Que encuentres lo que
buscas, me dices al despedirnos. Y lo he tenido presente todo el tiempo que
ha durado esta aventura.
Vuestras ganas de que quedemos antes de irme. Para nada en especial.
Para desearme buen viaje. Y además, por si me quedaban dudas, para que yo sepa
que estáis a mi lado.
Tu sonrisa. Y la tuya. Y también la tuya. Pásalo bien. Disfruta mucho. ¿No te irás a
quedar? Pues mira, no lo sé. Es tanta la gente que me dice lo mismo que ya
sospecho si no estaré emitiendo señales de huída a las que yo no tengo acceso.
DURANTE
¿Qué tal llevas los
ochomiles? ¿En ese sitio hay Nochebuena? Ya te avisaré yo para Año Nuevo que allí lo mismo tampoco cambian el año.
¿Va todo bien?¡Que lo
aproveches! Sí, aquí estamos bien. Nos acordamos de ti. ¿Tienes ganas de
volver? No. Obviamente, no.
El que tropieza y no
cae, adelanta terreno, dijiste en el momento oportuno.
Abrazos. Risas. Ojos que hablan. Manos que aprietan en el
momento y con la intensidad justa.
DESPUÉS
¿Sabes? Sí que encontré cosas. Algo en mí intuía que el
camino de baldosas amarillas me llevaría a rincones fangosos de mi ser. Pero me
pilló valiente. Me reencontré con mi obstáculo pero torpemente, lo reconozco,
esta vez me enfrenté con él. Gracias porque tu frase fue mi aliento.
Tenemos que quedar y
que nos cuentes. Claro, además os he traído una cosita. Pequeña, que en la mochila
el espacio es limitado.
Tu alegría cuando nos vemos de nuevo. Pero la de tus ojos.
Tus ganas de que te cuente. Y yo sin saber por dónde empezar.
Uf, esta gula. ¿Será normal? ¿Será fruto del jet lag? ¿No
tendría que haber pasado ya? Ni idea pero tengo necesidad de comer mal a todas
horas. De comer dulce. Sí, sí, me he alimentado bien. Mejor que bien. La comida
nepalí me ha encantado. Todo allí, la verdad.
Laura, éste es el último
mantecado de limón que tenía en casa. Como dijiste que eran tus preferidos, te
lo traigo para que acompañes el café.
Y de nuevo tus ojos, y los tuyos y los tuyos, devolviéndome
sonrisas. También por escrito.
^^^^^^
Dar algo, lo que sea, en Nepal implica recibir elevado a una alta potencia.
Pero también aquí. Cada mensaje, cada gesto nimio es transformado y devuelto
multiplicado por mil. La generosidad, el cariño y el amor son universales, gracias
a Dios.
No todos los días anda una lo suficientemente lúcida como para
darse cuenta del amor que le rodea.
Me
pregunta cómo se dice "I like you" en español. -Me gustas-, le digo.
Ella lo apunta en su libreta y me sigue contando que por la zona en la que
ahora paseamos estuvo hace poco de picnic con sus amigas del colegio.
Unos metros más
adelante ella, su prima y su hermano se paran. Ya no les dejan alejarse más.
Nos despedimos. Adiós Unishma, le digo. Y ella, mientras agita su mano y la
distancia nos va separando, me grita: ME GUSTAS, LAURA.
Si nos tenemos en el facebook seguro que ya conoces esta pequeña historia. También quiero que se guarde aquí. Además, es posible que pronto te cuente más cosas que pasaron aquel día.
Una vez dentro
de mi casa sólo pienso lo normal: que me gustaría ser Juanjo Millás para poder
describir como él hace, la extrañeza de sentirme tan ajena al lugar que dejé
hace más de dos semanas.
De pequeña
también me gustaba esa sensación cuando volvíamos de las vacaciones de verano y
de repente me parecía que éramos intrusos explorando los rincones en los que se
desarrollaba nuestra vida.
Hoy, de nuevo,
invado mi territorio y me aprovecho de este punto de vista efímero para
comprobar que me gusta el tono fucsia que le dan a mi cuarto los mandalas y la
persiana que colgué no hace tanto. Me valgo de esta mirada de visitante y siento
mi casa acogedora.
La cocina resplandece
con esta luz de mañana fría y despejada que se cuela por el cristal de la
puerta que la separa del patio. Llegar hasta aquí bajo esta luz también ha sido
extraño. Normalmente a estas horas en un día laborable como lo es hoy, ando
enfrascada con el Excel o preparando disoluciones rodeada de matraces y
pipetas. Pero hoy no. Hoy he caminado con paso lento desde la estación de tren.
Recreándome en los colores de la mañana y teniendo cuidado de no resbalar en los
tramos congelados de la umbría. Aplicando la manera de caminar que he
desarrollado en las montañas: dejando caer todo mi peso en cada paso.
El trayecto
también ha tenido un punto inaudito: unos niños montados en los patinetes que
seguro ayer les dejaron los Reyes me preguntan que por qué voy así. Qué raro,
pienso. En las latitudes de las que vengo sí es normal que los niños se dirijan
a ti, que te agarren de la mano y quieran jugar. Que les llame la atención el
color de tu piel. Que te pregunten cuál era tu asignatura favorita o te pidan chocolates
pero ¿aquí? Quizá es que debo seguir desprendiendo algún tipo de halo atractivo
para ellos, pienso con vanidad propia del flautista de Hamelín. -¿Así cómo?- Le pregunto, una vez fuera de
mi reflexión, a la niña que me ha dirigido la palabra. - Pues así, con
pantalones de verano-.
Miro hacia abajo
y sonrío. Le cuento que llevo unas mallas debajo de tanto estampado vaporoso y
que por eso no tengo frío. No me pongo a explicarle que he dejado casi toda la
ropa que llevaba en ese país lejano del que vengo porque había que elegir entre
lo que llevé y lo que compré. Entre lo viejo y lo nuevo. Y que elegí darle paso
a lo nuevo en sentido literal y figurado.
En cualquier
caso, su apreciación me hace darme cuenta de que de esta guisa, mezclando lo
oriental con zapatillas de senderismo en una combinación que jamás llevaría en
mi vida habitual, me he paseado sin recato por dos continentes. Tres aviones se
han encargado de transportar mis huesos por escenarios de lujo cambiante. He
viajado en la burbuja espacio-temporal de un trasbordo de siete horas ocupando
con ello el tiempo más improductivo y legítimamente ocioso que recuerdo. Ni por
leer me ha dado. Si acaso un poco de escritura para seguir trazando el relato
de los días anteriores. Siquiera un esquema de los hechos. Siquiera un
esqueleto de índice sobre el que más tarde, me digo, seguir añadiendo
vivencias, pensamientos y emociones. Me he limitado a dejar pasar el tiempo y
el tiempo ha corrido rápido, compadeciéndose de mí.
Tan, tan raro
todo.
Me he caído de
sueño en el lujo de un asiento de cuero en el aeropuerto de Qatar, mecida por
el mantra recitado por la señorita de la megafonía. ¿Qué estaría diciendo con
aquella frase que para mí siempre terminaba en Qataría? Qataría, Qataría,
Qataría… Y mi cabeza oscilando de izquierda a derecha deseando que, tras
esta niebla, azafatos irreales nos indicaran amablemente el lugar de la puerta
de embarque, permitiendo que mi estómago desacompasado engullera sin criterio
horario el contenido de una sucesión de bandejitas que se colocaban por orden
incierto en el soporte de mi asiento.
Mis biorritmos andan locos y yo sólo
manifiesto gula y sueño.
Y ahora pienso
que no sé cuánto durará esta burbuja, pero siento que aquí dentro es donde debo
recomponerme. Mientras una realidad difuminada sigue su curso ahí afuera me
dedicaré a asimilar experiencias en mi imaginario. Como un feto en
autodesarrollo seleccionaré las enseñanzas que quiero que me acompañen de aquí
en adelante; incorporaré las emociones y vivencias descolocadas con las que
ahora comparto este raro líquido amniótico. Y desecharé por mi nuevo conducto
umbilical aquello que ya no quiero ser. Aquello que se quedó allí, lejos. Exorcizado
por la luz de diez velas a la orilla del lago Phewa, en Nepal.
- Pues ya ves
Guardián, en cuanto os pongo cara ninguno estáis a salvo de un poquito de
exorcismo literario-.
- Sé razonable, Laura. Ya quedamos en su día que yo sería tu
fiel servidor. Te protegería de todo mal y haría de ti un ser cuasi infalible
en sus emprendimientos-.
- Bueno, la
verdad es que no soy muy consciente del pacto ése que dices, pero tengo que
felicitarte porque has hecho muy bien tu trabajo. Sin rencor ni ironía, ¿eh?-
- Entonces, ¿a qué viene esta exposición?-
- ¿De verdad
quieres saberlo?-
- Pues sí, claro-.
- Voy a intentar
explicártelo con imágenes. No creas que es fácil encontrar en el vasto Internet
algo que se asemeje a mis paisajes oníricos pero bueno, ya que insistes, aquí
está una aproximación al resultado de tu labor tal y como se proyecta en la
pantalla de mi mente-.
- Pero bueno, ¿y eso qué es?-
- Ésos somos tú
y yo-
- ¿Y por qué me imaginas con trenzas?-
- No, hombre,
esa no eres tú. La de las trenzas soy yo pero en rubia-.
- ¡¿ME VES COMO UN DRAGÓN?!-
- No exactamente.
Ya te he dicho que Internet será muy prolífico en imágenes pero desde luego no
tiene un archivo específico de todo lo que se me pasa por la cabeza-.
- Menos mal, ¿y cómo soy para ti, entonces?-
- Ejem, si. En
mi mente y, aunque tengo que decir que últimamente te veo más difuminado, eres
más o menos así:
- Lo estamos apañando… -
- Lo siento-.
- Pues la verdad, que tampoco sé de qué te quejas. Mira, ven
que te recuerde mi labor: lo que somos
capaces de hacer tú y yo juntos. Mira donde vivimos. La torre, según tú. Mira
qué preciosidad. Mira los acabados tan impolutos. Mira lo grande que se ha
puesto la enredadera que sembré hace dos primaveras. Mira qué limpio está todo…
¿Por qué no te gusta?-
- No, pero si es
precioso…y acogedor. Y está todo bien cuidado pero ven que ahora te quiero
enseñar yo algo. Asómate a la ventana de la torre, ¿qué ves?-
- Pues veo… veo lo que tú. Un paisaje precioso. Verde. Unas
lomas hermosísimas-.
- Yo también veo
un paisaje de cuento de hadas, pero ¿no notas nada?-
- No, para mí está perfecto-.
- ¡¿No te llama
la atención que… ESTAMOS AQUÍ MÁS SOLOS
QUE LA UNA?!-
- ¿Cómo que solos? ¿Acaso no viene gente de vez en cuando,
como el mancebo de antes?-
- ¡Pero si lo
has echado sin presentármelo siquiera!-
- Es que no era digno de ti, ya te lo he dicho. Y además, también
para eso estoy yo aquí, para filtrar-.
- Más bien dí,
para sellar la puerta con soldadura de cordón-.
- Me dirás ahora que no he dejado que te vayas de vez en
cuando a explorar mundo…-
- …Pero me atas
tan corto que a la mínima ya me estás dando voces desde la torre para que
vuelva… y esto no puede seguir así. Si al menos estuviéramos más cerca de la civilización,
todo sería más divertido. No tenemos por qué vivir siempre en esta torre.
Podríamos alquilar un loft, por ejemplo. O algo que no imponga tanto respeto, ¿no?
Tú quizá encontrarías una Guardiana, quién sabe. O un grupo de amigos
guardianes con los que echarte unas risas de vez en cuando y yo… yo podría visitar
otras torres, otras casas más tranquilamente. ¿No te parece buen plan?-
- Yo estoy muy a gusto aquí. Además, quién sabe los peligros
que pueden estar acechándonos más allá de las lomas. ¿Dónde vamos a estar mejor
que tranquilitos en este lugar?-
- Estoy un poco
harta de estar tranquilita. ¿Sabes? Además, estoy pensando salir fuera quieras
o no. Hacer un viaje largo. Hacer un viaje lejos-.
- ¿Cómo de lejos? No me irás a decir que vas a traspasar las
lomas…-
- Estoy
pensando, ya que estamos dentro de paisajes inventados, en ir al reino de
Muy-Muy-Lejano. Como Shrek-.
- ¿¿¿¿A Muy-Muy-Lejano???? Estás loquísima. Allí sí que
dicen que hay dragones. Y que la gente muere después de que el cuerpo se les
llene de pústulas supurantes nada más ponerse en contacto con su atmósfera. Que
por sus calles, corrientes putrefactas de un líquido indescriptible descomponen
todo cuerpo a su paso. Que en cada rincón hay mafias de trata de blancas que
capturan a…-
- … Vale, vale… ¿Y
dónde has escuchado eso? ¿En La Torre –News? Venga Guardián, si no sales de
aquí-.
- Era mi deber retenert…digooo, protegerte-.
- Pues lo siento.
Si hay de todo eso por ahí, quiero verlo con mis propios ojos. Además, que no
te estoy consultando. Ya está decidido. Ya tengo la mochila preparada, las
zapatillas de trekking listas, el frontal, pastillas potabilizadoras y un
cuadernito precioso para apuntar las anécdotas que me ocurran-.
- … o las desgracias…-
- No pienso
escucharte. Adiós Guardián. Me voy. Muy-Muy-Lejano me esperaaaa-.
Igualito pero en morena y con mochila
- Está bien, Laura. Vete si quieres. Corre tan rápido como
puedas Sólo espero que tengas presente que en éste, como en cualquier pasaje
onírico, todos los personajes son TÚ. Yo también soy tú. Poner distancia física
no es la solución para separarse de mí-.
- Lo sé, pero por
algún sitio habrá que empezar-.
- The End -
Y mientras que
probablemente escuches la melodía que pone fin a esta entrada, te cuento que si
alguna conclusión he sacado este año de estos diálogos delirantes, es que lo que mejor
funciona para poner distancia verdadera entre los humanos y sus monstruitos es
el HUMOR.
Mandaré postales
desde Muy-Muy-Lejano. También a Guardián, pobre. O quizá resulte que llegue allí y
Shrek tenga Wifii, en ese caso podré contarte en forma de entradas bloguiles cómo se las gastan los
personajes de los cuentos. Total, hablar con ellos no debe ser muy diferente a
hacerlo con entidades emocionales diversas.
Imagina que una
parte de tu vida está gobernada por el regomello y que, aunque supuestamente
vas siguiendo el curso normal de los aconteceres, dicho regomello te impide
vivirlos de frente y con plenitud.
Imagínate que un
día te hartas y decides enfrentarte a aquella cosa. ¿Te suena?
¡¿Cómo no te va
a sonar?! Lo llevas leyendo varios meses en este espacio del cibermundo. Y sí,
de nuevo hace falta casi la misma introducción que en los anteriores posts de
esta serie para encontrar paralelismos con otro aspecto de la Cuántica.
Siento el
cansinismo.
Sin demorarme de
nuevo en historias que ya te he contado, sólo apunto que el yoga fue bálsamo
para mí pero que no se trata sólo de yoga… Aquí de lo que se trata(ba) era de
desfacer un nudo en mi propia persona y por tanto, comprender qué estaba
pasando y por qué. En medio de todo esto llegó el yoga y blablabla.
Sin más,
discutamos acerca de esa búsqueda a través del...
PRINCIPIO
DE INCERTIDUMBRE
Sigue imaginando.
En este caso ponte en la piel de un tal Heisenberg. Eres físico. En la
comunidad científica de la que formas parte hay un bulle-bulle tremendo debido
a que estáis gestando lo que posteriormente (o quizá ya) se llame Física
Cuántica. Habéis llegado muy lejos. O muy profundo. Estáis a punto de tocar el
cielo con las manos o más bien, lo cercano. Lo cercano y lo pequeño. Lo íntimo.
Tenéis ya suficientes datos y suficientes experimentos como para enfrentaros a
aquello de lo que estamos hechos. Queréis saberlo todo acerca del átomo y de
los electrones, esas particulitas móviles dentro del propio átomo. Si lo
descubrís estaréis cada vez más cerca de encontrar una teoría que lo englobe
todo: el micromundo, el mundo y el macromundo. Queréis saber de qué parámetros
se valió Dios en su Creación.
Esta tarde vas
especialmente entusiasmado al trabajo. No le has dicho a casi nadie lo que
estás tramando pero sabes que hoy es un día crucial porque como seas capaz de
averiguar la posición del electrón en un momento determinado y su velocidad de
giro puede que hoy sea el último día del mundo tal y como lo conoce el hombre.
Mañana será el futuro. Mañana será otra Era. La épica se dibuja en tu sonrisa.
Cruzas la puerta
de la facultad. Aun faltan décadas para que los acordes de The Eye Of The Tiger se compongan pero, quizá debido al plegamiento
del tiempo, una parte de tu cerebro reptiliano es capaz de captar a través de
los tiempos la determinación que inoculan sus ondas sonoras. Ahí estás. No
sabes porqué pero aprietas el paso. Tienes prisa por llegar a tu despacho. En
tu mente, sólo dos conceptos: velocidad y posición. Te lo repites muchas veces:
velocidad y posición, velocidad y posición. Ya enfilas tu pasillo. Ya enfocas
la vista en tu puerta. Velocidad y posición. Sólo estás a un metro. Velocidad y
posición. Abres con ímpetu. Velocidad y posición. Hoy es tu día.
Como el que se
deja el chocolate para lo último, habías dejado adrede la ecuación definitiva a
medias con el fin de recrearte esa tarde en su resolución. Qué pájaro. Coges un
folio nuevo y tu pluma favorita. Mojas la punta en la tinta y vas llenando la
hoja de constantes y simbología griega mientras piensas por cuánto se subastará
ese mismo papel dentro de unos años. Te vuelves a centrar. Despejas la
velocidad de giro del electrón. Ya la tienes. Una nueva hoja para encontrar su
posición. La llenas de algoritmos pero… ¿qué ocurre? No encuentras solución
alguna. Repasas. Seguro que con el entusiasmo te has equivocado en alguna
constante. No, parece que está bien. ¿Seguro? Repasas de nuevo. Nada. No hay
certeza en la posición.
No pasa nada.
Comienzas de nuevo el trabajo. Esta vez vas a empezar por la posición del
electrón. Ecuaciones por doquier, flechas y símbolos. ¡Aquí está, claro! ¿Pero
qué te ha podido pasar antes? Y ahora, con esa posición, te pones a calcular la
velocidad del giro. Estás más tranquilo a medida que vas resolviendo. Ya estás
cerca. Pero, ¿y esto? ¡¿Cómo que no hay solución ahora para la velocidad?! Y
vuelves a intentarlo. Y confirmas que cuando tienes la posición, no tienes la
velocidad. Y cuando resuelves la velocidad, la posición del electrón es una
completa incógnita. El jodido electrón es verdaderamente escurridizo.
Tiempo después,
algo avergonzado expones tus conclusiones en un simposium ante toda la
comunidad científica. Más tiempo después, otros colegas concluyen en lo mismo
que tú. No tenéis más remedio, si no queréis tirar todo el trabajo previo por
la borda, que ser humildes y comprender que no se puede tener acceso al completo
conocimiento de todo. Siempre va a haber algún poso de duda. Es probable que
nunca la teoría cuántica devenga en certeza. Y bautizáis al inconveniente:
Principio de incertidumbre. Dios os la había jugado.
.........
Volvamos al presente
tras esta recreación muy personal de cómo acaecieron estos hechos ubicados en
el primer cuarto del siglo XX.
¿Verdad que ya
sólo con el título del post y con lo que llevamos, barruntas la conclusión?
Para que luego nos digan que la física cuántica es difícil.
Descomponer el
regomello. Que abandonara su cualidad pastosa y amorfa y darle claridad.
Descubrir qué era y por qué estaba ahí. Autoconocimiento. Esa era la zanahoria
que, cual terca mula, me dispuse a perseguir. Una persona inteligente y en su
sano juicio se habría dedicado a vivir sin darle mayor importancia a la negrura,
y los aconteceres probablemente habrían disipado las nubes. Yo podría haber
sido esa persona inteligente, pasar olímpicamente y hacer como que estaba todo
chupi-guay1 pero es probable que también en mi caso The eye of the
Tiger resonara de alguna manera entre mis neuronas cuando decidí enfrentarme a
ese Miura. Lo que ocurre es que una es menos impetuosa que los marca-paquete
del video anterior (ahora sí le vas a dar al play, ¿eh?) Una es, más bien, moderada
y elegantemente aguerrida, si se me permite.
Parecido muy razonable con el dibujito del primer plano
Ya te he contado
que me empapé de todos los libros que caían en mis manos. Que con el Kundalini
Yoga accedí a una nueva experiencia de mí. Descubrí que mis límites eran
barreras imaginarias que podía mover hasta donde yo quisiera. Cada
descubrimiento era digno de celebración y estaba acompañado por un iluso “¡sí,
esto era, ya lo tengo!” o “claro, ahora todo encaja como un enorme puzzle sideral2”.
Pero ahí, acechando a la vuelta de la esquina de mis vivencias, estaba la
experiencia para confrontar la resolución de mis ecuaciones. Y el resultado
solía ser una enorme indeterminación. "¿Pero cómo ha podido pasar de nuevo si yo
ya pensaba que había resuelto este entuerto?"
Y vuelta a
empezar. Me voy aplicando mi propia medicina en forma de meditaciones o series
de yoga y a la par, pruebo toda suerte de “terapias” en forma de seminarios,
cursos y lo que se tercie. Todos ellos me aporta algo. A todos les pongo la
etiqueta de “definitivo” y todas las veces la euforia inicial vuelve a toparse
con la realidad pura y dura. De nuevo llegan las dudas. La resolución está
cerca, la sientes, pero no llega.
¿Y qué pasa,
pues?
Pues pasa, alma
mía, que te has topado nada más y nada menos que con el Principio de
Incertidumbre,que viene a sentenciar sí, aquí también, que es imposible que
desentrañes con certeza todas las incógnitas de tu vida. Precisamente porque es
TU vida y se trata de un área tan íntima y tan cercana que no tienes acceso a
su completa resolución. Los mayores enigmas se suelen esconder en el mejor
sitio: delante de tus narices.
Acercarte
demasiado a ti mismo, igual que acercarse demasiado a los electrones, hace que
las variables se disparen. Como cuando acercas tanto la vista a algo que al
final el objeto que enfocas termina por desenfocarse… (¿O soy sólo yo y mi leve
estrabismo?)
Visto lo visto,
¿está todo perdido? ¿Tiramos la toalla? ¿Nos damos al beber?
No hombre, no.
Qué habría sido de la física si Heisenberg y sus colegas se hubieran deprimido
destilando trigo en alambiques clandestinos. Pues aquí tampoco. Como ellos, hay
que echar mano de la humildad y continuar la vida asumiendo esa
indeterminación.
Además, si lo
piensas bien, el Principio de Incertidumbre lleva implícitas dos características bien
interesantes con las que vamos a ir concluyendo el capítulo de hoy.
Por un lado, que
no seas cien por cien cognoscible por ti mismo te da un margen para que pruebes
otras opciones de ti a las que no te tienes acostumbrado. Invita a que te
experimentes en otras situaciones que a priori no habrías ni considerado. Paradójicamente,
esos otros múltiples TUS te ayudarán a acercarte mucho más a saber quién eres
en realidad.
Por otro lado, implica
perspectiva. El Principio de Incertidumbre se hace más notable cuanto menor es
la distancia entre un problema y el sujeto que lo resuelve. Así, te será más
fácil resolver desde el sofá de tu salón los tejemanejes que tienen que ver con
la crisis y la corrupción o el por qué a tu primo le va mal en su negocio, que
el problema que tienes en casa o contigo mismo. Por ese mismo motivo, no
rechaces de plano la opinión que te dé alguien acerca de ti y tus cuitas. Quizá no dé completamente en el clavo, pero puede
ser más que interesante su punto de vista.
Pero mira, entre tú y yo, no hay que irse tanto por las ramas para explicar todo esto. Una se puede empapar de teorías físicas, indagar en sí misma... y luego resulta que el
acerbo popular ya postuló hace muchísimos años, mucho antes del primer cuarto
del siglo XX, este Principio de Incertidumbre que hoy nos ha ocupado. No tienes más que acordarte de que Se ve mejor la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Que no te vengan a ti a decir que la Física Cuántica
es difícil.
(1)Me he criado en los ochenta, ¿qué pasa?
(2)Cristina, esta frase es tuya y a ti me recuerda.
Pues no sé,
vamos a ver, me respondo. De momento, he escrito el título y llego a la segunda
línea sin que el ordenador me haya hecho ningún extraño. Pero claro, tampoco sé
yo si la intención de escritura tiene la suficiente materialidad como para que la
fuerza de los elementos se percate y descargue su furia sobre mi persona.
Prosigo pues y
me meto de lleno en el ajo.
Ayer estuve en
misa.
Desde hace algunos
años cuando voy a misa es para asuntos que se encuentran en los extremos opuestos
de la escala de la alegría. O a bodas o a entierros.
Por desgracia, ayer
tocó lo segundo.
La poca
frecuencia de mi asistencia al rito religioso hace que, ya que estoy allí, me
ponga a escuchar lo que dice el cura. Confieso que hace unos años me proponía
lo mismo pero el discurso tenía la propiedad de hacer que, aun sin terminar el
primer minuto, mi atención ya anduviera dando saltos desde la chaqueta de la
señora que tenía sentada delante, al peinado de la de al lado, a lo que estará
pensando aquél tan alto o en lo que hará con su vida ese otro… Y así hasta que
nos daban el aviso de que había que ponerse de pie para seguir con el ritual.
Pero hete aquí
que desde que ando metida en asuntos espirituales, y no hace falta para ello
vestir el atuendo de monja o meditar en una cueva o tocar los crótalos sino
simplemente tener una inquietud y leer un poquito sobre el tema, me da por
escuchar con atención cada vez que voy y, sin querer, me pongo a contrastar los
mensajes.
Imagino que no
todos los curas serán iguales así que este escrito va dirigido únicamente a mi
experiencia concreta y puntual de ayer.
En un mono-tono
del que obviaré la crítica porque lo de la expresividad es algo inherente a la
persona, el cura nos leyó un evangelio que versaba sobre una conversación entre
Jesús y sus discípulos en la que les decía que el reino de Dios está dentro de
ellos y que, por ende, no esperaran que dicho reino fuera a llegar en medio de grandes
alharacas. Más o menos ese es el resumen.
Después llegó la
homilía y lejos de aclarar el mensaje que, a mi entender, es en lo que esto consiste,
se puso este hombre a repetir una y otra vez lo que decía el evangelio. Que
venga con que el reino de Dios lo tenemos dentro y otra vez con el reino de
Dios, que si deja que el reino de Dios entre en ti. Que si el reino de Dios,
esto; que si el reino de Dios, lo otro. Y yo pensando, como decía Joaquín Reyes
en su memorable Testimonio de Tachenko: “dímelo otra vez, anda: dímelo otra
vez”. Y es que, no porque me lo repitas más veces me voy a enterar mejor de lo
que me estás contando.
En ese momento me puse a mirar a la gente que me rodeaba y todas las caras tenían una
expresión que me era familiar. Era mi propia expresión bastantes años antes,
aguantando el chaparrón de la homilía, esperando a que pasara, fijándome en
quién ha venido, pensando en lo que haría después… lo que sea salvo escuchar.
Porque te prometo que si hubiéramos estado escuchando, muchas cabezas se
habrían vuelto a un lado y a otro buscando complicidades y similares gestos de extrañeza
o incluso se habrían levantado manos para solicitar turno y consultar dudas.
Y es que, ¿cómo
voy a reconocer el reino de Dios, señor mío, si la iglesia no me aclara qué es
Dios? ¿Y cómo voy a saber si tengo dentro el reino de Dios si no me está explicando
lo que es el reino de Dios?
Que no es este
post para dármelas de lista… es algo así como una denuncia o un feedback de
mejora para la iglesia*. Perdón, para este cura en concreto. Quizá nadie le ha
dicho que no se le entiende y que su mensaje es bastante confuso. Es sólo esa
mi intención. Dejo aparte la opinión que tengo sobre esta institución.
Al alcance de
todos están otras formas de explicar la espiritualidad, por otra parte,
necesaria para mi persona. Espiritualidad, así en genérico.
Sinceramente, no
sabría definir muy bien el término pero estoy convencida que tiene que ver con resolver,
de la forma en la que a cada cual le valga, el qué carajo hacemos aquí en la
vida. Y a poco que te pongas a indagar encuentras filosofías y corrientes de
pensamiento que, teniendo en cuenta lo abstracto del asunto, se han esforzado
en explicarlo de una forma más natural. Quizá tan natural como trató de hacerlo
Jesús. Pero, por supuesto, no como trata de explicarlo la iglesia. Perdón, el
cura de mi pueblo.
En cuanto a la
idea de Dios, el taoísmo dice algo así como que “Hay una fuerza que mantiene y
entretiene la vida; como no sé su nombre, le llamo TAO”. Me encanta: Mira, aquí hay vida y yo no me lo puedo ni
explicar. Pero no hacen más que nacer, transcurrir y morir cosas. Y yo no sé qué es ni por qué
ocurre, así que me voy a inventar un nombre para todo Esto. Mismamente TAO. Y
en Esto, estoy yo, estás tú y estamos todos.
Esa fuerza sería
Dios. Y esa fuerza somos también todos nosotros y todo lo que pasa en el
universo. Cuando el universo surgió del Big Bang, echando mano a esta teoría,
los humanos no estábamos viéndolo en el cine ni escuchando la retransmisión que
daban en la radio sobre el tema. Lo que quiera que seamos surgió también en ese
momento, por lo que estamos hechos de la misma pasta que el TODO y, como si
fuéramos hologramas, el TODO está contenido en nosotros. En nosotros está el
TAO. Nosotros vivimos en ese TAO, en esa fuerza. En lo que la iglesia llama
Dios. Y lo transmitimos o se transmite a través de nuestra capacidad de crear,
entre otras cosas, vida.
¿Y lo del reino
de Dios? ¿Qué habrá querido decir con el reino de Dios? Lo habrá repetido, y
dale Perico al torno, unas cincuenta veces. Aquí yo sí habría levantado la mano
si no fuera porque el respeto a la ceremonia era infinitamente más grande que
mi perplejidad.
Intuyo que con
lo del reino de Dios se refiere a vivir de acuerdo al TAO. A dejarse llevar por
la corriente de la misma Vida. A participar de su transcurrir con suavidad, sin
oposición, con comprensión ante los aconteceres; con la conciencia de que
formamos y somos parte de este vastísimo TODO y que la única manera de alcanzar
la verdadera felicidad es sumergirnos en ese transcurso sin resistencias, con
ojos ávidos de experiencias y aprendizaje; aprovechando lo que el viaje nos
depara y no queriendo aferrarnos a ninguna de las piedras que encontramos en el
cauce, porque nos haríamos daño. A comprender que estamos de paso. A reír desde
el corazón una vez que todo este juego esté comprendido. A, abandonando los
personajes que creemos que somos, simplemente SER.
Qué se yo… no sé
qué palabras habría de haber utilizado. Quizá lo de las palabras era lo de
menos. Lo de más habría sido, en mi opinión, la verdadera voluntad de que el mensaje
se entendiera y que eso se antepusiera al rito.
Pero es sólo mi
opinión porque puede ser que yo fuera la única que no tenía claro lo que es
Dios y su reino y todos los demás ya estuvieran de vuelta.
O quizá es que
sea verdad eso de que no es demasiado interesante el promover que la gente se
cuestione sobre sí misma. Porque, a mi entender, ese es el primer paso para alcanzar
su verdadera Libertad. O acaso, el Reino de Dios.
Con el máximo
respeto hacia personas que quiero y que ayer despedían a un ser muy querido.
(*) Buen intento
el hacerlo desde aquí, hormiguita.
- Estooo…Ssssi… bueno
intento que se entienda un poco lo que…-
- …¿Y qué me dices de lo tuyo con los hombres? Madre mía.
Están todos por tus hues…
- [¿Cómorl?]
… porque no me digas que no te has dado cuenta de cómo caen
rendidos a tus pies, lo que pasa que no te lo dicen porq…-
- UN MOMENTO, UN
MOMENTO… ¿QUIÉN ANDA AHÍ?-
- […]-
- ¡Que quién
anda ahí, he dicho! ¡Quítame esta venda de los ojos, no seas cobarde, quiero
verte!-
- Desde luego es que eres una corta-rollos. Anda, trae
acá. Ah, y de venda nada: un antifaz de lo más sofisticado-
- No, si ya
decía yo que aquí había gato encerrado… y la encerrada soy yo… pero en tu
gabinete, Masajeador de Ego. ¿Te parece bien toda esta parafernalia?-
- Hombre, pues muy mal no me parece: tu poquita camilla,
tu incienso Nag Champa negro… tu musiquita de relajación… ¿Prefieres que te
lleve a picar piedra? ¡Desagradecida!-
- A ver… perdona
la brusquedad. Tienes razón, pero es que esto no es muy sano.-
- Insisto en lo de la cantera, guapa. O mejor, que vuelva
Juez Interior con el brío de antaño.-
- Mira, ni una
cosa ni la otra: Juez y tú sois… (a ver cómo lo digo sin ofender)… esto… sois
extremos indeseables de una misma cosa… Hala, ya lo he dicho.-
- ¿Me estás comparando con Juez Interior? ¡¿Pero cómo te
atreves?!-
- Sí y no. Desde
luego que te prefiero a ti antes que a Juez, conste. Y por supuesto que cuando
apareces coincide con momentos especialmente dulces pero, mira Masajeador, si os
estoy comparando es porque tanto Juez como tú me provocáis una visión engañosa
de la realidad.-
- ¿Y qué quieres entonces? ¿Empaparte de aburrida
neutralidad? ¿Ser imperturbable? ¿Subir a los cielos mientras el coro de
arcángeles (arcángeles, ¿eh?) pone la banda sonora a tu ascensión?-
- Es que no
puedes parar de exagerar, ¿eh? Te digo que tus masajes me encantan pero en su
justa medida porque… chico, ¡es que cuando te creces la que luego se lleva el
guantazo soy yo!-
- ¿Y es esa razón suficiente para querer escapar de las
emociones?-
- ¿Escapar de
las emociones? ¡¿Quién está hablando de escapar de las emociones?! Estás
confundiendo el vivir las emociones con regodearme en ellas, confundirme y
montarme películas, que es lo que tú me haces. Y vale que tus películas son más
agradables que la de Juez pero no dejan de ser comedias románticas y luego… la
realidad no es así. A eso me refiero.-
- Pues tú dirás lo que quieras, pero a eso yo lo llamo
sosería y postureo.-
- Llámalo como
te de la gana pero ya te aviso que me puedes dar masajes sí, pero no me
calientes la oreja.-
- Muy bien, muy bien… Así lo haremos, que para eso es tu
cuerpo, tu ego y tu vida pero antes de irme me vas a admitir una cosita…-
- El qué…-
- Que en el fondo… En el fondo-fondo… Muuuuuuy en el
fondo… Crees que lo que te digo es cierto.-
- Eres lo peor,
que lo sepas.-
Imagen tomada de www.gatitolandia.com (me encanta el nombre, jijijiji)