Cuando
una mete en su maleta un bikini al lado de una chaqueta, unas sandalias al lado
de calzado cerrado y el protector solar junto a un pañuelo para el cuello, sabe
que se encamina hacia un mar de cielo caprichoso y que, por tanto, ha de
incluir también una buena dosis de resignación o de aceptación, en su acepción más
positiva.
Pero
bendito sea el frío para estas carnes que han sudado este verano lo que su
memoria no recuerda. Y bendita sea mi suerte y la alternativa al baño playero
si consiste en disfrutar de este balcón desde donde, cual halcón, se precian
mis ojos de recibir estampas como esta:
La
estampa, el balancín en el que me siento, el movimiento de las olas, el
estómago satisfecho, el viento que amaina, mis pensamientos en suspenso, mis
ojos que se cierran y el ruido del mar distorsionando las escenas que me trae
el sueño… Me encantan las siestas ligeras porque estás pero no; sabes que
duermes pero te abandonas conscientemente a la inconsciencia. Eres espectadora
de tus sueños pero, aún así, los vives con intensidad fugaz…
Despierto
un rato después con pena por haber abandonado mis paisajes oníricos. El ruido y
la presencia del mar persisten, para mi regocijo. Sin haberse activado aún
todas mis funciones vitales me quedo observando a los surfistas desde mi
atalaya. ¿Cuánto tiempo llevarán sobre la tabla? El vaivén de mi balancín se
acopla con el vaivén de las olas. Todo a mi alrededor encaja en perfecta
comunión. También mis pensamientos comulgan y se entretejen en estos momentos
de almíbar y así concluyo que esa gente debe saber de taoísmo cosa mala. Sigo
enganchada a la no-lectura de mis fieles libros chinos1 de este
verano que tanto me están enseñando, por eso su sapiencia actúa sobre mi
realidad como el filtro de unas gafas con cristales coloreados.
En mis
libros se dice que la perseverancia
y la paciencia son dos de las
cualidades virtuosas que caracterizan al noble. Bajo esa definición, no puedo
más que calificar ahora mismo de perseverantes y pacientes a estos nobles
personajes de neopreno que tengo delante.
La
perseverancia requiere la presencia de un objetivo: La Ola. Pero recuerde el
lector que no debe incumplir la ley del soslayo de hace algunos posts: no nos
imaginaremos a un surfista yendo como loco a la captura de una ola, obcecado
con su objetivo, no; deberá permanecer en su sitio, esperando, preparándose y sabiendo
disfrutar y aprovechar todos los pasos que componen el proceso: la espera, el
entrenamiento sobre la arena, las tentativas fallidas sobre las olas que no
eran las adecuadas, compartir la experiencia con el resto… Ésa es la
perseverancia. Si no es así, si desdeñamos los momentos que no son aquellos en
los que estamos en la cresta de la ola,
dejamos la puerta abierta a la frustración, al desaliento y al desgaste.
¿Y la
paciencia? ¿Te imaginas a un surfista subiéndose a la tabla antes de que llegue
la ola y arreando a ésta como si su voluntad fuera suficiente para acelerar el
movimiento de todo un océano? La paciencia implica la humildad de asumir que cualquier
asunto, por más que te prepares, requiere su justo momento.
Pero yo
estoy en una latitud distinta a la mía y la presión atmosférica sobre mi cabeza
es mayor de lo normal; mi balancín no se ha dejado de mover y los ojos vuelven
a pesarme. Antes de perder la consciencia de nuevo me asalta otra cualidad que
debe adornar al noble surfista: la
retirada. Y es que bueno es prepararse y esperar el momento adecuado para
alcanzar el objetivo pero también es importante echarle un ojo al entorno y
reconocer si las condiciones van a ser propicias para ello. Así, un mar
demasiado calmo o demasiado bravo puede hacerle perder a un surfista una tarde
preciosa que podría invertir en cualquier otra cosa. Acaso en darse cuenta que
el surf no es lo suyo, quien sabe. La retirada también implica la humildad de
reconocer que hay cosas que no te corresponden.
Me lo
debería aplicar porque ¿qué hago yo aquí divagando sobre surf y taoísmo si no
tengo ni idea ni de lo uno ni de lo otro? Me retiro, por tanto, pensando que ojalá
y todas las retiradas fueran tan dulces como la que perpetro. Que abandonar una
idea que te obsesiona y que no te corresponde fuera igual de fácil como abandonarse
a los brazos de Morfeo sobre este balancín y ante este escenario al que tengo
la suerte de acudir cada año.
1.:
Publicaré la bibliografía próximamente por si a alguien que por aquí pase le
interesa.
¡No te retires, por favor! Porque tú dirás qie no tienes ni idea de surf y de taoísmo, pero yo te leo, te escucho, y ma dan ganas de que me enseñes a esperar las olas y de ser tu pequeña saltamontes. Me reconfortas. Me quitas la mugre de las gafas; por lo de desdeñar los valles de las olas, y muchas otras cosas.
ResponderEliminar¡Bibliografía!
Ya sabes que esta tierra se hace gala del "cansinismo"... no, de momento no me retiro de aplicar dosis de taoísmo personalizado... me calculo otro par de posts.
Eliminar¡Y muchísimas gracias, pequeña saltamontes! Para la próxima enseñanza te daré una pista: el pequeño (precisamente) saltamontes está dentro del puño que se mueve.
Muas
Yo no voy a leer tu bibliografía,porque me encanta la idea de que hay por ahí unos misteriosos "libros chinos" que solo tú puedes interpretar como lo haces.Y prefiero saber de esos libros chinos cuando pasan por tu filtro y me los explicas.Como lo de esperar a que salga la peli,ya sabes.1beso grande.
ResponderEliminar¡Ay qué ilusión! ;)
EliminarMuchas gracias, mi guapa! Si publico la bibliografía te lo aviso y lo censuramos.
¡¡Besazos!!