miércoles, 1 de octubre de 2014

La Física Cuántica y la Vida. Los inicios de la Vida B

Lo de la vida B fue una broma tonta con un amigo al que en un momento dado me hubiera gustado llamar de otra manera. En realidad, autoasignarse una vida B es casi tan absurdo como autodefinirse metrosexual pues se trata de una definición o explicación que provendría de ojos ajenos, de ahí lo de la broma.
Está claro que vida, como madre, no hay más que una y los pasos que uno da en ella los da por interés, afinidad, gusto o vete tú a saber qué razón. Pero sí que es cierto que la vida B se aleja lo suficiente de la vida A como para que en algún momento cause extrañeza o sorpresa cuando se le explica a otros y sobre todo a los Otros que conoces y te conocen de toda la vida, pues no hay un lazo rápido y aparente entre las actividades a las que dedicas a partes iguales tu tiempo y así, puedes ser abogado y campeón de kick boxing, o médico y reinona de la noche, o química y profesora de yoga.
Por supuesto, no todo el mundo tiene y/o necesita una vida B. Rozando lo cansino en mis exposiciones, probablemente aquel que viva pleno en su quehacer diario haga de su vida una vida con todo el abecedario como coletilla. El que no, el insatisfecho, el permanente buscador de algo que no alcanza a poner nombre, puede que desarrolle una vida con denominación B o C o D, inclusive.
¿Pero es el buscador de ALGO más hábil, más sagaz que el que no, como parece destilarse de la anterior sentencia? En absoluto. Ha sido un torpe. No ha sabido escucharse y por eso comienza a hacer, digamos, cosas raras a ojos de los demás, aunque quizá para él sea el momento del advenimiento de cierta coherencia entre lo que piensa, lo que siente y lo que hace.
En mi caso cuando hablo de vida B hablo, aunque no completamente, de yoga.
Pero no adelantemos conclusiones ni acontecimientos y, como diría Manolito Gafotas, comencemos a explicar el surgimiento de esta vida desde el principio de los tiempos.
En una determinada época yo soñaba con ser Yola Berrocal... Soy consciente de que esta afirmación requiere una explicación y, como relatante de esta historia que soy, te la voy a dar. 
Harta de ir con la lanza a cargar contra molinos invisibles, harta de no poder ponerle nombre al fantasma que me encogía el corazón, yo imploraba el tener un “problema” concretito, tangible… y resulta que en aquellos días, la inquietud que para sí ella se preciaba de extender por platós televisivos y otros medios a su alcance era la de tener las tetas más grandes. Así de simple. Si A, entonces B. Dos más dos, cuatro. Sencillo. Quiero tetas, me pongo tetas.
En mi caso no era así. Mi cosa más bien era como ese juego de niños en el que alguien viene por atrás, te tapa los ojos y te dice ¿Quién soy? Y no valía desprenderme de las manos inoportunas que me cegaban y limitaban mis movimientos para resolver el enigma. (Esto me ha dado la idea de que más pronto que tarde, voy a tener que conversar internamente con esta entidad emocional).
Ya sabes por otros capítulos de esta serie que comencé para hablar de física y espiritualidad pero que se está convirtiendo en una exposición de mi persona, que esa ceguera provocaba una sensación cansina de tristeza que, llegado el día, me puse a querer erradicar de mi ser, por más que voces cercanas me invitaran a la resignación apelando a mi perfeccionismo, a que a todo el mundo le pasa parecido y a que la vida era así.
Para iniciar la vida B la tristeza cansina de serie no basta. También hace falta, o al menos así fue mi caso, tropezar bien fuerte debido a la falta de visión para comenzar a darme cuenta que algo estaba pasando. Además, y permítaseme sentenciar, te diré que para tener una vida B tienes que seguir a tu instinto. Pero no te preocupes, que mientras eso esté pasando no vas a saber qué narices es lo que persigues.
Como los ríos en su indeterminado inicio, varios hechos podría considerar como principios de mi actual vida paralela y no sabría decirte cual de ellos fue el primero porque en mi recuerdo se amalgaman. Arroyos de vida B fueron una pseudo-relación que dejó mi estima propia viviendo en el segundo sótano de un rascacielos ocupado en el piso cincuenta por el betún, y otro fue la muerte de una persona conocida de casi mi edad con la que me vincula alguien muy especial. No sé por qué me afectó tanto aquella muerte. El caso es que esperando al tren que me devolvía a mi casa desde el lugar del velatorio, necesité una lectura que me alegrara el alma y buscando la revista El Jueves en la librería de la estación, un libro que había visto hace unos meses se tiró en plancha hacia mí, dando sentido a la típica frase esa de que hay libros que te eligen. ¿Se trataba de El Ensayo sobre la Lucidez? ¿Acaso de La Insoportable Levedad del Ser? Frío. Era Ya no sufro por Amor, de Lucía Etxebarría. (¿Qué pasa?)
Resultó que ese libro era justo lo que yo necesitaba leer en ese momento para que ocurriera una de las epifanías más importantes de mi vida, sólo a la altura de aquella otra en la que varios años antes, en un delirio de hiperrealidad, me levanté de un brinco de la cama exclamando en silencio: “¡Dios mío, que YA voy a COU!”. Pues bien, en este caso, no fue tan reveladora la epifanía, pero de nuevo en la cama, otro brinco y mi mente comprendió: “¡Pero si yo no tengo culpa de nada!”
Es curioso lo de los libros en esta etapa. Con ellos tuve la sensación de ir avanzando como una Tarzana atravesando mi inhóspita selva mental no de liana en liana, sino de libro en libro. Este libro me llevó a otro recomendado por una amiga y después vino otro y otro más… En las librerías ya me iba directa a la sección de Autoayuda /Espiritualidad en la que los títulos, ahora sin cortarse un pelo, se me tiraban a degüello. Y ya sé que todos podrían ubicarse bajo la etiqueta de Dudosa Calidad Literaria pero para mi alma maltrecha estaban plagados de alimento. Mi mente iba comprendiendo. Mi alma iba reconociendo. Y yo sentía que allí estaban escritas cosas que pensaba. Que podrían ser leídas con mi propia voz.
También se combinó esta etapa con sesiones de psicología, ya que me pongo a contártelo todo de pe a pa. Me vino bien para desahogarme, pero la mujer me decía que yo estaba bien. De aquí, me acuerdo de una pregunta suya: “Si este lápiz fuera lo que te falta, ¿en qué lo convertirías?” Mi respuesta: “Yo no quiero nada. Yo lo que quiero es tener paz interior”. Así de difuso era todo.
Como ves, varios arroyitos iniciales, todos ellos orientados a la resolución de una inquietud. A la búsqueda de esa anhelada paz.
Cuando ya lo de los libros flojeaba y pasó el efecto de la psicología, un nuevo nubarrón volvía a llegar a mi cabeza. Ahora no tenía ningún arma conocida. Y fue entonces cuando llegó Él (o Ella):
"Hola, me llamo yoga y te voy a cambiar la vida", dice la sombra

Bueno, no es que apareciera de la nada. Llegó de la mano de María a la que algo después le dije en broma varias veces que había creado un monstruo conmigo.
María ha estado en mi vida desde la época de la universidad, aunque nuestro contacto haya ido cambiando a lo largo de todos estos años. También estuvimos trabajando juntas durante un tiempo y, en muchas ocasiones coincidiendo con la etapa que te cuento, de camino al trabajo tras mis habituales cinco minutos de retraso respecto a la hora en la que habíamos quedado, María me decía que me vendría bien practicar yoga. Ella se había apuntado en algún Centro de la Mujer o similar. De forma automática yo siempre le respondía que no sin pensar ni nada. No me atraía. Además, mi cuerpo estaba diseñado para no poder sentarme con las piernas cruzadas, tal y como lo demostraba un esguince de rodilla que me hice poco tiempo antes por tomar esa postura mientras hablaba por teléfono. Así que, de eso nada. Y además me preciaba de hacer el gestito de burla de juntar los dedos, modo meditación, y emitir el OOOOOOMMMMM que tantas veces me han hecho después.
Un día en el que María ya no trabajaba conmigo y nos juntamos a tomar un café para ponernos al día y contarnos las penas, me dijo una frase parecida a esta: “Laura, me he apuntado a un yoga nuevo. Lo da una pareja que acaba de venir a Ciudad Real. Yo voy esta tarde a las siete. Te dejan probar gratis una clase”.
Poco más me dijo. La diferencia es que en esa ocasión dije que sí sin pensármelo. De camino a casa me pasé por el centro de yoga a preguntar si podía ir esa misma tarde a la clase de María para probar. Conocí a Nuria y a Jose, los profesores, personas cruciales en toda esta vida B. La conversación inicial con Nuria se alargó tanto que sólo me quedó tiempo para comprarme unos calcetines blancos, el color corporativo de este yoga, combinándolo así a la perfección con la única ropa de deporte que tenía, toda de color negro.
Y así, con este look Michaeljacksonesco tuve mi primer contacto con el Yoga Kundalini, palabro con el que me familiaricé enseguida.
De aquella primera clase me llamó la atención la ausencia de competición, los mensajes que hacían que, en medio del esfuerzo, en lugar de fustigarte te comprendieras; la atmósfera inigualable que conseguía la música de fondo... Ni siquiera me resultaron chirriantes los cánticos de mantras y pude soportar estoicamente, con apoyo de cojines eso sí, la temida posición de piernas cruzadas.
No alcancé el nirvana ni la comprensión de mis males. Pero se había plantado una semilla de curiosidad.
No sabía lo que era eso del Kundalini Yoga pero yo iba a averiguarlo.

Continuará (irremediablemente)...

Vaya chapa, ¿no? Pido perdón por evadirme tanto del tema inicial pero me parece que se ha abierto un buen melón cargado de confesiones y exposición propia. Precisamente me encontraba acabando este post cuando he asistido a una charla de Almudena Grandes que, preguntada por si tenía interés en escribir su autobiografía ha dicho que no está interesada en eso. Que no le sale a cuenta ser tan sincera. Me he tenido que reír para mis adentros.
Mientras escribía todo esto se me ha venido a la mente todo el tiempo la música que escuchaba justo antes de empezar con el yoga y que los mantras fueran casi mi única banda sonora. En esos momentos en que rayitos de luz comenzaban a romper mis sombras mentales yo iba de camino al trabajo escuchando las canciones buenrrollistas de Facto Delafé y las Flores Azules. Ahí te lo dejo:



13 comentarios:

  1. La Bida que lleBas es la Vuena...Bamos la A...o era la W...jodelll ya me he liado, jajaja. BiBa el yoga!!! y los Votellines!!! Un BESICO tipo A, jaja.

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    1. Creo que sólo escribo para ver qué pones de comentario... jajaja. Me parto! Besicos for you!

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  2. Cada vez q te leo me emociono y cada vez más, me alegro de haberte conocido.....muchas gracias x tus palabras...
    Susana.

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    1. Tú si que me has emocionado, Su. Muchísimas gracias por todo. Por esta amistad que empezó... filtrandillo, jajaja.
      Besos grandes

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  3. Sabes qué? Yo casi he conseguido convencerme de que no tener una vocación clara no te convierte en un paria del crecimiento personal. Quizás sea más sencillo estar enfocado y no andar dándole vueltas al abecedario, pero ¿ eso es asequible para todos? Todo ese rollo de encontrar tu pasión y seguirla a toda costa, ¿ no suena ya a estribillo de Georgie Damm?
    A algunos la vocación los atraviesa como si fuera una luz blanca. Otros la descomponemos en varios colores como si fuéramos prismas, y de ahí la vida A, B, C...Amos, por seguir dándole vueltas a lo de la Física.

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    1. Si en ese momento hubiera sido un asunto de vocación, la cosa estaba más cerca de haber sido solucionable a lo Yola Berrocal, pero no. La etapa a la que me remito tenía una oscuridad difusa. Algo así como no estar a gusto en mi propia piel y eso, llegado el momento, me puso a buscar, a buscar y a buscar como pollo sin cabeza.
      Tienes mucha razón con lo de enfocarse, centrarse. Son conceptos que se entienden pero a veces un regomello mucho más potente te impide llevarlo a cabo. Mi tendencia cabezona y torpe se centra más en desmadejar el regomello. Y por más que comprenda mentalmente que el nirvana no es meditar y ascender sino ESTAR mientras que pelas patatas o friegas los platos, hay un trecho hasta conseguirlo... de ahí que yo te haga la broma de la iluminación.
      Besis!

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  4. Cada vez te conozco más Lauri y eso me encanta. Además creo que todos necesitamos una vida B. Ojala yo encuentre la mía...

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    1. Muchísimas gracias, Anónimo, ojalá y yo pudiera decir lo mismo porque, aunque tengo fundadas sospechas de tu identidad, siempre me queda una inquietante duda.
      Un besazo!!

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    2. Seguro que la vas a encontrar anonima.

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  5. ¡¡¡QUE FUERTE!! ¡QUE CASUALIDAD TAN GRANDE! Yo empecé a escribir mi blog poco después de leer el libro de la Echevarría, fue una inspiración... ese libro y un empacho grave de "sexo en Nueva York".

    El yoga en mi caso son clases de relajación dos veces a la semana y las sesiones de psicología terminaron en 2007 pero siempre las recordaré.

    ¡Que gracia me hace leerte! de verdad.

    Un abrazo.

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    1. Madre mía con las casualidades... Ya sabes lo que me pasó con la primera entrada tuya que vi ¿verdad?
      Y bueno, algo hubo entonces en el ambiente de aquellos años pues, aunque no he datado el post, nos movemos en una franja que va de 2006 a 2009.
      Viva la gurú Etxebarría!!!!
      Muchísimas gracias por tu comentario.
      Besazos!

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  6. Dudar, temer, sufrir, reflexionarlo y buscar tu camino (vida B) y compartirlo de una forma tan tan inigualable y maravillosa te hacer ser tan grande como eres,Laura. Suerte haber compartido contigo algunos de aquellos maravillosos años, que me permiten leerte sabiendo a lo que te refieres, y reconociendo fácilmente los beneficios de tu vida B. Eres valiente, honesta y mejor imposible persona. no cambies....que digo:cambia si eso te hace sentir mejor!!!!un gran abrazo.

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    1. No puedo decirte más que GRACIAS por este mensaje tan bonito. Me ha emocionado mucho.
      Un abrazo

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