Soy espectadora
perpetua de su trajín, pero hoy más que nunca, decoradas como están con ese
rojo oscuro que arrastran desde la boda del sábado, mis ojos van hacia ellas
como los mosquitos a la piel descubierta del verano. Ñam.
Así, a una
distancia de un brazo no se aprecian las irregularidades del color ni las
huellas del barrido de la brocha cuando el esmalte se iba secando. Otra cosa
ocurre si me las acerco a los ojos: ahora sí se nota el efecto de los guantes
de látex y el fregoteo de los platos de dos desayunos, dos comidas y una cena.
Y es que me
encanta mirarlas así porque parece que sus movimientos son más definidos. Como
si los dedos fueran dejando una estela cuando saltan de tecla en tecla.
Pero decía que,
hoy más que nunca me fijo en ellas porque no parecen mías. Me siento… más
mujer, qué tontería. Aunque, ahora que lo pienso, quizá es más correcto decir
que así me siento más cerca de la imagen de mujer que yo tenía cuando era una
niña. Quizá de la imagen de la mujer que yo creía que sería.
Que por otro
lado, qué cosas, de niños nos hacemos una idea de cómo es la vida que a veces
sospecho que se convierte en el patrón de vida que de adultos nos va atando en
corto. Con lo bonito que sería ir día a día modificando ese patrón según
nuestra experiencia o simplemente, reírnos de nuestra inocencia de entonces y sentirnos
sorprendidos de lo que la vida nos va desvelando, tan rara ella.
De adultos
observo que podrían tomarse dos caminos, en este estudio sin fundamento ni
documentación que me atrevo a publicar porque, en este espacio, mi palabra es la Ley.
Pues eso, que
según lo vivido en carnes propias y al respecto del patrón de vida que de niños
marcamos que es la vida, se podrían adoptar dos comportamientos al respecto del
susodicho patrón: 1) O luchas muchísimo contra él, te rebelas, lo maldices,
maldices tu suerte y todo el rato intentas oponerte a él, lo cual es lo mismo que
vivir el patrón mismo, o 2) tratas todo el rato de acercarte a ese patrón,
lamentándote en mayor o menor medida de lo que la vida te depara en tanto que
te aproximes menos o más a lo que fijaste de niño y que ni te paras a
cuestionar.
Sigo con la
reflexión y me lleva a que si seguimos el canon impuesto por nuestro niño-yo,
me imagino la vida un tanto vertiginosa. No rápida: vertiginosa, de vértigo.
Porque vamos pasando indefectiblemente por esos estadios de estudios, trabajo,
pareja, matrimonio, hijo, otro hijo, ¿acaso otro hijo?...y esa linealidad nos
lleva a un fin que, si eres como yo, de niño habrás pensado mucho en que el
final de esa línea es la eternidad y la eternidad es tan inabarcable que eso sí
que representa el verdadero vértigo. Pero también es vértigo lo que se siente
cuando sabes que tu vida no va a tener sorpresas.
En caso que te
alejes del hilo conductor que marcaste como ley en tu tierna infancia, es
posible que sientas desamparo porque no hay hilo al que agarrarse, no hay
patrón que te sustente, o al menos, a la sociedad en la que vives (o a tu
niño-juez) no le dio por inventarse diferentes vidas… con lo que no encajas muy
bien en aquello que pensante. La vida no es lineal en este caso y más allá de
dos pasos por delante no se ve nada…y el miedo llega.
Y ¿por qué no en
este caso dos y también en el uno, volverse creativo?.
Y es que, ya sea
en el caso uno o en el dos, la vida al final te sorprende por igual. Y dan
ganas de preguntarle a Algo, "¿así que, esto es la vida?". Y probablemente te
levantes un día y te sorprenda muchísimo que ese bebé que hay en la cuna sea
tuyo, o que esa persona que por un instante ni reconoces ha mecanizado el gesto
de pasarte la mano por la cintura. O que abras los ojos por la mañana y esa
cama de matrimonio sea sólo para ti…
Y nada es
definitivo en el patrón de la vida que se desvela. Qué bueno sería ser niño
cada día y reírse del patrón que dibujamos ayer, porque ves que la vida se
empeña en jugar con los planes: hace añicos ese patrón que iba a ser un
pantalón y te monta una falda con los trozos. Y no hay manera de anticiparse a
la sorpresa, porque, qué tontería, no habría tal sorpresa con anticipación.
Pero sí
podríamos abrir los ojos mucho cada día y saber que todo eso que el día nos
ofrece es la vida y acogerlo tanto si es bueno o malo, que esos adjetivos los
ponemos nosotros.
...Y ponernos a
bailar con esa falda que nosotros creímos que iba a ser un pantalón...
Ahora que hablo
de sorpresas, también me sorprende la transición de este post a perorata. Que
no sabía yo que me iba a poner a reflexionar tanto...
...Que yo sólo
quería deleitarme un rato con el movimiento de estas manos de mujer que, con las uñas pintadas,
están saltando sobre el teclado de mi ordenador.
¡¡Hay una señora invadiendo mi teclado!!
El pintauñas se inventó para que tarde o temprano unas uñas de colores adornaran lo más singracia que ha diseñado el genio humano, a saber, el teclado de un portátil.
ResponderEliminarYo veo manos de niña, ahí, y entiendo una conciencia de niña que puede diseñarse como le dé la gana, todavía, y que si quieres se viste sin patrones, sabiendo que ni con falda, ni con pantalón, que como más cómodo se está es desnudo.
A ver dónde integro el párrafo dos, porque con él, veo el post más redondito.
EliminarMil gracias, Sila!
Escritora pinturera...
ResponderEliminarComo me gustan tus uñas de mujer!
ResponderEliminarAngelica
Gracias Angélica! En la boda que nombro, estuviste... jijiji
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