Hace unos meses
me pedía una y otra vez algo que yo llamaba la
nada. La nada era la ausencia de
pretensiones, parar las búsquedas suicidas, dejar de escapar de lo que me
rodeaba, mirar mi entorno en toda su fealdad o en toda su grandeza.
Algo así era la nada para mí.
Ese afán ha
derivado de forma transitoria en un modo de vida que yo denominaría de jubilada si no fuera porque tengo que
ir a trabajar. Habito un periodo de vacación vital en el que me dedico a lo básico
y lo adorno con todo aquello que me apetece. No me dejo cabos sueltos en lo que
a transitar por los senderos que me gustan se refiere.
Pedaleaba un día
de éstos por mi trayecto habitual de vuelta del trabajo. No se escatima ni en
verde ni en azul por estos lares, es la mejor época sin duda para andar sobre
la bici. Mientras avanzaba iba precisamente pensando en mi nuevo estado
jubiloso, tratando de no poner demasiado empeño en organizarme la tarde, cuando
de repente me topé con un cartel de Marc Márquez anunciando relojes en una
marquesina de autobús.
A la velocidad
de la luz mis pensamientos generaron un encuentro con el muchacho. Hey, hola Marc, ¿algún plan para hoy? Pues
sí, mira, tengo que entrenar dos horas en el gimnasio, después una hora de bici
sobre rodillo y luego me reuniré con mi entrenador para estudiar los progresos
de la semana.
Los progresos de
la semana…, maldita sea, menudo estrés. ¿Qué le podría decir yo del tiempo que tenía por delante?: Pues yo después
de comer igual me voy un poquito a dar un paseo, luego a comprar y hacer la
comida de mañana. Creo que terminaré con un rato de yoga, escritura o lectura,
no sé. Y si quedo con alguien lo mismo voy y me tomo un vino... Esa soy yo en
la actualidad. Menos mal que estudié mucho una gran parte de mi vida.
Pero, seguí
reflexionando no ajena a lo que estaba sucediendo, si hubiere alguna esquirla
de autocrítica en mi actual actitud se debe al capitalismo que llevo inserto en
mi ánima, pues no creamos que el capitalismo es cosa concerniente sólo a
números, mercado y monedas. El capitalismo introduce el término rentabilidad en todos los aspectos de la
vida, no sólo los materiales. Ya escribí sobre esto y no le voy a dar más
vueltas pero, ¿adónde creemos que vamos con lo de sacarnos provecho? Cubrir
todas las horas del día para sentir que generamos ganancias, menuda desazón.
Estamos más entrenados en éso que en dejar que las cosas pasen o que lleguen a
su debido momento.
Cuando me quise
dar cuenta enfilaba mi calle. Me había perdido toda mi soleada ruta mascullando
para mis adentros razones por las que preferir mi actual estado al de Marc Márquez.
Señal de que aún no soy la jubilada que pretendo. Señal de que el capitalismo
me infecta con un suave pero claro sentimiento de culpabilidad. Tendré que
continuar entrenando para perfeccionar este estado de ralentí.
De todas formas,
concluí, algo nos une a Marc Márquez y a mí con mayor o menor aprovechamiento: darle
prioridad a lo que nos gusta de verdad. El rédito que cada uno obtengamos con
nuestros haceres depende de dónde el capitalismo ponga sus ávidos ojos.
Y aquí una canción muy bonica y disfrutable, para estados de jubilación precoz y/o legítima.