lunes, 10 de marzo de 2014

Implacable vecina cotilla

Mírame a esta pantalla, símil de mis ojos, y déjame que te hable, pues pocas ocasiones vas a tener como esta para hacerlo.

Quería decirte que soy yo. Si, yo. Aquella en la que piensas más veces de lo que estás dispuesto a admitir. La que condiciona muchos de tus actos cotidianos.

Quiero decirte a las claras las cosas que normalmente ni siquiera te susurro, no lo necesito. Porque sabes que estoy cerca y espero tu patinazo, tu caída, tu falta…

…Para, en cualquier momento, crearte un estigma.

Soy yo la que tras tu accidente o desvanecimiento o cólico nefrítico te va a estar esperando en el quirófano, o dondequiera que afanados médicos o auxiliares te quiten la ropa, para mirar por encima de sus hombros y evaluar el estado de tus bragas,  calzoncillos o tanga, para comprobar si están sucios o no, si están nuevos o no, si los has lavado bien o, si por el contrario, han adquirido ese indescriptible colorcillo típico de los que no hacen las cosas tan concienzudamente como yo. Tampoco perderé de vista si te has cambiado los calcetines, si tienen agujero o si están desgastados del talón… Asentiré lentamente, rostro enjuto, cuando las cosas estén como Dios manda pero…ay de ti si no es así.

Soy yo la que se cuela en tu casa “cuando pasa algo” y disimulada, desliza el dedo por encima del mueble del salón. La que mira si hay pelusas debajo de tu cama, si los platos se apilan en el fregadero o si los jerseys están doblados o amontonados de cualquier forma en el cajón.
Te prometo que el mínimo desvío de lo inmaculado, me lo anoto y lo cuento.

Vaya si lo cuento.

Llevo la cuenta de tus novios, de tus ligues y de si todas esas relaciones han sido correctas a los ojos del Señor. Tengo la mirada en tu cogote, no sea que te atrevas a hacer cosas inmorales. Estoy dispuesta a poner en entredicho tu reputación.

Serás la comidilla de las familias de clase media en la sobremesa del domingo.

Y si, he sido yo la que le ha contado lo tuyo al vecino que te mira cuando vas por la calle. Y ese otro también sabe por mí de tu calaña. A aquel de allí le he detallado todas tus miserias, así que ojo cuando cruces por la plaza.

Es por mí por quien te cambias la ropa interior.

Es por mí por la que limpias cuando ni siquiera hace falta.

Es en mí en quien piensas cuando traspasas la barrera de lo decente.

Soy implacable, infalible, impoluta, impasible, insaciable…

…Y me temes.

Más que al coco.

Más que al hombre del saco.

Ay de ti, si te topas conmigo.


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