Hace tiempo que
me ronda Pi (en adelante, π).
Todo comenzó
aquel día en mi patio, sentada sin hacer nada. Era por la tarde. Miré a mi
derecha, al rincón donde amontono la basura que no entra ni en el contenedor de
vidrio ni en el de envases ni en el de papel; aquella cuyo único destino es el
punto limpio. Y me vino a la cabeza que siempre hay algo inclasificable cuando
nos empeñamos en ordenar. ¿Quién no tiene un hueco en la cocina en el que
guarda lo que no son cubiertos ni servilletas ni cacerolas ni platos ni
vasos? ¿Acaso nadie abre en su ordenador una carpeta “Varios” para almacenar lo
que no entra en la de “Música”, “Fotos” o “Escritos”? O cuando tratas de archivar
tus libros en una caja cual tetris, ¿no te queda siempre un espacio muerto?
¿Eres incapaz como yo de que el cajón de las bragas quede impoluto, separadas
ellas por colores y formas? Por más que nos obcequemos en ordenar siempre quedará
algo fuera de toda categoría. Dentro de cualquier pretendido orden siempre hay
un espacio para el caos. Pero, ¿por qué surge el caos?, me pregunté…
Y fue entonces
cuando irremediablemente pensé en π.
Al día siguiente
fui al supermercado que tengo enfrente de casa. La compra me costó 3,14 euros. En
la misma semana, un amigo me mandó esto:
Y supe que no
tenía otra alternativa que hablar de π.
Los efluvios de mi
inclasificable basura trajeron a mi mente imágenes de matemáticos de todo el
mundo, años ha, buscando una fórmula para calcular la longitud de una
circunferencia1,2. Los supuse frustrados tratando de encontrar una
ecuación “limpia”, una relación sencillita. En su defecto, cualquier intento de
cálculo les llevaba a la aparición de una constante, π, que además no era en
absoluto constante. π es una constante infinita. Es la infinita evidencia de
que nunca, nunca, podrían obtener la longitud exacta de esa circunferencia
perfecta que habían trazado. Podrían obtener muy buenas aproximaciones, claro.
Esas aproximaciones eran más que suficientes para diseñar ruedas, reactores
nucleares, el contorno de un cohete espacial… por supuesto, pero si su
pretensión era calcular exactamente la longitud de la circunferencia… con π
habían topado. Y π es mucho π: ahí sigue pariendo decimales, restregándonos en
la cara lo alejados que estamos de alcanzar el ideal.
Ay π… π, π, π…
π, como mi
indefinible basura, representa lo ingobernable, lo indómito, el propio caos.
Pero, insisto, ¿por qué surge π? ¿Qué ha provocado su existencia? ¿Es π lo que
está fastidiando a los matemáticos más pulcros? En la ráfaga de pensamientos que
emitía mi cerebro al albur de mis desechos, no era π la barrera que separaba a
los científicos del conocimiento pleno de la circunferencia ideal sino que lo
que estorbaba en esta ecuación era la propia representación de la
circunferencia ideal. En el camino del conocimiento, las alarmas en forma de π y
otras constantes surgen cuando lo que se pretende conocer, atrapar, clasificar,
no existe en la naturaleza. Es sólo una idea, un ideal. No es real. Y la
circunferencia perfecta que el hombre dibuja con un compás es eso, sólo un
ideal.
Lo que quiero
decir es que cualquier acto de simplificación, explicación y clasificación por
parte del hombre lleva implícito un error, un fallito, algo que no termina de
encajar con la verdad. Y la evidencia de esa maniobra de aproximación que
fabrica el hombre o de esa chapucilla, es π en el caso de las circunferencias,
es la basura que no se acopla a ningún contenedor, es el año bisiesto que surge
para ajustar el despropósito de dividir el giro de la tierra en doce meses. Y
la culpa no es del año bisiesto ni de la basura ni de las circunferencias, sino
de los modelos en los que el hombre quiere encajonarlo todo.
La naturaleza,
lo real, es algo mucho más perfecto por salvaje y por tanto, inasible completamente
por el hombre. El planeta Tierra no es redondito por más que así lo pintemos en
los mapas; la órbita terrestre no es una elipse ideal, aunque se parece; las
ondas en el agua cuando tiras una piedra no se pueden dibujar con un compás; ni
siquiera el rayo traza estelas puramente lineales, ni el canto que rueda queda
finalmente esferoidal… Y sin embargo son perfectos en tanto que reales.
Pero la cuestión
es que al final toda construcción del hombre sigue la misma pauta: generar una
simplificación, una idea, un ideal, con el que tratar de explicarse el mundo;
encontrar una ecuación que, aproximadamente, englobe el mayor número de casos.
Y lo grave es que terminamos adoptando la simplificación como lo real. Ahora me
refiero a que el hombre, en su afán, también ha diseñado una vida ideal, una
ecuación de vida. Y todos los individuos, habiendo asumido el ideal como real y no
como una circunstancia aproximada y aleatoria, terminamos por medirnos y
juzgarnos respecto a esa idea. Así, una vez nos dijeron que las medidas ideales
para la mujer eran 90-60-90, o que en la vida había que tener amigos-tener
estudios-trabajo-pareja-hijos para ser felices y nosotros nos lo creímos, por
eso sufrimos cuando nuestras medidas no se ajustan al canon o cuando alguno de
los ítems vitales falla… pero ese sufrimiento es sólo nuestra particular
manifestación de π. Si en nuestra vida no nos midiéramos según el ideal, segura
estoy que el estado más común de los mortales sería la plenitud.
Hagamos caso a
nuestra frustración, a nuestra rebeldía, a nuestro caos. Sirvámonos de ellos
para poner en duda el modelo de vida en lugar de nuestra propia vida. Siguiendo
el camino que marcan los malestares y nuestro caos personal y confiando en que
albergamos más verdad que el modelo de vida que perseguimos, quizá nos topemos
de bruces con el bienestar que pretendíamos cuando íbamos tras los hitos marcados
por ese ideal de vida.
O como decía Luz
Casal, si tienes un hondo penar, piensa
en π; si tienes ganas de llorar, piensa en π… Piensa en π cuando sufras, cuando
llores también piensa en π…
1: Todo el
párrafo que sigue es inventado. El escrito en su conjunto está lleno de absurdo y vacío
de datos contrastados.
2: Longitud de
una circunferencia = 2 · π · radio.
NOTA: A día de
hoy la basura (no perecedera, conste) no ha sido transportada aún al punto
limpio. Que la rebeldía de π tampoco te lleve a la dejadez.
Maravilloso artículo!
ResponderEliminarEspero que sigas regalándonos muchos artículos como este. 😉
¡Muchas gracias! Comentarios como el tuyo me animan a no frenar las paranoias que me pasan por la mente ;)
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