De entre todas las labores posibles decido que hoy barreré hojitas otra vez. Aun así, antes de empezar doy un repaso a mis apetencias, no vaya a ser que subrepticiamente sólo lo haga por agradar cuando en realidad quisiera dedicarme a otras actividades más lucidas y lúdicas que ofrece la casa. Tras breve autoanálisis admito que no: todo mi ser se inclina hacia la retirada de las hojas secas, flores y semillas que se desprenden incansables de este árbol que aún tiene mucho trabajo que dar, según indica su copa. Así que me dirijo como cada día al rincón donde se amontonan las escobas y busco mi cepillo favorito de exteriores y otro de cerdas más suaves. Hoy me voy a atrever con una zona complicada en la que la tierra del suelo está más suelta.
Hace unos años, cuando vine aquí por vez primera me ofendió un comentario de
la dueña que aseguraba que nadie sabía barrer. Y me lo decía a mí, que llevaba barriendo casi desde que
tenía uso de razón. Al preguntarle, molesta, cómo habría de hacerlo, ella, de
una forma muy pedagógica, me contó que durante muchos años se dedicó a limpiar
colegios para ganarse el sustento suyo y de sus hijos cuando la vida se le
volvió un poco más difícil. Ahí comprendió el arte del cepillo. Me desveló que
lejos de la costumbre generalizada de extender la basura y pasearla por todo el
suelo para hacer un único montón, era mucho más eficaz ir acumulando pequeños
montones y retirarlos poco a poco. De esta manera, un verdadero experto del
barrido, y mucho más si hablamos de exteriores, debe saber que tendrá que
hacerlo sin soltar el recogedor, avanzando pasito a pasito mientras va
dedicándole prácticamente un exclusivo golpe de escoba y recolección a cada
cosa que perturbe la integridad higiénica del suelo…
… Y así me hallo yo ahora, imitando al experto, con la cabeza gacha
concentrada en cada hoja, en cada florecilla y en cada roce del cepillo con la
tierra cuando comienzan a sonar en mi cabeza los primeros versos de uno de los
poemas que más me gustan del Tao Te King:
La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre
y así está más cerca del TAO…
Sonrío para mis adentros reconociendo a aquel que vierte los versos en mi
mente y es que uno de los principales efectos secundarios de estar en armonía
es que mi Ego no solo se conforma con subirse al carro donde, como romeros, nos
balanceamos con gracia mi Bienestar y yo, sino que además lanza flores a
nuestro paso y se deshace en vítores, alharacas y olés. Hoy, en su sencillez, me coloca en el pedestal de la Virtud
dedicándome el poema por haber elegido este trabajo tan poco atractivo e
insinuándome que gracias a eso terminaré, esta vez sí, por alcanzar el nirvana
y la plena realización personal.
Pero bueno, tampoco quiero hacerle mucho caso pues qué vano es luchar
contra un ente tan complejo como el Ego. Le dejo hacer mientras mi atención se
centra en darle vida al suelo, como
me dijo también mi maestra, en una distinción bastante gráfica entre las
labores que se realizan con amor de las que no.
… Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre…
Trabajar con el TAO de banda sonora tampoco es desagradable, me admito
mientras la actividad comienza a transformarse en una cuasi-meditación: no
mirar más allá de la siguiente hojita y fijar la vista sólo en medio metro
cuadrado me ordena la mente ¿Qué extraños misterios se esconden detrás de la
dedicación, del abandono de la prisa, del vivir ajeno a metas ni recompensas?
… y así está más cerca del TAO…
Bueno, por supuesto que mi ego tiene la respuesta. A estas alturas ya me ha
alzado al nivel de Mesías en la
escala evolutiva humana... Como siga así voy a tener que atarle en corto.
En medio de la incipiente pugna por mi control emocional observo que barrer
este lugar es lo más parecido a barrer directamente el campo y eso me hermana
con una vecina que vivía en mi barrio cuando yo era niña y que en sus últimos
años perdió la cabeza. En esa época era fácil verla enfrascada con su escoba en
el cauce seco del río que atravesábamos para ir al colegio. Los niños y no tan
niños, crueles, nos reíamos de ella por lo bajini pero hoy, bajo este sol que
ya empieza a picar, me pregunto si acaso su independencia emocional no sería
tan grande que poco le importaban las burlas y mucho el hacer lo que su confuso
corazón le dictara…
…Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre
y así está más cerca del TAO…
Pues por hoy ya está. Levanto por fin la vista y no sé si estaré más cerca
del TAO, pero al menos el patio se ve más bonito. Recojo mis herramientas y al
ir a colocarlas en su sitio me sobresalta una voz a mi espalda. -Perdona, has
sido tú quien ha barrido allí debajo del árbol-. Era la jefa. Maldita sea, me digo esperando bronca, ya he vuelto a esparcir demasiado la tierra
- Sí, contesto con voz trémula - Es que está muy bien. Cuando lo he visto he
pensado que por fin hay alguien que barre como yo. - Gracias-, respondo
aliviada. -Sólo apliqué lo que un día me enseñaste…
…Y mientras la conversación se desarrollaba, en un universo paralelo un
ego desbordado restregaba en los morros de su habitáculo manchego, y de carrerilla, un poema enterito
del Tao Te King...
La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre
y así está más cerca del TAO.
Por esto, la suprema bondad es tal que,
su lugar es adecuado
Su corazón es profundo
Su espíritu es generoso
Su palabra es veraz
Su gobierno es justo
Su trabajo es perfecto.
Su acción es oportuna.
Y no combatiendo con nadie,
nada se le reprocha.
Algo me dice que hoy no hay hojitas suficientes en todo el planeta Tierra para que ese ego llegue a comprender lo que de verdad significa este poema.
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