jueves, 15 de enero de 2015

Cariño antes, durante y después

ANTES

Que encuentres lo que buscas, me dices al despedirnos. Y lo he tenido presente todo el tiempo que ha durado esta aventura.

Vuestras ganas de que quedemos antes de irme. Para nada en especial. Para desearme buen viaje. Y además, por si me quedaban dudas, para que yo sepa que estáis a mi lado.

Tu sonrisa. Y la tuya. Y también la tuya. Pásalo bien. Disfruta mucho. ¿No te irás a quedar? Pues mira, no lo sé. Es tanta la gente que me dice lo mismo que ya sospecho si no estaré emitiendo señales de huída a las que yo no tengo acceso.

DURANTE

¿Qué tal llevas los ochomiles? ¿En ese sitio hay Nochebuena? Ya te avisaré yo para Año Nuevo que allí lo mismo tampoco cambian el año.

¿Va todo bien?¡Que lo aproveches! Sí, aquí estamos bien. Nos acordamos de ti. ¿Tienes ganas de volver? No. Obviamente, no.

El que tropieza y no cae, adelanta terreno, dijiste en el momento oportuno.

Abrazos. Risas. Ojos que hablan. Manos que aprietan en el momento y con la intensidad justa.

DESPUÉS

¿Sabes? Sí que encontré cosas. Algo en mí intuía que el camino de baldosas amarillas me llevaría a rincones fangosos de mi ser. Pero me pilló valiente. Me reencontré con mi obstáculo pero torpemente, lo reconozco, esta vez me enfrenté con él. Gracias porque tu frase fue mi aliento.

Tenemos que quedar y que nos cuentes. Claro, además os he traído una cosita. Pequeña, que en la mochila el espacio es limitado.

Tu alegría cuando nos vemos de nuevo. Pero la de tus ojos. Tus ganas de que te cuente. Y yo sin saber por dónde empezar.

Uf, esta gula. ¿Será normal? ¿Será fruto del jet lag? ¿No tendría que haber pasado ya? Ni idea pero tengo necesidad de comer mal a todas horas. De comer dulce. Sí, sí, me he alimentado bien. Mejor que bien. La comida nepalí me ha encantado. Todo allí, la verdad.
Laura, éste es el último mantecado de limón que tenía en casa. Como dijiste que eran tus preferidos, te lo traigo para que acompañes el café.

Y de nuevo tus ojos, y los tuyos y los tuyos, devolviéndome sonrisas. También por escrito.

^^^^^^

Dar algo, lo que sea, en Nepal implica recibir elevado a una alta potencia. Pero también aquí. Cada mensaje, cada gesto nimio es transformado y devuelto multiplicado por mil. La generosidad, el cariño y el amor son universales, gracias a Dios.

No todos los días anda una lo suficientemente lúcida como para darse cuenta del amor que le rodea.

GRACIAS

Bucólica representación del AMOR. En rojo nepalí 



miércoles, 14 de enero de 2015

Unishma Dahal


Unishma Dahal es una niña muy aplicada. 
Me pregunta cómo se dice "I like you" en español. -Me gustas-, le digo. Ella lo apunta en su libreta y me sigue contando que por la zona en la que ahora paseamos estuvo hace poco de picnic con sus amigas del colegio.
Unos metros más adelante ella, su prima y su hermano se paran. Ya no les dejan alejarse más. Nos despedimos. Adiós Unishma, le digo. Y ella, mientras agita su mano y la distancia nos va separando, me grita: ME GUSTAS, LAURA.


Si nos tenemos en el facebook seguro que ya conoces esta pequeña historia. También quiero que se guarde aquí. Además, es posible que pronto te cuente más cosas que pasaron aquel día.

domingo, 11 de enero de 2015

Raro

Una vez dentro de mi casa sólo pienso lo normal: que me gustaría ser Juanjo Millás para poder describir como él hace, la extrañeza de sentirme tan ajena al lugar que dejé hace más de dos semanas.
De pequeña también me gustaba esa sensación cuando volvíamos de las vacaciones de verano y de repente me parecía que éramos intrusos explorando los rincones en los que se desarrollaba nuestra vida.
Hoy, de nuevo, invado mi territorio y me aprovecho de este punto de vista efímero para comprobar que me gusta el tono fucsia que le dan a mi cuarto los mandalas y la persiana que colgué no hace tanto. Me valgo de esta mirada de visitante y siento mi casa acogedora.
La cocina resplandece con esta luz de mañana fría y despejada que se cuela por el cristal de la puerta que la separa del patio. Llegar hasta aquí bajo esta luz también ha sido extraño. Normalmente a estas horas en un día laborable como lo es hoy, ando enfrascada con el Excel o preparando disoluciones rodeada de matraces y pipetas. Pero hoy no. Hoy he caminado con paso lento desde la estación de tren. Recreándome en los colores de la mañana y teniendo cuidado de no resbalar en los tramos congelados de la umbría. Aplicando la manera de caminar que he desarrollado en las montañas: dejando caer todo mi peso en cada paso.
El trayecto también ha tenido un punto inaudito: unos niños montados en los patinetes que seguro ayer les dejaron los Reyes me preguntan que por qué voy así. Qué raro, pienso. En las latitudes de las que vengo sí es normal que los niños se dirijan a ti, que te agarren de la mano y quieran jugar. Que les llame la atención el color de tu piel. Que te pregunten cuál era tu asignatura favorita o te pidan chocolates pero ¿aquí? Quizá es que debo seguir desprendiendo algún tipo de halo atractivo para ellos, pienso con vanidad propia del flautista de Hamelín. -¿Así cómo?- Le pregunto, una vez fuera de mi reflexión, a la niña que me ha dirigido la palabra. - Pues así, con pantalones de verano-.
Miro hacia abajo y sonrío. Le cuento que llevo unas mallas debajo de tanto estampado vaporoso y que por eso no tengo frío. No me pongo a explicarle que he dejado casi toda la ropa que llevaba en ese país lejano del que vengo porque había que elegir entre lo que llevé y lo que compré. Entre lo viejo y lo nuevo. Y que elegí darle paso a lo nuevo en sentido literal y figurado.
En cualquier caso, su apreciación me hace darme cuenta de que de esta guisa, mezclando lo oriental con zapatillas de senderismo en una combinación que jamás llevaría en mi vida habitual, me he paseado sin recato por dos continentes. Tres aviones se han encargado de transportar mis huesos por escenarios de lujo cambiante. He viajado en la burbuja espacio-temporal de un trasbordo de siete horas ocupando con ello el tiempo más improductivo y legítimamente ocioso que recuerdo. Ni por leer me ha dado. Si acaso un poco de escritura para seguir trazando el relato de los días anteriores. Siquiera un esquema de los hechos. Siquiera un esqueleto de índice sobre el que más tarde, me digo, seguir añadiendo vivencias, pensamientos y emociones. Me he limitado a dejar pasar el tiempo y el tiempo ha corrido rápido, compadeciéndose de mí.
Tan, tan raro todo.
Me he caído de sueño en el lujo de un asiento de cuero en el aeropuerto de Qatar, mecida por el mantra recitado por la señorita de la megafonía. ¿Qué estaría diciendo con aquella frase que para mí siempre terminaba en Qataría? Qataría, Qataría, Qataría… Y mi cabeza oscilando de izquierda a derecha deseando que, tras esta niebla, azafatos irreales nos indicaran amablemente el lugar de la puerta de embarque, permitiendo que mi estómago desacompasado engullera sin criterio horario el contenido de una sucesión de bandejitas que se colocaban por orden incierto en el soporte de mi asiento. 
Mis biorritmos andan locos y yo sólo manifiesto gula y sueño.

Y ahora pienso que no sé cuánto durará esta burbuja, pero siento que aquí dentro es donde debo recomponerme. Mientras una realidad difuminada sigue su curso ahí afuera me dedicaré a asimilar experiencias en mi imaginario. Como un feto en autodesarrollo seleccionaré las enseñanzas que quiero que me acompañen de aquí en adelante; incorporaré las emociones y vivencias descolocadas con las que ahora comparto este raro líquido amniótico. Y desecharé por mi nuevo conducto umbilical aquello que ya no quiero ser. Aquello que se quedó allí, lejos. Exorcizado por la luz de diez velas a la orilla del lago Phewa, en Nepal.

El susodicho

viernes, 19 de diciembre de 2014

Conversaciones Internas. El Guardián de la Torre

Ubicación: lugar indeterminado cerca del área pectoral.
Se escuchan voces al otro lado de la coraza emocional:

 -…¿Entonces Laura no puede salir?-
- No. Me ha dicho que está muy ocupada, pero gracias de todos modos-.
- Pues qué pena. El recorrido ha sido pelín largo-.
- Si. Qué pena. Bueno, adiós-.
- ¿Otro?-.
- Si, otro, pero ya lo he despachado. ¿Quién se ha creído que es…?-.
- [Suspiro lánguido]-
- ¿Y tú qué haces? Ah, estás escribien… ¡¿Estás escribiendo?! ¡¿Estás escribiendo a tiempo real ESTA CONVERSACIÓN?!-.
- Pues… si-.
- ¿Pero a mí? ¿A MÍ se me hace esto? ¿A mí también? ¿¿Cómo me puedes poner a la altura de Estrés, de Masajeador del Ego o hasta de Hijoputísima Trinidad??-
- Pues ya ves Guardián, en cuanto os pongo cara ninguno estáis a salvo de un poquito de exorcismo literario-.
- Sé razonable, Laura. Ya quedamos en su día que yo sería tu fiel servidor. Te protegería de todo mal y haría de ti un ser cuasi infalible en sus emprendimientos-.
- Bueno, la verdad es que no soy muy consciente del pacto ése que dices, pero tengo que felicitarte porque has hecho muy bien tu trabajo. Sin rencor ni ironía, ¿eh?-
- Entonces, ¿a qué viene esta exposición?-
- ¿De verdad quieres saberlo?-
- Pues sí, claro-.
- Voy a intentar explicártelo con imágenes. No creas que es fácil encontrar en el vasto Internet algo que se asemeje a mis paisajes oníricos pero bueno, ya que insistes, aquí está una aproximación al resultado de tu labor tal y como se proyecta en la pantalla de mi mente-.
 
 - Pero bueno, ¿y eso qué es?-
- Ésos somos tú y yo-
- ¿Y por qué me imaginas con trenzas?-
- No, hombre, esa no eres tú. La de las trenzas soy yo pero en rubia-.
- ¡¿ME VES COMO UN DRAGÓN?!-
- No exactamente. Ya te he dicho que Internet será muy prolífico en imágenes pero desde luego no tiene un archivo específico de todo lo que se me pasa por la cabeza-.
- Menos mal, ¿y cómo soy para ti, entonces?-
- Ejem, si. En mi mente y, aunque tengo que decir que últimamente te veo más difuminado, eres más o menos así:
 
 - Lo estamos apañando… -
 - Lo siento-.
- Pues la verdad, que tampoco sé de qué te quejas. Mira, ven que te recuerde mi labor: lo que somos capaces de hacer tú y yo juntos. Mira donde vivimos. La torre, según tú. Mira qué preciosidad. Mira los acabados tan impolutos. Mira lo grande que se ha puesto la enredadera que sembré hace dos primaveras. Mira qué limpio está todo… ¿Por qué no te gusta?-
- No, pero si es precioso…y acogedor. Y está todo bien cuidado pero ven que ahora te quiero enseñar yo algo. Asómate a la ventana de la torre, ¿qué ves?-


- Pues veo… veo lo que tú. Un paisaje precioso. Verde. Unas lomas hermosísimas-.
- Yo también veo un paisaje de cuento de hadas, pero ¿no notas nada?-
- No, para mí está perfecto-.
- ¡¿No te llama la atención que… ESTAMOS AQUÍ MÁS SOLOS QUE LA UNA?!-
- ¿Cómo que solos? ¿Acaso no viene gente de vez en cuando, como el mancebo de antes?-
- ¡Pero si lo has echado sin presentármelo siquiera!-
- Es que no era digno de ti, ya te lo he dicho. Y además, también para eso estoy yo aquí, para filtrar-.
- Más bien dí, para sellar la puerta con soldadura de cordón-.
- Me dirás ahora que no he dejado que te vayas de vez en cuando a explorar mundo…-
- …Pero me atas tan corto que a la mínima ya me estás dando voces desde la torre para que vuelva… y esto no puede seguir así. Si al menos estuviéramos más cerca de la civilización, todo sería más divertido. No tenemos por qué vivir siempre en esta torre. Podríamos alquilar un loft, por ejemplo. O algo que no imponga tanto respeto, ¿no? Tú quizá encontrarías una Guardiana, quién sabe. O un grupo de amigos guardianes con los que echarte unas risas de vez en cuando y yo… yo podría visitar otras torres, otras casas más tranquilamente. ¿No te parece buen plan?-
- Yo estoy muy a gusto aquí. Además, quién sabe los peligros que pueden estar acechándonos más allá de las lomas. ¿Dónde vamos a estar mejor que tranquilitos en este lugar?-
- Estoy un poco harta de estar tranquilita. ¿Sabes? Además, estoy pensando salir fuera quieras o no. Hacer un viaje largo. Hacer un viaje lejos-.
- ¿Cómo de lejos? No me irás a decir que vas a traspasar las lomas…-
- Estoy pensando, ya que estamos dentro de paisajes inventados, en ir al reino de Muy-Muy-Lejano. Como Shrek-.
- ¿¿¿¿A Muy-Muy-Lejano???? Estás loquísima. Allí sí que dicen que hay dragones. Y que la gente muere después de que el cuerpo se les llene de pústulas supurantes nada más ponerse en contacto con su atmósfera. Que por sus calles, corrientes putrefactas de un líquido indescriptible descomponen todo cuerpo a su paso. Que en cada rincón hay mafias de trata de blancas que capturan a…-
- … Vale, vale… ¿Y dónde has escuchado eso? ¿En La Torre –News? Venga Guardián, si no sales de aquí-.
- Era mi deber retenert…digooo, protegerte-.
- Pues lo siento. Si hay de todo eso por ahí, quiero verlo con mis propios ojos. Además, que no te estoy consultando. Ya está decidido. Ya tengo la mochila preparada, las zapatillas de trekking listas, el frontal, pastillas potabilizadoras y un cuadernito precioso para apuntar las anécdotas que me ocurran-.
- … o las desgracias…-
- No pienso escucharte. Adiós Guardián. Me voy. Muy-Muy-Lejano me esperaaaa-.
 
Igualito pero en morena y con mochila

  - Está bien, Laura. Vete si quieres. Corre tan rápido como puedas Sólo espero que tengas presente que en éste, como en cualquier pasaje onírico, todos los personajes son TÚ. Yo también soy tú. Poner distancia física no es la solución para separarse de mí-.
- Lo sé, pero por algún sitio habrá que empezar-.


 - The End -

Y mientras que probablemente escuches la melodía que pone fin a esta entrada, te cuento que si alguna conclusión he sacado este año de estos diálogos delirantes, es que lo que mejor funciona para poner distancia verdadera entre los humanos y sus monstruitos es el HUMOR.
Mandaré postales desde Muy-Muy-Lejano. También a Guardián, pobre. O quizá resulte que llegue allí y Shrek tenga Wifii, en ese caso podré contarte en forma de entradas bloguiles cómo se las gastan los personajes de los cuentos. Total, hablar con ellos no debe ser muy diferente a hacerlo con entidades emocionales diversas.
Gracias por pasarte por aquí.
¡Y FELIZ 2015!


miércoles, 3 de diciembre de 2014

La Física Cuántica y la Vida. Autoconocimiento vs Principio de Incertidumbre

Imagina que una parte de tu vida está gobernada por el regomello y que, aunque supuestamente vas siguiendo el curso normal de los aconteceres, dicho regomello te impide vivirlos de frente y con plenitud.
Imagínate que un día te hartas y decides enfrentarte a aquella cosa. ¿Te suena?
¡¿Cómo no te va a sonar?! Lo llevas leyendo varios meses en este espacio del cibermundo. Y sí, de nuevo hace falta casi la misma introducción que en los anteriores posts de esta serie para encontrar paralelismos con otro aspecto de la Cuántica.
Siento el cansinismo.
Sin demorarme de nuevo en historias que ya te he contado, sólo apunto que el yoga fue bálsamo para mí pero que no se trata sólo de yoga… Aquí de lo que se trata(ba) era de desfacer un nudo en mi propia persona y por tanto, comprender qué estaba pasando y por qué. En medio de todo esto llegó el yoga y blablabla.
Sin más, discutamos acerca de esa búsqueda a través del...

PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE

Sigue imaginando. En este caso ponte en la piel de un tal Heisenberg. Eres físico. En la comunidad científica de la que formas parte hay un bulle-bulle tremendo debido a que estáis gestando lo que posteriormente (o quizá ya) se llame Física Cuántica. Habéis llegado muy lejos. O muy profundo. Estáis a punto de tocar el cielo con las manos o más bien, lo cercano. Lo cercano y lo pequeño. Lo íntimo. Tenéis ya suficientes datos y suficientes experimentos como para enfrentaros a aquello de lo que estamos hechos. Queréis saberlo todo acerca del átomo y de los electrones, esas particulitas móviles dentro del propio átomo. Si lo descubrís estaréis cada vez más cerca de encontrar una teoría que lo englobe todo: el micromundo, el mundo y el macromundo. Queréis saber de qué parámetros se valió Dios en su Creación.
Esta tarde vas especialmente entusiasmado al trabajo. No le has dicho a casi nadie lo que estás tramando pero sabes que hoy es un día crucial porque como seas capaz de averiguar la posición del electrón en un momento determinado y su velocidad de giro puede que hoy sea el último día del mundo tal y como lo conoce el hombre. Mañana será el futuro. Mañana será otra Era. La épica se dibuja en tu sonrisa.
Cruzas la puerta de la facultad. Aun faltan décadas para que los acordes de The Eye Of The Tiger se compongan pero, quizá debido al plegamiento del tiempo, una parte de tu cerebro reptiliano es capaz de captar a través de los tiempos la determinación que inoculan sus ondas sonoras. Ahí estás. No sabes porqué pero aprietas el paso. Tienes prisa por llegar a tu despacho. En tu mente, sólo dos conceptos: velocidad y posición. Te lo repites muchas veces: velocidad y posición, velocidad y posición. Ya enfilas tu pasillo. Ya enfocas la vista en tu puerta. Velocidad y posición. Sólo estás a un metro. Velocidad y posición. Abres con ímpetu. Velocidad y posición. Hoy es tu día.

Como el que se deja el chocolate para lo último, habías dejado adrede la ecuación definitiva a medias con el fin de recrearte esa tarde en su resolución. Qué pájaro. Coges un folio nuevo y tu pluma favorita. Mojas la punta en la tinta y vas llenando la hoja de constantes y simbología griega mientras piensas por cuánto se subastará ese mismo papel dentro de unos años. Te vuelves a centrar. Despejas la velocidad de giro del electrón. Ya la tienes. Una nueva hoja para encontrar su posición. La llenas de algoritmos pero… ¿qué ocurre? No encuentras solución alguna. Repasas. Seguro que con el entusiasmo te has equivocado en alguna constante. No, parece que está bien. ¿Seguro? Repasas de nuevo. Nada. No hay certeza en la posición.
No pasa nada. Comienzas de nuevo el trabajo. Esta vez vas a empezar por la posición del electrón. Ecuaciones por doquier, flechas y símbolos. ¡Aquí está, claro! ¿Pero qué te ha podido pasar antes? Y ahora, con esa posición, te pones a calcular la velocidad del giro. Estás más tranquilo a medida que vas resolviendo. Ya estás cerca. Pero, ¿y esto? ¡¿Cómo que no hay solución ahora para la velocidad?! Y vuelves a intentarlo. Y confirmas que cuando tienes la posición, no tienes la velocidad. Y cuando resuelves la velocidad, la posición del electrón es una completa incógnita. El jodido electrón es verdaderamente escurridizo.
Tiempo después, algo avergonzado expones tus conclusiones en un simposium ante toda la comunidad científica. Más tiempo después, otros colegas concluyen en lo mismo que tú. No tenéis más remedio, si no queréis tirar todo el trabajo previo por la borda, que ser humildes y comprender que no se puede tener acceso al completo conocimiento de todo. Siempre va a haber algún poso de duda. Es probable que nunca la teoría cuántica devenga en certeza. Y bautizáis al inconveniente: Principio de incertidumbre. Dios os la había jugado.
.........
Volvamos al presente tras esta recreación muy personal de cómo acaecieron estos hechos ubicados en el primer cuarto del siglo XX.
¿Verdad que ya sólo con el título del post y con lo que llevamos, barruntas la conclusión? Para que luego nos digan que la física cuántica es difícil.
Descomponer el regomello. Que abandonara su cualidad pastosa y amorfa y darle claridad. Descubrir qué era y por qué estaba ahí. Autoconocimiento. Esa era la zanahoria que, cual terca mula, me dispuse a perseguir. Una persona inteligente y en su sano juicio se habría dedicado a vivir sin darle mayor importancia a la negrura, y los aconteceres probablemente habrían disipado las nubes. Yo podría haber sido esa persona inteligente, pasar olímpicamente y hacer como que estaba todo chupi-guay1 pero es probable que también en mi caso The eye of the Tiger resonara de alguna manera entre mis neuronas cuando decidí enfrentarme a ese Miura. Lo que ocurre es que una es menos impetuosa que los marca-paquete del video anterior (ahora sí le vas a dar al play, ¿eh?) Una es, más bien, moderada y elegantemente aguerrida, si se me permite.
Parecido muy razonable con el dibujito del primer plano

Ya te he contado que me empapé de todos los libros que caían en mis manos. Que con el Kundalini Yoga accedí a una nueva experiencia de mí. Descubrí que mis límites eran barreras imaginarias que podía mover hasta donde yo quisiera. Cada descubrimiento era digno de celebración y estaba acompañado por un iluso “¡sí, esto era, ya lo tengo!” o “claro, ahora todo encaja como un enorme puzzle sideral2”. Pero ahí, acechando a la vuelta de la esquina de mis vivencias, estaba la experiencia para confrontar la resolución de mis ecuaciones. Y el resultado solía ser una enorme indeterminación. "¿Pero cómo ha podido pasar de nuevo si yo ya pensaba que había resuelto este entuerto?"
Y vuelta a empezar. Me voy aplicando mi propia medicina en forma de meditaciones o series de yoga y a la par, pruebo toda suerte de “terapias” en forma de seminarios, cursos y lo que se tercie. Todos ellos me aporta algo. A todos les pongo la etiqueta de “definitivo” y todas las veces la euforia inicial vuelve a toparse con la realidad pura y dura. De nuevo llegan las dudas. La resolución está cerca, la sientes, pero no llega.
¿Y qué pasa, pues?
Pues pasa, alma mía, que te has topado nada más y nada menos que con el Principio de Incertidumbre, que viene a sentenciar sí, aquí también, que es imposible que desentrañes con certeza todas las incógnitas de tu vida. Precisamente porque es TU vida y se trata de un área tan íntima y tan cercana que no tienes acceso a su completa resolución. Los mayores enigmas se suelen esconder en el mejor sitio: delante de tus narices.
Acercarte demasiado a ti mismo, igual que acercarse demasiado a los electrones, hace que las variables se disparen. Como cuando acercas tanto la vista a algo que al final el objeto que enfocas termina por desenfocarse… (¿O soy sólo yo y mi leve estrabismo?)
Visto lo visto, ¿está todo perdido? ¿Tiramos la toalla? ¿Nos damos al beber?
No hombre, no. Qué habría sido de la física si Heisenberg y sus colegas se hubieran deprimido destilando trigo en alambiques clandestinos. Pues aquí tampoco. Como ellos, hay que echar mano de la humildad y continuar la vida asumiendo esa indeterminación.
Además, si lo piensas bien, el Principio de Incertidumbre lleva implícitas dos características bien interesantes con las que vamos a ir concluyendo el capítulo de hoy.
Por un lado, que no seas cien por cien cognoscible por ti mismo te da un margen para que pruebes otras opciones de ti a las que no te tienes acostumbrado. Invita a que te experimentes en otras situaciones que a priori no habrías ni considerado. Paradójicamente, esos otros múltiples TUS te ayudarán a acercarte mucho más a saber quién eres en realidad.
Por otro lado, implica perspectiva. El Principio de Incertidumbre se hace más notable cuanto menor es la distancia entre un problema y el sujeto que lo resuelve. Así, te será más fácil resolver desde el sofá de tu salón los tejemanejes que tienen que ver con la crisis y la corrupción o el por qué a tu primo le va mal en su negocio, que el problema que tienes en casa o contigo mismo. Por ese mismo motivo, no rechaces de plano la opinión que te dé alguien acerca de ti y tus cuitas. Quizá no dé completamente en el clavo, pero puede ser más que interesante su punto de vista.
Pero mira, entre tú y yo, no hay que irse tanto por las ramas para explicar todo esto. Una se puede empapar de teorías físicas, indagar en sí misma... y luego resulta que el acerbo popular ya postuló hace muchísimos años, mucho antes del primer cuarto del siglo XX, este Principio de Incertidumbre que hoy nos ha ocupado. No tienes más que acordarte de que Se ve mejor la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

Que no te vengan a ti a decir que la Física Cuántica es difícil.


(1)   Me he criado en los ochenta, ¿qué pasa?
(2)   Cristina, esta frase es tuya y a ti me recuerda.

viernes, 14 de noviembre de 2014

¿De ÉSTO se puede escribir en el blog?

Pues no sé, vamos a ver, me respondo. De momento, he escrito el título y llego a la segunda línea sin que el ordenador me haya hecho ningún extraño. Pero claro, tampoco sé yo si la intención de escritura tiene la suficiente materialidad como para que la fuerza de los elementos se percate y descargue su furia sobre mi persona.
Prosigo pues y me meto de lleno en el ajo.
Ayer estuve en misa.
Desde hace algunos años cuando voy a misa es para asuntos que se encuentran en los extremos opuestos de la escala de la alegría. O a bodas o a entierros.
Por desgracia, ayer tocó lo segundo.
La poca frecuencia de mi asistencia al rito religioso hace que, ya que estoy allí, me ponga a escuchar lo que dice el cura. Confieso que hace unos años me proponía lo mismo pero el discurso tenía la propiedad de hacer que, aun sin terminar el primer minuto, mi atención ya anduviera dando saltos desde la chaqueta de la señora que tenía sentada delante, al peinado de la de al lado, a lo que estará pensando aquél tan alto o en lo que hará con su vida ese otro… Y así hasta que nos daban el aviso de que había que ponerse de pie para seguir con el ritual.
Pero hete aquí que desde que ando metida en asuntos espirituales, y no hace falta para ello vestir el atuendo de monja o meditar en una cueva o tocar los crótalos sino simplemente tener una inquietud y leer un poquito sobre el tema, me da por escuchar con atención cada vez que voy y, sin querer, me pongo a contrastar los mensajes.
Imagino que no todos los curas serán iguales así que este escrito va dirigido únicamente a mi experiencia concreta y puntual de ayer.
En un mono-tono del que obviaré la crítica porque lo de la expresividad es algo inherente a la persona, el cura nos leyó un evangelio que versaba sobre una conversación entre Jesús y sus discípulos en la que les decía que el reino de Dios está dentro de ellos y que, por ende, no esperaran que dicho reino fuera a llegar en medio de grandes alharacas. Más o menos ese es el resumen.
Después llegó la homilía y lejos de aclarar el mensaje que, a mi entender, es en lo que esto consiste, se puso este hombre a repetir una y otra vez lo que decía el evangelio. Que venga con que el reino de Dios lo tenemos dentro y otra vez con el reino de Dios, que si deja que el reino de Dios entre en ti. Que si el reino de Dios, esto; que si el reino de Dios, lo otro. Y yo pensando, como decía Joaquín Reyes en su memorable Testimonio de Tachenko: “dímelo otra vez, anda: dímelo otra vez”. Y es que, no porque me lo repitas más veces me voy a enterar mejor de lo que me estás contando.
En ese momento me puse a mirar a la gente que me rodeaba y todas las caras tenían una expresión que me era familiar. Era mi propia expresión bastantes años antes, aguantando el chaparrón de la homilía, esperando a que pasara, fijándome en quién ha venido, pensando en lo que haría después… lo que sea salvo escuchar. Porque te prometo que si hubiéramos estado escuchando, muchas cabezas se habrían vuelto a un lado y a otro buscando complicidades y similares gestos de extrañeza o incluso se habrían levantado manos para solicitar turno y consultar dudas.
Y es que, ¿cómo voy a reconocer el reino de Dios, señor mío, si la iglesia no me aclara qué es Dios? ¿Y cómo voy a saber si tengo dentro el reino de Dios si no me está explicando lo que es el reino de Dios?
Que no es este post para dármelas de lista… es algo así como una denuncia o un feedback de mejora para la iglesia*. Perdón, para este cura en concreto. Quizá nadie le ha dicho que no se le entiende y que su mensaje es bastante confuso. Es sólo esa mi intención. Dejo aparte la opinión que tengo sobre esta institución.
Al alcance de todos están otras formas de explicar la espiritualidad, por otra parte, necesaria para mi persona. Espiritualidad, así en genérico.
Sinceramente, no sabría definir muy bien el término pero estoy convencida que tiene que ver con resolver, de la forma en la que a cada cual le valga, el qué carajo hacemos aquí en la vida. Y a poco que te pongas a indagar encuentras filosofías y corrientes de pensamiento que, teniendo en cuenta lo abstracto del asunto, se han esforzado en explicarlo de una forma más natural. Quizá tan natural como trató de hacerlo Jesús. Pero, por supuesto, no como trata de explicarlo la iglesia. Perdón, el cura de mi pueblo.
En cuanto a la idea de Dios, el taoísmo dice algo así como que “Hay una fuerza que mantiene y entretiene la vida; como no sé su nombre, le llamo TAO”. Me encanta: Mira, aquí hay vida y yo no me lo puedo ni explicar. Pero no hacen más que nacer, transcurrir  y morir cosas. Y yo no sé qué es ni por qué ocurre, así que me voy a inventar un nombre para todo Esto. Mismamente TAO. Y en Esto, estoy yo, estás tú y estamos todos.
Esa fuerza sería Dios. Y esa fuerza somos también todos nosotros y todo lo que pasa en el universo. Cuando el universo surgió del Big Bang, echando mano a esta teoría, los humanos no estábamos viéndolo en el cine ni escuchando la retransmisión que daban en la radio sobre el tema. Lo que quiera que seamos surgió también en ese momento, por lo que estamos hechos de la misma pasta que el TODO y, como si fuéramos hologramas, el TODO está contenido en nosotros. En nosotros está el TAO. Nosotros vivimos en ese TAO, en esa fuerza. En lo que la iglesia llama Dios. Y lo transmitimos o se transmite a través de nuestra capacidad de crear, entre otras cosas, vida.
¿Y lo del reino de Dios? ¿Qué habrá querido decir con el reino de Dios? Lo habrá repetido, y dale Perico al torno, unas cincuenta veces. Aquí yo sí habría levantado la mano si no fuera porque el respeto a la ceremonia era infinitamente más grande que mi perplejidad.
Intuyo que con lo del reino de Dios se refiere a vivir de acuerdo al TAO. A dejarse llevar por la corriente de la misma Vida. A participar de su transcurrir con suavidad, sin oposición, con comprensión ante los aconteceres; con la conciencia de que formamos y somos parte de este vastísimo TODO y que la única manera de alcanzar la verdadera felicidad es sumergirnos en ese transcurso sin resistencias, con ojos ávidos de experiencias y aprendizaje; aprovechando lo que el viaje nos depara y no queriendo aferrarnos a ninguna de las piedras que encontramos en el cauce, porque nos haríamos daño. A comprender que estamos de paso. A reír desde el corazón una vez que todo este juego esté comprendido. A, abandonando los personajes que creemos que somos, simplemente SER.
Qué se yo… no sé qué palabras habría de haber utilizado. Quizá lo de las palabras era lo de menos. Lo de más habría sido, en mi opinión, la verdadera voluntad de que el mensaje se entendiera y que eso se antepusiera al rito.
Pero es sólo mi opinión porque puede ser que yo fuera la única que no tenía claro lo que es Dios y su reino y todos los demás ya estuvieran de vuelta.
O quizá es que sea verdad eso de que no es demasiado interesante el promover que la gente se cuestione sobre sí misma. Porque, a mi entender, ese es el primer paso para alcanzar su verdadera Libertad. O acaso, el Reino de Dios.

Con el máximo respeto hacia personas que quiero y que ayer despedían a un ser muy querido.

(*) Buen intento el hacerlo desde aquí, hormiguita.


sábado, 8 de noviembre de 2014

Conversaciones Internas. El masajeador de Ego


- Oye Laura, qué bien todo, ¿no?-
- A-ha…-
- Lo de las clases…, genial. Mucho más que genial. Yo diría SUBLIME…-
- Mmm-Hm…-
- …Creo que dicen que son las mejores clases en veinte kilómetros a la redonda… O en mil.-
- Jejeje-
- Y ¿te he dicho que te veo realmente guapa últimamente? Bueno, guapa es poco… ¡Estás radiante!-
- Jijijijiji-
- Por cierto, ¡tus escritos!… ¡Qué escritos! ¡Qué redacción, qué originalidad!..-
- Estooo…Ssssi… bueno intento que se entienda un poco lo que…-
- …¿Y qué me dices de lo tuyo con los hombres? Madre mía. Están todos por tus hues…
- [¿Cómorl?]
… porque no me digas que no te has dado cuenta de cómo caen rendidos a tus pies, lo que pasa que no te lo dicen porq…-
- UN MOMENTO, UN MOMENTO… ¿QUIÉN ANDA AHÍ?-
- […]-
- ¡Que quién anda ahí, he dicho! ¡Quítame esta venda de los ojos, no seas cobarde, quiero verte!-
- Desde luego es que eres una corta-rollos. Anda, trae acá. Ah, y de venda nada: un antifaz de lo más sofisticado-
- No, si ya decía yo que aquí había gato encerrado… y la encerrada soy yo… pero en tu gabinete, Masajeador de Ego. ¿Te parece bien toda esta parafernalia?-
- Hombre, pues muy mal no me parece: tu poquita camilla, tu incienso Nag Champa negro… tu musiquita de relajación… ¿Prefieres que te lleve a picar piedra? ¡Desagradecida!-
- A ver… perdona la brusquedad. Tienes razón, pero es que esto no es muy sano.-
- Insisto en lo de la cantera, guapa. O mejor, que vuelva Juez Interior con el brío de antaño.-
- Mira, ni una cosa ni la otra: Juez y tú sois… (a ver cómo lo digo sin ofender)… esto… sois extremos indeseables de una misma cosa… Hala, ya lo he dicho.-
- ¿Me estás comparando con Juez Interior? ¡¿Pero cómo te atreves?!-
- Sí y no. Desde luego que te prefiero a ti antes que a Juez, conste. Y por supuesto que cuando apareces coincide con momentos especialmente dulces pero, mira Masajeador, si os estoy comparando es porque tanto Juez como tú me provocáis una visión engañosa de la realidad.-
- ¿Y qué quieres entonces? ¿Empaparte de aburrida neutralidad? ¿Ser imperturbable? ¿Subir a los cielos mientras el coro de arcángeles (arcángeles, ¿eh?) pone la banda sonora a tu ascensión?-
- Es que no puedes parar de exagerar, ¿eh? Te digo que tus masajes me encantan pero en su justa medida porque… chico, ¡es que cuando te creces la que luego se lleva el guantazo soy yo!-
- ¿Y es esa razón suficiente para querer escapar de las emociones?-
- ¿Escapar de las emociones? ¡¿Quién está hablando de escapar de las emociones?! Estás confundiendo el vivir las emociones con regodearme en ellas, confundirme y montarme películas, que es lo que tú me haces. Y vale que tus películas son más agradables que la de Juez pero no dejan de ser comedias románticas y luego… la realidad no es así. A eso me refiero.-
- Pues tú dirás lo que quieras, pero a eso yo lo llamo sosería y postureo.-
- Llámalo como te de la gana pero ya te aviso que me puedes dar masajes sí, pero no me calientes la oreja.-
- Muy bien, muy bien… Así lo haremos, que para eso es tu cuerpo, tu ego y tu vida pero antes de irme me vas a admitir una cosita…-
- El qué…-
- Que en el fondo… En el fondo-fondo… Muuuuuuy en el fondo… Crees que lo que te digo es cierto.-
- Eres lo peor, que lo sepas.-

Imagen tomada de www.gatitolandia.com (me encanta el nombre, jijijiji)