¿Por qué no bailo, con lo que me gusta?
Una pregunta que
más que pregunta, fue detonante. Abrí el ordenador, busqué entre mi música y
ahí, en el espacio entre la cama y el armario, bailé. Sin mucha convicción al
principio pero lo hice, y a medida que me movía la vida empezaba a circular,
temerosa, de nuevo.
En mitad de mi
trémula danza me acordé de Helena y de la sesión que pocos años antes había
probado de sus Cinco Ritmos. Por aquel entonces únicamente la vaga imagen de
una mujer reconocida y la entusiasta recomendación de mi hermana con amigos
comunes de por medio, fueron avales suficientes para animarme a asistir a un
taller del que sólo conocía su nombre.
La sala era muy
grande y caras familiares se mezclaban con extraños. Nos colocamos obedientes
en círculo y, en medio, Helena nos explicaba qué era eso de los Cinco Ritmos. Fluido, Staccato, Caos, Lírico y Quietud… Mientras, yo trataba de memorizar las pautas de cada uno
por si después había que tenerlas en cuenta para la práctica.
Pero la duda se
despejó pronto. Tras unas dinámicas para tomar contacto con la sala, con el
resto de participantes y con nosotros mismos, ya no hubo más pauta ni dinámica
que la que traía consigo la música. Aun cohibida por la presencia del resto, le
abrí paso al Fluido y un sinuoso
movimiento se instaló entre mis articulaciones, tímidas todavía. Atraídos por
el baile fueron acudiendo, curiosos, los trozos de mí que aún andaban
esparcidos por toda la sala: mi pudor, mis dudas e inseguridades… sin saber que
al acercarse se diluirían en la fuerza centrípeta de mis giros. Bailando, me
iba reconociendo.
Al cabo, subió
el tempo y mi cuerpo respondió al Staccato
con gestos más definidos, más secos, más lineales. Empezó a incomodarme el
estar parada en un mismo lugar y para mi sorpresa me transformé en planeta,
girando sobre mí misma y alrededor del universo que acababa de encontrar. Me
divertía y de eso se trataba… Pero no había tiempo para pensar y menos cuando
una corriente endiablada me atravesó sin permiso, entrando por los pies y
transformando mis acompasados contoneos en impulsos casi eléctricos. Toda yo
era movimiento incontenible y la sala se había esfumado. Con el Caos dentro no era dueña de mi cuerpo,
que me sorprendía con espasmos salvajes como jamás le había visto. Rota mi
estructura, era más pura que nunca por eso me abandoné y al abandonarme, me
sentí libre.
Giving it (completely) all |
Recuperé el
aliento y la consciencia de mí gracias a la suave transición hacia el Lírico pero era una yo diferente, más liviana, más viva, flotando dentro de una
intimidad que no quería abandonar todavía. Por eso seguí indagando en la
extensión de este cuerpo recién descubierto que era el mío. Jugué con su
amplitud y con la delicadeza de un compás que se iba ralentizando poco a poco.
Entonces mis pies se volvieron raíces y el movimiento, sin irse aún del todo,
me mecía suavemente. Tanta vida que se había agitado se instaló sobre mi piel
encendiendo cada una de mis células, mientras el balanceo cada vez más sutil me
iba invitando a la Quietud , al silencio,
al vacío… a mí.
Nunca imaginé
que el baile, el juego, seguían estando a mi alcance y que eran la llave
maestra para recuperar mi lado más salvaje, más puro y verdadero...
Por eso aquel
día danzando tímidamente al lado de mi cama recordé los Cinco Ritmos. Llevaba
un tiempo alejada de mi propio sendero. Recuperarlo significaba caminar durante
un trecho entre zarzales pero entreví que la diversión, el juego y la risa me
ahorrarían unos cuantos rasguños. Busqué a Helena Barquilla y decidí seguirla siempre
que pudiera.
Atrás quedaron
las zarzas. Bailando encontré un camino justo bajo mis pies.
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