-¡Laura! ¿Eres
tú?
-¡Hola Marta! Qué
sorpresa.
-No te conocía
con ese corte de pelo. ¿Qué haces por aquí? Te creía en Cádiz.
-Y allí sigo pero
aprovechando las navidades he venido a poner otra reclamación a Unión Fenosa.
¿Te lo puedes creer? Un año después y siguen cobrándome la factura de la luz.
Los nuevos inquilinos deben estar tan contentos.
-Oye, ¡pero qué
alegría me da verte! ¿Tienes prisa? Podríamos seguir hablando con una cerveza
delante. No hace falta ni que nos movamos de calle, entremos aquí mismo en el
Yantar.
-De acuerdo, me
encantaba este bar. Venía a tomar café, cañas, a cenar, a comer… Ya me conoces,
cuando me da por algo no paro hasta que me harto.
-Sí, y además
parece que hay sitio.
-Qué recuerdos, tienen
la misma decoración y han aumentado los días de menú vegetariano, qué bien,
Ciudad Real se sigue modernizando… Uy, espera Marta, no sigas, los de la mesa
del fondo son mis antiguos compañeros de trabajo y la verdad es que no me
apetece mucho saludarlos ahora.
-Vale, si quieres
nos vamos a otro sitio.
-No, no importa,
aquí se está bien pero no vayamos más adentro. Es que no tengo ganas de
aparentar una alegría que no siento.
-Pero ¿qué te pasó?,
¿tan mal estabas allí?
-No tan mal, pero
mi despacho terminaba siendo el confesionario de la mayoría y estaba ya cansada
de la falsedad de todos.
-Qué mal rollo, ¿no?
-Y tanto aunque,
déjame ver… No me puedo creer que Charo y Antón estén tan risueños, ¡si casi no
podían estar juntos! Siempre me tocaba mediar en sus disputas y míralos ahora.
-Bueno, lo habrán arreglado…
-Y espera, ¿qué
me dices de Sonia y Roberto? Parece que ya han superado su crisis. ¡Pero si
está embarazada! Hace un año, cuando le dije a mi jefe que ya no podía más,
estaban a punto de separarse. De hecho Roberto no paraba de tontear conmigo y
se buscaba cualquier excusa para entrar en mi despacho.
-¿Ése fue el
Roberto del que me hablabas tanto?
-Si, ése. Al
final tuvimos un pequeño affaire después de que Gonzalo y yo lo dejáramos. No
me encontraba muy bien en aquella época. Pero no llegó a más, ¿eh? La pena es
que Sonia se enteró y se lió muy gorda en la oficina.
-Uf, qué tensión.
-Ni te lo
imaginas... Qué extraño me parece verlos ahí. En mis años de trabajo nunca
fuimos a comer todos juntos. ¡Si hasta está el jefe! No me había dado cuenta.
Antes, las pocas reuniones que hacíamos eran a sus espaldas. Nuestro trato era
correcto pero en realidad no nos tragábamos. Aparte de todo el trabajo que ya tenía
pretendía que actuara como su intermediaria. Como no me pagó lo
que le pedí me dediqué a transmitir sus órdenes a mi manera, ya sabes… Lástima
del embrollo que se montó cuando al final se destapó que lo de las subidas de
sueldo no era del todo cierto…
-Bueno, olvídalo,
eso ya es el pasado. Cuéntame, ¿cómo te va en tu nuevo trabajo?
-Pues la verdad
es que muy bien. De nuevo vuelvo a estar al frente de los contratos, pero toco
también algo de marketing. Al ser un entorno más creativo estoy más contenta.
Una pena que el ambiente entre los compañeros no sea tan bueno como me contaron
en la entrevista.
Ni harta de vino me acerco yo a esa gente |
Muy bueno, tengo ganas de sentarme en una mesa contigo y volver a escuchar el chiste del niño aquel.
ResponderEliminarJajaja. Y aunque transcurran cien años o algún día me transforme en ministra de medio ambiente, yo siempre seré para ti la del chiste del niño-araña. Me encanta. Qué risas pasamos. Cuando quieras nos vemos en CR. Besos!
EliminarSerías una buena ministra de Medio Ambiente y del chiste!
EliminarSerías una buena ministra de Medio Ambiente y del chiste!
EliminarMuy bueno, tengo ganas de sentarme en una mesa contigo y volver a escuchar el chiste del niño aquel.
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