martes, 11 de abril de 2017

El capitalismo y Marc Márquez

Hace unos meses me pedía una y otra vez algo que yo llamaba la nada. La nada era la ausencia de pretensiones, parar las búsquedas suicidas, dejar de escapar de lo que me rodeaba, mirar mi entorno en toda su fealdad o en toda su grandeza.
Algo así era la nada para mí.
Ese afán ha derivado de forma transitoria en un modo de vida que yo denominaría de jubilada si no fuera porque tengo que ir a trabajar. Habito un periodo de vacación vital en el que me dedico a lo básico y lo adorno con todo aquello que me apetece. No me dejo cabos sueltos en lo que a transitar por los senderos que me gustan se refiere.
Pedaleaba un día de éstos por mi trayecto habitual de vuelta del trabajo. No se escatima ni en verde ni en azul por estos lares, es la mejor época sin duda para andar sobre la bici. Mientras avanzaba iba precisamente pensando en mi nuevo estado jubiloso, tratando de no poner demasiado empeño en organizarme la tarde, cuando de repente me topé con un cartel de Marc Márquez anunciando relojes en una marquesina de autobús.
A la velocidad de la luz mis pensamientos generaron un encuentro con el muchacho. Hey, hola Marc, ¿algún plan para hoy? Pues sí, mira, tengo que entrenar dos horas en el gimnasio, después una hora de bici sobre rodillo y luego me reuniré con mi entrenador para estudiar los progresos de la semana.
Los progresos de la semana…, maldita sea, menudo estrés. ¿Qué le podría decir yo del tiempo que tenía por delante?: Pues yo después de comer igual me voy un poquito a dar un paseo, luego a comprar y hacer la comida de mañana. Creo que terminaré con un rato de yoga, escritura o lectura, no sé. Y si quedo con alguien lo mismo voy y me tomo un vino... Esa soy yo en la actualidad. Menos mal que estudié mucho una gran parte de mi vida.
Pero, seguí reflexionando no ajena a lo que estaba sucediendo, si hubiere alguna esquirla de autocrítica en mi actual actitud se debe al capitalismo que llevo inserto en mi ánima, pues no creamos que el capitalismo es cosa concerniente sólo a números, mercado y monedas. El capitalismo introduce el término rentabilidad en todos los aspectos de la vida, no sólo los materiales. Ya escribí sobre esto y no le voy a dar más vueltas pero, ¿adónde creemos que vamos con lo de sacarnos provecho? Cubrir todas las horas del día para sentir que generamos ganancias, menuda desazón. Estamos más entrenados en éso que en dejar que las cosas pasen o que lleguen a su debido momento.
Cuando me quise dar cuenta enfilaba mi calle. Me había perdido toda mi soleada ruta mascullando para mis adentros razones por las que preferir mi actual estado al de Marc Márquez. Señal de que aún no soy la jubilada que pretendo. Señal de que el capitalismo me infecta con un suave pero claro sentimiento de culpabilidad. Tendré que continuar entrenando para perfeccionar este estado de ralentí.
De todas formas, concluí, algo nos une a Marc Márquez y a mí con mayor o menor aprovechamiento: darle prioridad a lo que nos gusta de verdad. El rédito que cada uno obtengamos con nuestros haceres depende de dónde el capitalismo ponga sus ávidos ojos.
Emanciparme de la prisa me trajo la impresionante salida de la luna (ahí al fondo)


Y aquí una canción muy bonica y disfrutable, para estados de jubilación precoz y/o legítima.

lunes, 10 de abril de 2017

Apuntes II

Como en yin que tiene el yang dentro y viceversa, en la certeza habita la duda y el germen del movimiento en medio de la quietud. Se disipa cuando todo ha pasado, así se resuelve si se difuminó o si fue regado hasta que dio frutos.
No es natural la quietud permanente. Me pregunto si esta desgana lo es; si el no inmiscuirme demasiado en casi nada, estará bien. Mis pasiones ahora no me soliviantan. Soy firme defensora de mí.
La duda me pregunta si no echo de menos el movimiento.
En medio del movimiento, todo mi ser anhelaba quietud.


Y aunque no tiene nada que ver (o sí), mira que canción más bonita.

domingo, 9 de abril de 2017

Su primera primavera

Es importante, es muy importante…
Si hubiera leído siquiera el inicio de Alicia se habría reído de sus propios pensamientos, de su prisa y de la importancia que se estaba dando.
Pero, pardiez, ¡es que sí que era muy importante! Y no sólo ella, sino que toda la creación lo sabía.
A pesar de contar con un poco de ayuda, había puesto todo de su parte. Se había concentrado mucho y aunque las condiciones no eran demasiado propicias (ella habría preferido un espacio un poco más abierto para crecer, esa es la verdad), se aplicó aquello que sus mayores le habían recordado: que en cualquier sitio se puede encontrar un hálito de vida y que había que aprovecharlo.
Aún anda con la resaca de sensaciones que le produjo la eclosión. Por más que lo había imaginado no encontró nada que se le pareciera en lo que llevaba de vida.
Por eso hoy luce orgullosa sus flores y poco importa si al lado pasan coches con las ventanillas bajadas y música estridente; da lo mismo si son pocos los que se fijan en ella, aún tan chiquita. Si fuera humana podría ver su sonrisa y tal vez un poquito de rubor adolescente. Es poquita cosa pero es que no hay quien se esconda del todo en su primera primavera.