viernes, 12 de junio de 2015

Ermitaña en el pueblo. Un experimento personal

Fue hace algo más de un año, en un escenario inundado de azul y hablando de libros y gastronomía que Silvia me recomendó La Vida Simple de Sylvain Tesson entre otros títulos que me anoté en el cuaderno de viaje. Éste me hizo especial tilín, quizá porque estábamos constatando eso de la austeridad, de vivir cada vez con menos cosas.


Tardé casi tres meses en hacerme con él a tenor de la fecha que le coloqué en la primera página. También anoté ahí la historia de su compra: Recomendado por Silvia. Al librero, David, le llama la atención. Nos hacemos algunas recomendaciones. También me cuenta que acaba de dejar la construcción después de catorce años. Lloró de alegría cuando hace dos semanas le hicieron fijo en la librería.
Me pareció valiente el atrevimiento que supone el dejar lo seguro y aventurarse con un cambio de vida que en principio puede dar vértigo. Si escribí su historia con final feliz fue porque una parte de mi llevaba instalada mucho tiempo en el sentimiento de cambio y, aunque me alegré mucho por él, me dio envidia la osadía y el resultado de su decisión. Mi drama al respecto del mi sentimiento de cambio es que nunca me dirige a ningún lado y se queda ahí, como un ansia latente. Unos meses después me di cuenta de lo perjudicial que es hacerle caso a un impulso tan indefinido que sólo me empuja a escapar, a salir corriendo, a, como suele decirse, emprender huidas hacia adelante.
La Vida Simple comienza así: “Me había prometido vivir como ermitaño en el fondo de los bosques antes de cumplir los cuarenta años. Me instalé durante seis meses en una cabaña siberiana a orillas del lago Baikal […]. En el fondo de la taiga, sufrí una metamorfosis. La inmovilidad me dio lo que ya no me daba el viaje. Mi retiro se volvió el laboratorio de esas transformaciones. Todos los días consigné mis pensamientos en un cuaderno. Ese diario de ermitaño es lo que tenéis entre las manos”.
El protagonista de la experiencia vivió seis meses en Siberia y yo tardé un par de meses más en leerme el libro. Vergüenza me da admitirlo en redes sociales como esta en las que la gente que escribe lee muchísimo. Yo llevo muchos meses sin engancharme a una novela y ya dejé también hace tiempo los libros de crecimiento personal.
En su estancia a orillas del Baikal, Sylvain tuvo de vérselas con el invierno más crudo de la Tierra, pescó su propia comida, taló madera para calentar su cabaña, se enfrentó con los osos cuando entró la primavera, dio largas caminatas acompañado de sus perros, bebió como un cosaco casi cada noche, fue abandonado por su novia… y se enamoró de los matices que hacían que el escenario que se colaba a través de su ventana nunca fuera igual al del día anterior.
Confieso que me aburrí mortalmente con el libro1 pero por vergüenza torera quise terminármelo y gracias a eso me topé con un pasaje bellísimo al final que hizo que tantos meses de lectura hubieran merecido la pena. Es muy largo para reproducirlo aquí pero en él Sylvain habla de la felicidad que se esconde en la simpleza, en la no pretensión, en el silencio.
Si tan poco me apasionó el libro, ¿por qué hablo de él? Estos días lo tengo muy presente y es que yo también me he animado a retirarme. No me voy a la Taiga, no guardaré un rifle por si vienen los osos a atacarme, no veré pasar las estaciones del año pues serán apenas cuatro días. Pero tampoco tengo ni agua corriente ni electricidad y se trata del sitio más inhóspito que conozco, aquel del que llevo huyendo desde que llegó a mí. Es el espacio físico que más me ha angustiado, con el que más he dudado, el que siempre martillea mi cabeza y yo sin poder concluir qué hacer con él. No traigo rifle, no, pero vengo con la determinación de suavizar hostilidades. Ya no quiero sombras en mi ánimo.
Así pues, inspirada por Sylvain Tesson y su Vida Simple, me dispongo yo también a reflejar en un pequeño diario los pensamientos que me aborden aquí, en mi piso del pueblo. Ése que compré por error hace ya seis años.

1 Pero no es por él, soy yo.

4 comentarios:

  1. Con el paso del tiempo siempre entendemos el motivo de nuestras decisiones. Nunca hay errores ni aciertos, todo es aprendizaje. Seguramente el vivir aislado nos proporcione unas experiencias increibles, y un gran conocimiento de nosotros. Pero creo que nuestro verdadero campo de aprendizaje es en compañia, con todas las situaciones que se generan y que nos sacan a golpes de nuestra zona de confor. Disfruta de tu experiencia. Yo soy adicta al aislamiento para asentar mis experoencias. Besos desde el Duero.

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    1. Gracias, habitante de la cuenca del Duero!
      En lo sucesivo verás que el objetivo no era el aislamiento, aunque cierto es lo que dices, que el parar trae el asentamiento de otras experiencia.
      Lo que viene siendo, quedarse en barbecho por un tiempo.
      Besos!

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  2. Es imposible no sentirse reflejada en muchas de las lineas de tu escrituracurativa... Y según avanzo más creo me darás la solución... pero cuando acabo ....vuelvo a sentirme reflejada, en el mismo punto y con los mismos anhelos que al principio...eso si... Gracias... Ha sido un buen viaje !

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    1. Sin saber bien a qué te refieres, ya te digo que solución no encontraras sea cual sea tu cuestión. Como mucho una idea, una experiencia diferente a la que tú tengas.
      Muchas gracias!

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