lunes, 17 de febrero de 2014

Como pollo sin cabeza

Vienes de vez en cuando y no me gusta tu recado. Me dices cosas como: - Pero, ¿qué estás haciendo aquí?. ¡Corre!, ¡escapa!, ¡vuela!.

Y claro que tienes razón pero ¿adónde voy?. Y tú sin contestar, sólo que me pones un petardo en el culo y, como petardo rastrero del que no prevees trayectoria, me tienes corriendo como pollo sin cabeza.

Bajo tu presencia podrá verse a mi cuerpo yendo al trabajo con la bici, cestita llena con bolso y merienda mañanera o concentrado frente al ordenador o quizá de camino a la clase de yoga de los martes, esterilla en mano.

Pero por dentro vuelo, corro, escapo…y mi corazón late deprisa engañado por la nítida imagen de mí escapando, corriendo, volando.

No me gusta cuando vienes porque me sacas de quicio, me llevas la contraria, le das un manotazo a mi castillo de naipes y te vas corriendo. Me dejas desvalida, con el forro de los bolsillos fuera de mis pantalones y las manos caídas a los lados sin saber qué hacer con ellas.

Pero eso sí, con un petardo metido en el culo y mi corazón acelerado, dispuesta a correr como pollo sin cabeza.
 

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