Escrito unas horas después de enterarme del terremoto. Entonces las cifras hablaban de unos seiscientos muertos. Más tarde, ya sí, hubo más información. Y la información era cada vez más espeluznante.
Última foto que tomé de los techos de Kathmandú
Sé de sobra que
mi mundo no es el mundo, por eso hago
un gran esfuerzo delante de la tele intentando no pecar de ingenua ni de caer
en la queja fácil ante la escasez de noticias del terremoto que hace unas horas
ha ocurrido en Nepal. Mi mundo no es el
mundo, mis prioridades no son LAS prioridades de nadie, continúo a modo de
retahíla mental de la misma forma que si estuviese rezando el rosario.
Aun así me dan
ganas de poner una reclamación como el que se queja en la seguridad social: para una vez que la necesito…¡¿en esto
invierten mis impuestos?! En lugar del terremoto me topo en la pantalla con
Alejandro Sanz aparentando que le importan mucho los concursantes de la Voz ; con un programa en el que
unas norteamericanas eligen vestido de novia; con dos periodistas haciendo que
el fútbol parezca más importante de lo que es; con el famoseo que ya casi ni
reconozco vendiendo la moto de una vida superfeliz… Paciencia, me digo tratando
de apaciguar la vergüenza ajena, sólo quedan cinco minutos para las tres,
seguro que el telediario abre con la noticia del terremoto…
Esta mañana me
desperté muy temprano, eran algo más de las seis. Un fastidio esto de tener la
hora cogida. O será que los yoguis no
necesitamos muchas horas de sueño… los pensamientos tontos también
madrugan. Dormito un poco más, leo un rato el libro que compré ayer, hago mi
serie de yoga, me pongo a desayunar… En mi móvil nuevo recibo un mensaje:
terremoto en Nepal. El grupo de whatsapp de los que allí fuimos también se
sacude.
No se sabe casi
nada. En la radio no dan muchos detalles. Mando dos mensajes: a Unishma y a
Binay, con los que sigo en contacto. ¿Cómo
estás? Me he enterado que ha habido un terremoto en Nepal.
La mañana pasa
rara, plomiza como el cielo que amenaza lluvia. Ando torpe en mis decisiones
acerca de cómo rellenarla hasta que a mediodía vaya a la ceremonia de la boda
de unos amigos. Mis pensamientos habituales dudan entre si salir a escena o quedarse
aletargados, dándose cuenta de su insignificancia. Me acompaña el mismo
sentimiento obtuso que cuando estaba sentada delante del templo de Changu Narayan:
inmóvil. Al final los quehaceres me entretienen hasta la hora en la que salgo
en dirección a la iglesia.
A la vuelta ya
sé más cosas. La información más veraz me la ofrecen las pocas pulgadas de la
pantalla del teléfono. En el whatsapp están colgando enlaces a periódicos y
Unishma ha respondido: su casa se ha derrumbado, las grietas de las que hace
unas semanas me hablaba preocupada no han aguantado semejante embate. Ella y su
familia se han salvado de milagro. Respiro: sólo falta saber algo de Binay.
Por eso ahora aquí,
delante de una sopa humeante, sigo aguardando a que lleguen las tres. Mi mundo no es EL mundo, insisto
mientras trato de engullir junto con cada cucharada la sarta de gilipolleces
que, en mi mundo, emite la televisión. Empieza el telediario. Hace poco hablaba
con nosequién sobre los informativos, argumentando con muy poca pasión, en este
tipo de conversaciones perezosas cuya pretensión probablemente sólo sea la de
rellenar el hueco temporal, que cómo nos
manipulan los telediarios, que incluso los de los fines de semana son peores
todavía, y eso que se supone que los ve más gente porque también se supone que
paramos más en casa. Me viene esa conversación a la cabeza porque efectivamente,
la noticia del terremoto no es la primera, al menos en el telediario que he
escogido. ¿Será porque son pobres? Me
pregunto sin pagar el copyright de la cuestión. No, calla Laura, tu mundo no es el mundo del que decide la escaleta. Para
él es bastante más importante la noticia de esta mujer a la que han liberado de
las garras de la todopoderosa justicia norteamericana, un pequeño país como el
nuestro debe presumir de eso: ¡Toma pedrada a Goliat!… y un poquito más de
paciencia, hombre. Estará en las noticias internacionales. Aún me trago con
otra cucharada una noticia más hasta que por fin sale la del terremoto. Un
minuto aproximadamente, con imágenes de los primeros rescates. Bueno, quizá no
haya dado tiempo para que sobrevuelen helicópteros mostrándonos la zona como
cuando hay inundaciones o incendios en occidente. Será eso. Enlazan la noticia
con el derrumbamiento de un edificio en el Cairo… cómo les gusta engarzar las
noticias tratando de buscar en ellas el hilo conductor del relato con el que
nos cuentan lo que pasa ahí afuera. Después sigue la cosa con algo muy importante que ha sucedido en la
política, pero ya ha sido suficiente para mi mundo y no me quiero cabrear más,
que luego la que vive en mi mundo soy yo. ¿Y
qué querías Laura? ¿Qué más noticias querías? Pues no sé, ¿algo relacionado
con que si las ONG’s ya se están movilizando, por ejemplo? ¿Algún llamamiento a
la colaboración? ¿Algo que nos haga recordar que somos humanos?
En la pequeña
pantalla de mi móvil las noticias bullen aunque sólo sirvan para mantenernos
unidos en la preocupación, recordándonos, precisamente, ese sentimiento tan
cateto y poco útil de humanidad. No
sabemos nada de Binay, nuestro encantador porteador veinteañero. El que parecía
un fotógrafo newyorkino. El que no perdía ápice de elegancia mientras nosotros
sudábamos la gota gorda en las subidas. El messenger dice que hace más de
quince horas que se conectó la última vez. Paciencia, las conexiones andarán
fatal.
Como consuelo,
enciendo el ordenador sintiéndome obligada vete tú a saber por qué y vuelvo a
abrir el documento en Word en el que guardo los relatos sobre Nepal: los ya publicados
en sus diversas versiones antes del parto final; los que quedaron como abortos;
las historias que sentí obsoletas cuando el cuerpo me empezaba a pedir escribir
de otras cosas... Quiero mantener la temática del archivo y enlazar ahí esta nueva
composición de palabras sin saber aún si la colocaré en el blog. Un gesto de
pulcritud y orden en contraposición con el caos que ahora debe haber por las
tierras que pisé hace cuatro meses ya.
Y me percato así
de que yo también engarzo mis escritos tratando de encontrar un hilo conductor que
le de un sentido al sinsentido de los acontecimientos que ocurren en mi mundo. No
soy pues, muy diferente al que coloca las noticias en la escaleta.
Mi pensamiento automático nada más escuchar la noticia en ese mismo telediario obtuso fue "Ay, Laura". Intuía tu desconcierto, tu preocupación, tu zozobra. Será que mi mundo y el tuyo no son el mundo, pero tu mundo sí forma parte de una manera curiosa y cálida del mío
ResponderEliminarGracias Silvia! Qué bonita forma de describir el hilo que nos une, así lo siento yo también.
EliminarLa preocupación, el desconcierto... continúan. Estos días estoy recordando muchas más cosas que nos pasaron allí. Me vienen imágenes de gente con la que compartí algún momento cotidiano y sin importancia: un taxista, un tendero, alguien que nos pidió dinero, los niños que venían a darnos la mano a la salida del cole, tanta gente que nos saludaba con un Namasté... y al lado siempre la pregunta de qué habrá sido de ellos.
Gracias por el cariño en la distancia.