La foto es de este artista |
- Morir es volver-, nos dijo Lee en un momento
de su charla sobre medicina china. - ¿Morir es qué?- Preguntó Carlos a mi
lado. El estruendo de la lluvia sobre la carpa ahogaba las palabras del coreano.
- Morir es volver-, le repetí en voz baja.
Tumbada en el
sofá, descansando de una semana inolvidable, paladeo la batería de recuerdos
que me asaltan: las clases de teatro, aparcar mi propia importancia y reírme de
mí misma; la valentía de mis compañeros al exponerse, tantos ojos en los que me
reflejé, bailar sin pautas y sin juicios. Jugar… Pero mi memoria selectiva se
ha detenido en las palabras de Lee. Quizá porque me quedó pendiente decirle a
Carlos que uno de los poemas del Tao Te King comienza con esta frase: Vivir es llegar y morir es volver*. El
apunte no venía al caso.
Al regresar de
mis ensoñaciones el silencio de casa no es tan quedo. Miro despacio a un lado,
a otro… no hay nada pero yo siento que me observa una inmensa multitud. Acaso la
inmensa multitud que ya volvió. La
quietud se me antoja ahora plagada de vida potencial aguardando en el patio de
butacas de un gran teatro. Y yo, como si aún no me hubiera bajado de las tablas,
me siento la protagonista de una trama en la que nadie me ha dado el guión. De
repente improvisar ante ellos me
vuelve vulnerable. ¿Qué toca ahora? ¿Les
estaré defraudando? ¿Debería hacer algo más espectacular para complacerles? No les veo, como si el motivo fueran unos
focos imaginarios orientados hacia mi escenario. Pero percibo sus sonrisas alentándome, expectantes
ante lo que presencian. Soy una actriz representando esta obra que es mi vida.
Por un momento
la idea me parece tan coherente que tengo la certeza de haber descubierto el
mayor misterio del universo. Salir a vivir, llegar,
sería como atreverse a salir voluntaria en clase de teatro, exponerse y
participar en la trama de quienes ya estaban ahí antes que tú. Morir es volver al anonimato del lugar seguro
adonde antes aguardaba mi turno; allí adonde ahora ríen y esperan ellos. Desde ahí qué fácil parece resolver
cada escena, imaginar cien ingeniosas respuestas diferentes ante un mismo
entuerto.
Pero todo cambia
cuando estás frente al público. Sobre el escenario, sobre la vida, no hay tiempo
para pensar, hay miedo a defraudar, hay inseguridad ante el no gustar. ¿Dónde,
dónde está el maldito guión? Desnuda y vulnerable delante de tantos ojos que
reflejan tus propios juicios, sin saber lo que se espera de ti, tratas de
resguardarte pero ¿adónde? Nadie pasa desapercibido sobre las tablas, tampoco
en la vida. Desarmada, intentas imitar a otros que sí te han gustado, pero no
te sirve: el público no se emociona y tú te sientes perdida.
Hasta que
descubres que no hay mejor resguardo que uno mismo. Que ni sobre el escenario
ni sobre la vida tienes que esforzarte en hacer nada. Que no hay nada que
demostrar puesto que es evidente que ya estás ahí: en la vida o en el
escenario. Nadie te pide nada, sólo escuchar y observar con calma para poder
dar las respuestas que sólo pueden darse a través de ti. Sólo así, mediante esa
verdad esencial, se consigue transmitir la magia necesaria para lograr que
desde el patio de butacas se escuche un fervoroso ¡SÍ, SÍ, SÍ!
Un día nos
preguntaron qué haríamos antes de morir. Yo fui una de las pocas que no se
expusieron ante el resto; en ese momento no recordaba nada concreto que yo
anhelara antes de mi muerte. Hoy tampoco. Pero si vivir es llegar y morir es volver, yo quiero ser consciente
cada día de que mi llegada es efímera, y
saberme por eso afortunada de estar aquí. Sentir que es ahora y sólo ahora el
momento justo para representar este papel que es el mío. No perder de vista que
la trama, sea alegre o triste, sólo es la excusa necesaria para dar las respuestas
que sólo yo puedo dar. Jugar… jugar todo lo posible para que así, cuando me toque
volver, me despoje orgullosa de este traje, ajado por haber vivido intensamente
cada uno de los actos. Y volver a sentarme en el patio de butacas satisfecha
por haber tenido la osadía de representarme a mí misma.
*POEMA L
Vivir es llegar y morir es
volver.
Tres hombres de cada diez caminan
hacia la vida.
Tres hombres de cada diez caminan
hacia la muerte.
Tres hombres de cada diez mueren
en el ansia de vivir.
¿Cómo puede sobrevivir el décimo
hombre?
He oído decir que quien sabe
cuidarse
Viaja sin temor al rinoceronte,
Ni al tigre,
Y va desarmado al combate.
El rinoceronte no encuentra donde
hincarle el cuerno,
Ni el tigre donde clavarle su
garra,
Ni el arma donde hundir su filo,
¿Por qué?
Me ha encantado Laura, un besote.
ResponderEliminarGracias Xidarta! Otro grande para ti ;)
EliminarMaravilloso. Cuanta verdad.
ResponderEliminarMaravilloso. Cuanta verdad.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos! :)
EliminarBuffff hermanita, conseguiste lo que la mayoría de mis meditaciones no consiguen, que se hiciera el SILENCIO en mi teatrillo interior. Gracias!
ResponderEliminarYago hermanito de Laboratorio
Gracias, Yago! El silencio... preámbulo de todo lo que habrá de llegar ;)
EliminarPrecioso!!!!
ResponderEliminarBesos desde el Duero!!
Gracias! Río Duero, río Duero... y no me acuerdo bien de cómo seguía el poema...
EliminarMás besos desde el Guadiana... cuando aflore.
(Ay, sé que puedo hacerlo mejor... dispénsame)
https://youtu.be/m1BpKgTEfNQ
ResponderEliminarhttps://youtu.be/m1BpKgTEfNQ
ResponderEliminarHay que ver cómo inspira la ayahuasca!
Eliminar