Unishma Dahal
tiene doce años. Recuerdo que estaba en la puerta de la casa de sus abuelos
cuando la conocí el pasado Diciembre en el viaje que hice a Nepal. Aquella
visita que iba a ser rápida, se convirtió en un ejemplo de hospitalidad para
todos nosotros. En la terraza, mientras que su abuela preparaba comida para
seis extranjeros, ella se sentó a mi lado y con un nivel de inglés que para mí
lo quisiera me fue contando que le gustaba estudiar y que su asignatura
favorita era precisamente el inglés.
Gracias a que
anoté el facebook de su madre he podido mantener el contacto con Unishma todos
estos meses. En este tiempo me ha contado que ve a su padre cada dos años
porque trabaja en Arabia Saudí para mandarles dinero y que así su hermano y
ella puedan estudiar. A pesar del esfuerzo, sólo se podían permitir una casa
llena de grietas en la que la familia vivía siempre con miedo a que se les
viniera abajo.
El pasado día
veinticinco le mandé un mensaje cuando aún no sabía el alcance del terremoto
que acababa de sacudir su país. A las tres horas, que a mí se me hicieron
eternas a medida que me llegaban más y más noticias del desastre, Unishma me contestó
diciéndome que casi mueren y que su casa se había destruído. Acompañó el texto
con un emoticono lloroso que, cómo son las cosas, casi me mata de la ternura.
A Binay Tamang
lo conocimos en Dhulikhel. Venía para trabajar de porteador de una de nuestras
mochilas pero en seguida fue uno más. Veintisiete años aunque aparentaba menos.
Mientras que toda nuestra ropa se apellidaba “técnica” y nuestras zapatillas
estaban diseñadas para el ultra-agarre en montaña, Binay se pateó todas
nuestras rutas con sus vaqueros, su jersey y sus zapatillas de calle. Hecho un señor.
Discreto, quizá porque sólo se manejaba un poco en inglés, se mantenía siempre
silencioso pero sonriente. Sentía su afecto cuando caminaba a mi lado y así,
comunicándonos como podíamos me fui enterando que también para él era la
primera vez que pisaba esas tierras, con la diferencia que no estábamos a
muchos kilómetros del lugar donde él residía habitualmente: Bhaktapur. Allí
dormía junto a otros compañeros en el mismo restaurante donde trabajaba. Y no
dudaba cuando le preguntaba que qué tal estaba allí: bien. Binay siempre te
decía sonriendo que estaba bien. Le mandaba dinero a su familia, que vivía lo
suficientemente lejos de Bhaktapur como para que Binay no pudiera permitirse el
lujo de ir a verlos todas las veces que quería.
También con él
he seguido en contacto. Todas las veces que hablábamos me decía que nos echaba
de menos, Laura Didi*. A veces me mandaba
mensajes de voz entonando canciones típicas de Nepal, y es que Binay canta muy
bien.
El sábado
veinticinco le mandé el mismo mensaje que a Unishma, pero no fue hasta tres
días después que supimos que estaba bien. Esos tres días todos nos aferramos
como koalas a la idea de que la comunicación tras el terremoto estaba muy mal,
pero yo veía imágenes de cómo había quedado Bhaktapur y me ponía mala.
Cuando por fín
hablamos recibí un calco del mensaje de Unishma: Estamos bien, Laura Didi, pero nuestra casa se ha destrozado.
Gracias a Unishma
y a Binay hemos podido conocer que la ayuda que les llega del gobierno o de las
ONG’s es escasa. Unishma me cuenta estos días que a su familia sólo le han dado
una pequeña tienda de campaña, dos paquetes de fideos y uno de arroz. Llevan ya
más de una semana viviendo en esa tienda. Su padre, que ha vuelto de Arabia
Saudí, está buscando una habitación de alquiler en algún lugar próximo para que
su familia se resguarde de las lluvias del monzón, que comienzan en Junio.
Conociendo estos
detalles, el grupo de los que la pasada Navidad fuimos a Nepal vamos a ayudar
directamente a Unishma Dahal y a Binay Tamang para colaborar en la
reconstrucción de sus casas. Nos dicen que, entre otras cosas, será necesario
comprar unos 15000 ladrillos. Cada uno cuesta doce rupias, que supone un total
de 180000 rupias. Casi 1600 euros sólo en los ladrillos.
Hemos decidido
abrir esta iniciativa a todo el que quiera colaborar en la compra de los
materiales, pues han sido muchos los que nos han ofrecido su ayuda. Perdonad la
demora pero queríamos recopilar en primer lugar toda esta información y no ha
sido fácil dadas las comunicaciones, el desfase horario y la localización de
nuestros amigos.
Todo lo que se
recaude llegará integro a las manos de estas dos familias nepalíes. Estamos en comunicación con ellos porque el monzón llega pronto y queremos saber cuándo será posible la reconstrucción. El envío de dinero se realizará en el momento en que vayan a comprar los materiales.
Si quieres
ayudar, mándame un correo a escrituracurativa@gmail.com
y te cuento más detalles de cómo hacerlo.
Muchísimas
gracias.
*En Nepal se le llama de forma cariñosa Didi a las mujeres que son mayores que tú.
Laura, con nosotros cuenta siempre...eres una fenómena!!!
ResponderEliminarUn abrazo amiga.
Cuenta también conmigo, Laura. Un abrazo.
ResponderEliminarJosé Ramón.
Gracias, amigos!
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