domingo, 25 de diciembre de 2016

Algo tan obvio como quererte

Me resulta difícil escribirte. No lo digo en sentido figurado ni como recurso literario, me avalan todas las cartas que han muerto entre las hojas de viejos cuadernos y la docena de borradores que he desechado ya de este texto. Y algo me dice que escriba lo que escriba ninguna de las dos quedará satisfecha: que no tendrás de mí las palabras que tú quieres y que no habré conseguido yo de mi maraña de emociones extraer el te quiero rotundo que busco y mereces.
Pero me he empeñado. Llevo empeñándome meses con la intención de regalártelo por tu cumpleaños, aunque muchas semanas hayan pasado ya de tu día y mis dedos no dejen de avanzar dudosos sobre el teclado.
Y es que podría escribirte una carta diferente cada vez. En todo este tiempo me he dado cuenta que contigo tengo cien pareceres, cien sentimientos, cien narradoras dentro. A veces el reproche te escribe un párrafo, otras soy la niña que espera que aún le apartes del camino las ramas caídas; en ocasiones soy tu madre y te reprendo; tu consejera y me atrevo a insinuarte soluciones y deberías. Mi amor por ti depende de mi ánimo, de tu ánimo y de la última conversación; de tu prisa, de mi pausa, de nuestra exigencia… qué volátil soy contigo. Como si aún me alimentara el cordón umbilical que nos mantuvo unidas, sigo reaccionando en automático a tus estímulos. Yo que en la intimidad alardeo de vista periférica, contigo no sé qué es el amor porque el tuyo todo lo inunda. Amor que desborda… y boqueo a tu lado tratando de no ahogarme en este océano que emanas para distinguir mi amor por ti y sentirlo puro como tú lo sientes, pero no me sale. Me porto con tu amor como una niña caprichosa hastiada de juguetes.
Tan sabia a veces, tan ingenua otras, tan verdadera siempre. Eres la ecuación que no resuelvo, fuente inagotable de enseñanzas. Cuento los años en los surcos de tu cara, presencio tu vida como un transcurrir de eras, aprendo de ti lo que el tiempo significa. ¿Recuerdas que te dije que este verano visité mis primeros instantes de vida? No te lo conté todo. En el fundido en blanco de mi recuerdo, no me preguntes por qué, ya sabía que eras tú quien me acunaba y reconocía en tu voz el canal de amor que me alimentaría de por vida. Pero me desgarraba al mismo tiempo la orden de alejamiento impresa en mis genes, el albor del sentimiento que me une y me separa de ti. Mi empresa cada día es mantenerlo a raya y poder alzar el vuelo sin soltarme del todo. Sin hacernos daño.
Como el artista ante su obra, ladeo mi cabeza frente a nosotras tratando a averiguar qué clase de madre e hija somos. Tú te empeñas en buscar la niña que fui y pataleas como niña cuando no la encuentras; yo insisto en encontrar la madre confidente que siempre me dé la razón; tú procuras ser fiel a tu ideal de madre, yo no dejo de indagar en quién soy; vas señalizando el camino un metro justo delante de mis pies, yo no hago otra cosa que asomarme a los senderos paralelos… - Qué aburrido sería si fuéramos iguales-, te dije en broma. - O no-, me respondiste justo antes de colgar.
Pero en el roce de nuestro engranaje, sospecho que ya nos entendemos. Y que no hay unión más poderosa que nuestra voluntad por reconocernos a cada instante. Por eso hace tiempo que no nos pedimos tanto y que seguimos perfeccionando ese lenguaje tan tuyo y mío con el que cada día nos decimos te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta algo si te apetece: