Es la primera
vez que lo veo sonreír, aunque bajo sus ojos se mantiene la sombra de
preocupaciones pasadas pero recientes.
El escenario no
ha cambiado mucho: la misma fachada, la misma luna que vivió despacito su
particular tiempo de destape de anuncios de ofertas inmobiliarias, la misma
pantalla de ordenador en la que, ansioso, lo veía clavar los ojos, seguramente
en busca de presas en forma de casas vacías…
Me sorprende,
eso sí, la nueva luz que le da al local la pintura clara de sus paredes y ese,
para mi, desconocido desparpajo con que le estará explicando al primer cliente
que he visto por allí en años en qué consiste eso del “vapeo”.
Me río para mis
adentros mientras continúo por mi acera, sin tener muy claro aun qué es exactamente
lo que me hace gracia, pero algo que dice que tiene que ver con que, entre su
antes y su después, no hay mucha diferencia.
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