de esa búsqueda a través del...
PRINCIPIO
DE INCERTIDUMBRE
Sigue imaginando. En este caso ponte en la piel de un tal Heisenberg. Eres físico. En la comunidad científica de la que formas parte hay un bulle-bulle tremendo debido a que estáis gestando lo que posteriormente (o quizá ya) se llame Física Cuántica. Habéis llegado muy lejos. O muy profundo. Estáis a punto de tocar el cielo con las manos o más bien, lo cercano. Lo cercano y lo pequeño. Lo íntimo. Tenéis ya suficientes datos y suficientes experimentos como para enfrentaros a aquello de lo que estamos hechos. Queréis saberlo todo acerca del átomo y de los electrones, esas particulitas móviles dentro del propio átomo. Si lo descubrís estaréis cada vez más cerca de encontrar una teoría que lo englobe todo: el micromundo, el mundo y el macromundo. Queréis saber de qué parámetros se valió Dios en su Creación.
Esta tarde vas
especialmente entusiasmado al trabajo. No le has dicho a casi nadie lo que
estás tramando pero sabes que hoy es un día crucial porque como seas capaz de
averiguar la posición del electrón en un momento determinado y su velocidad de
giro puede que hoy sea el último día del mundo tal y como lo conoce el hombre.
Mañana será el futuro. Mañana será otra Era. La épica se dibuja en tu sonrisa.
Cruzas la puerta
de la facultad. Aun faltan décadas para que los acordes de The Eye Of The Tiger se compongan pero, quizá debido al plegamiento
del tiempo, una parte de tu cerebro reptiliano es capaz de captar a través de
los tiempos la determinación que inoculan sus ondas sonoras. Ahí estás. No
sabes porqué pero aprietas el paso. Tienes prisa por llegar a tu despacho. En
tu mente, sólo dos conceptos: velocidad y posición. Te lo repites muchas veces:
velocidad y posición, velocidad y posición. Ya enfilas tu pasillo. Ya enfocas
la vista en tu puerta. Velocidad y posición. Sólo estás a un metro. Velocidad y
posición. Abres con ímpetu. Velocidad y posición. Hoy es tu día.
Como el que se
deja el chocolate para lo último, habías dejado adrede la ecuación definitiva a
medias con el fin de recrearte esa tarde en su resolución. Qué pájaro. Coges un
folio nuevo y tu pluma favorita. Mojas la punta en la tinta y vas llenando la
hoja de constantes y simbología griega mientras piensas por cuánto se subastará
ese mismo papel dentro de unos años. Te vuelves a centrar. Despejas la
velocidad de giro del electrón. Ya la tienes. Una nueva hoja para encontrar su
posición. La llenas de algoritmos pero… ¿qué ocurre? No encuentras solución
alguna. Repasas. Seguro que con el entusiasmo te has equivocado en alguna
constante. No, parece que está bien. ¿Seguro? Repasas de nuevo. Nada. No hay
certeza en la posición.
No pasa nada.
Comienzas de nuevo el trabajo. Esta vez vas a empezar por la posición del
electrón. Ecuaciones por doquier, flechas y símbolos. ¡Aquí está, claro! ¿Pero
qué te ha podido pasar antes? Y ahora, con esa posición, te pones a calcular la
velocidad del giro. Estás más tranquilo a medida que vas resolviendo. Ya estás
cerca. Pero, ¿y esto? ¡¿Cómo que no hay solución ahora para la velocidad?! Y
vuelves a intentarlo. Y confirmas que cuando tienes la posición, no tienes la
velocidad. Y cuando resuelves la velocidad, la posición del electrón es una
completa incógnita. El jodido electrón es verdaderamente escurridizo.
Tiempo después,
algo avergonzado expones tus conclusiones en un simposium ante toda la
comunidad científica. Más tiempo después, otros colegas concluyen en lo mismo
que tú. No tenéis más remedio, si no queréis tirar todo el trabajo previo por
la borda, que ser humildes y comprender que no se puede tener acceso al completo
conocimiento de todo. Siempre va a haber algún poso de duda. Es probable que
nunca la teoría cuántica devenga en certeza. Y bautizáis al inconveniente:
Principio de incertidumbre. Dios os la había jugado.
.........
Volvamos al presente
tras esta recreación muy personal de cómo acaecieron estos hechos ubicados en
el primer cuarto del siglo XX.
¿Verdad que ya
sólo con el título del post y con lo que llevamos, barruntas la conclusión?
Para que luego nos digan que la física cuántica es difícil.
Descomponer el
regomello. Que abandonara su cualidad pastosa y amorfa y darle claridad.
Descubrir qué era y por qué estaba ahí. Autoconocimiento. Esa era la zanahoria
que, cual terca mula, me dispuse a perseguir. Una persona inteligente y en su
sano juicio se habría dedicado a vivir sin darle mayor importancia a la negrura,
y los aconteceres probablemente habrían disipado las nubes. Yo podría haber
sido esa persona inteligente, pasar olímpicamente y hacer como que estaba todo
chupi-guay1 pero es probable que también en mi caso The eye of the
Tiger resonara de alguna manera entre mis neuronas cuando decidí enfrentarme a
ese Miura. Lo que ocurre es que una es menos impetuosa que los marca-paquete
del video anterior (ahora sí le vas a dar al play, ¿eh?) Una es, más bien, moderada
y elegantemente aguerrida, si se me permite.
Parecido muy razonable con el dibujito del primer plano
Ya te he contado que me empapé de todos los libros que caían en mis manos. Que con el Kundalini Yoga accedí a una nueva experiencia de mí. Descubrí que mis límites eran barreras imaginarias que podía mover hasta donde yo quisiera. Cada descubrimiento era digno de celebración y estaba acompañado por un iluso “¡sí, esto era, ya lo tengo!” o “claro, ahora todo encaja como un enorme puzzle sideral2”. Pero ahí, acechando a la vuelta de la esquina de mis vivencias, estaba la experiencia para confrontar la resolución de mis ecuaciones. Y el resultado solía ser una enorme indeterminación. "¿Pero cómo ha podido pasar de nuevo si yo ya pensaba que había resuelto este entuerto?"
Y vuelta a
empezar. Me voy aplicando mi propia medicina en forma de meditaciones o series
de yoga y a la par, pruebo toda suerte de “terapias” en forma de seminarios,
cursos y lo que se tercie. Todos ellos me aporta algo. A todos les pongo la
etiqueta de “definitivo” y todas las veces la euforia inicial vuelve a toparse
con la realidad pura y dura. De nuevo llegan las dudas. La resolución está
cerca, la sientes, pero no llega.
¿Y qué pasa,
pues?
Pues pasa, alma
mía, que te has topado nada más y nada menos que con el Principio de
Incertidumbre, que viene a sentenciar sí, aquí también, que es imposible que
desentrañes con certeza todas las incógnitas de tu vida. Precisamente porque es
TU vida y se trata de un área tan íntima y tan cercana que no tienes acceso a
su completa resolución. Los mayores enigmas se suelen esconder en el mejor
sitio: delante de tus narices.
Acercarte
demasiado a ti mismo, igual que acercarse demasiado a los electrones, hace que
las variables se disparen. Como cuando acercas tanto la vista a algo que al
final el objeto que enfocas termina por desenfocarse… (¿O soy sólo yo y mi leve
estrabismo?)
Visto lo visto,
¿está todo perdido? ¿Tiramos la toalla? ¿Nos damos al beber?
No hombre, no.
Qué habría sido de la física si Heisenberg y sus colegas se hubieran deprimido
destilando trigo en alambiques clandestinos. Pues aquí tampoco. Como ellos, hay
que echar mano de la humildad y continuar la vida asumiendo esa
indeterminación.
Además, si lo
piensas bien, el Principio de Incertidumbre lleva implícitas dos características bien
interesantes con las que vamos a ir concluyendo el capítulo de hoy.
Por un lado, que
no seas cien por cien cognoscible por ti mismo te da un margen para que pruebes
otras opciones de ti a las que no te tienes acostumbrado. Invita a que te
experimentes en otras situaciones que a priori no habrías ni considerado. Paradójicamente,
esos otros múltiples TUS te ayudarán a acercarte mucho más a saber quién eres
en realidad.
Por otro lado, implica
perspectiva. El Principio de Incertidumbre se hace más notable cuanto menor es
la distancia entre un problema y el sujeto que lo resuelve. Así, te será más
fácil resolver desde el sofá de tu salón los tejemanejes que tienen que ver con
la crisis y la corrupción o el por qué a tu primo le va mal en su negocio, que
el problema que tienes en casa o contigo mismo. Por ese mismo motivo, no
rechaces de plano la opinión que te dé alguien acerca de ti y tus cuitas. Quizá no dé completamente en el clavo, pero puede
ser más que interesante su punto de vista.
Pero mira, entre tú y yo, no hay que irse tanto por las ramas para explicar todo esto. Una se puede empapar de teorías físicas, indagar en sí misma... y luego resulta que el
acerbo popular ya postuló hace muchísimos años, mucho antes del primer cuarto
del siglo XX, este Principio de Incertidumbre que hoy nos ha ocupado. No tienes más que acordarte de que Se ve mejor la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Que no te vengan a ti a decir que
(1)
Me he criado en los ochenta, ¿qué pasa?
(2)
Cristina, esta frase es tuya y a ti me recuerda.
Me ha encantao, ...que leches, ahora me mola la incertidumbre.
ResponderEliminar... Y pensar que se nos pasó hablar de todo esto el otro día... XD
EliminarMuchísimas gracias!
Jajajajajajajaja me encanta tu humor al escribir!! Y que grandes verdades! Gracias por dedicarle u tiempo a compartir tus reflexiones.
ResponderEliminarGracias Laura! Ya has visto que mi tontuna ha encontrado un buen filón en este medio. Besos!
EliminarEres tremenda!!! ME HA ENCANTADO!! Qué delicia de escritura maja... Y qué razón en todo... Eres lista a rabiar, lo compartiré!
ResponderEliminarUn abrazo!!! Mariajo
Ay, Mariajo! Muchísimas gracias! Me alegro que te gusten estos embrollos mentales! Beso gordo!
EliminarA partir de este momento, la Física Cuántica será mi asignatura pendiente.
ResponderEliminarJajaja. Pues ánimo Lectoraadicta! Y si vemos que las ecuaciones son complicadas, nos las aplicamos a la vida y asunto resuelto! Besos!
EliminarA mi el Principio de Incertidumbre aplicado a la vida me toca bastante las narices pero como compañeros no nos queda otra que seguir juntos. Intentamos coincidir poco pero cuando lo hacemos nos saludamos educadamente. (Para irnos de cervezas... ¡Como que no!)
ResponderEliminarYo analizo estos conceptos, ¡pero tú ya de cañas con ellos! Ese es ya otro level!!
Eliminar¡Ay,qué bien escribes!¡Ay ay,qué listeza destilas,tia!¡Y ay ay ay,que por fin salgo en tu blog,aunque sea en chiquitico!!¡Qué ilusión!!
ResponderEliminarJijijiji...Qué alegría me da tu mensajito. ¡Y esta vez no tuviste newsletter!!
EliminarBesazos grandes!
Ay, qué aburrida sería la vida si no existiese el principio de Incertidumbre... la incertidumbre misma, ya puestos.Sobre todo, por esa perspectiva y su descendiente directo, que son las opciones de uno mismo. Otra cosa, por desgracia, es que no solemos tomarlas: lo nuestro es el empecinamiento.
ResponderEliminarPero esta entrada es toda una perla. Y bien currada, además. Lamento no poder apreciarla del todo, ya que esa lejanía donde se enlazan la física y la filosofía me queda muy lejos.
Muchísimas gracias, Paseante.
EliminarDe todas formas, no hay que azorarse con los conceptos. Si hubiera que buscar una conclusión a esta serie vendría a ser algo así como que a pesar de lo complejo que parece todo y de los pies que le buscamos al gato, ese todo finalmente es simple.
(Me hizo gracia que coincidiéramos con el "bulle-bulle" en nuestros posts)
El principio de incertidumbre hace posible el misterio. Me encanta!!!! Angelica
ResponderEliminarSi!! Mil gracias, Angélica!
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