martes, 14 de abril de 2020

La Illuminati

Yo soy una Illuminati, que creo que no os lo había contado.

Los Illuminati, por si no lo sabéis, somos una logia secreta que se dedica a controlar el mundo. La definición es algo más compleja, pero vamos que en esencia es eso, para qué liarlo más.

¿Que si es secreta para qué lo cuento? Hombre, seamos realistas, este escrito lo vais a leer mis amigos y conocidos y seguramente lo tomaréis a guasa. La Logia (también la llamamos LaLo por pura cautela) permite de vez en cuando estas licencias porque entiende que guardar un secreto de esta envergadura por mucho tiempo puede llegar a causar desequilibrios mentales entre sus miembros. Y se nos requiere lúcidos. ¿Qué digo lúcidos? Se nos requiere sagaces, rápidos. Aguilillas.

No confundir a los Illuminati con el Club Bilderberg, que nos sienta fatal. Si bien todos nos dedicamos a dominar el mundo, la planificación y ejecución corre de nuestra cuenta y los del Club nos financian. Así de simple.

Para formar parte de LaLo no se requiere de grandes dotes, en contra de lo que pueda creerse, pero sí de algo que ocurre muy pocas veces en la vida: estar en el sitio y en el momento adecuados. Según me contaron una vez ingresé, llevaban varios años detrás de mí como posible sucesora de Honorio Tapiador, el célebre delegado de mi zona (que LaLo será secreta, pero bien organizada). Al parecer, mi docilidad en aquella lejana y primera entrevista de trabajo en la oficina del registro mercantil les había convencido, y yo por fin encontré una explicación a la presencia de un inquietante y encorvado hombrecillo en gabardina y gafas de sol que por aquellos días merodeaba en los alrededores del edificio. Más adelante, también según sus explicaciones, relegaron mi candidatura en el momento en que comencé mis devaneos con el yoga, el baile y el teatro. Y es que en LaLo se requieren perfiles bajos: gente sin sustancia aparente, de costumbres y aficiones basicotas. Por eso cuando decidí prepararme las oposiciones volvieron a la carga, justo unas semanas antes de que Honorio causara baja por jubilación. Ésa fue la carambola cósmica de la que antes os hablaba, pues la cúspide de LaLo ya temblaba ante la perspectiva de que el Campo de Calatrava quedase inaccesible a sus ubicuos ojos.

Volvía de una de aquellas primeras jornadas maratonianas de trabajo y biblioteca, cuando en la entrada de mi edificio me encontré al inquietante y encorvado vecino del primero. Era chocante verlo por la noche y sin su sempiterna bolsa de (lo que yo creía que eran) migas de pan para los pájaros de todo el barrio del Perchel. - Buenas noches, señor Antonio-. - De Antonio nada, mi verdadero nombre es Honorio-. - Bueno, pues nada Honorio (normal, pensé, es que vaya nombrecito) que tenga usted buena…-. - Espera un momento, Laura-. Me sobrecogió, tengo que reconocerlo, pues su voz ya no era la de un anciano de ochenta y cinco años. - ¿No querrás entrar en la Logia de los Illuminatti?-. - Señor Ant..., digo Honorio, ¿está usted bien? ¿Se ha tomado hoy su medicación?-. Sin hacer caso a mis preguntas, espetó: - Tú quieres ser funcionaria, ¿no?-.

Sólo unos días más tarde ingresé, porque LaLo no te seduce con grandes lujos, eso sería demasiado evidente y hortera, LaLo te engancha a golpe de deseo, y a cada miembro le concede aquello que habita en sus pensamientos más lúbricos.

Los meses siguientes fueron muy ajetreados para todos. Por un lado, la maquinaria Illuminati trabajaba incombustible en la consecución de mis aspiraciones. ¿De qué si no me llegaría el paro obrero en el justo momento? ¿Cómo entonces lo de pasar in extremis el examen más complicado? ¿Qué mano atrajo hacia las mías las bolas de los temas precisos? Mientras tanto, bajo una coartada perfecta, yo pasaba las horas muertas en la biblioteca, pero ocultas entre las páginas de la Constitución o la Ley de Contratos del Sector Público, me empapaba cada día de materias mucho más atractivas: los orígenes y organización de la Logia, la interconexión encriptada de los equipos de trabajo, los códigos de comunicación segura con la NASA, lenguaje, dialectos e idiosincrasia extraterrestre… Pero vamos, que no os quiero aburrir con el amplio temario Illuminati.

Lo mejor fueron las prácticas. Tras la publicación de los aprobados en el BOE tenía vía libre para el ocio y el reposo durante varios meses. O eso creísteis todos. - ¿A qué te dedicas ahora, Laura?-. Y yo, - pues a no hacer nada-. Todos os reíais, -qué suertuda-, me decíais muchos. Pero ahí estaba yo, compaginado las inofensivas sesiones de Swing Nocturno en la fuente de la Talaverana con una intensa formación que cubría un extenso abanico de actividades, desde larguísimas jornadas de vuelo en las que aprendíamos cómo fabricar chemtrails (es muy fácil, coges un saco de pesticida, un fuelle y con una buena técnica patentada por LaLo, te lías a follar y a follar hasta que el polvo sale en su punto justo de espesura), hasta sesiones de jardinería y poda ultrarrápida, con y sin maquinaria pesada, para elaborar figuras geométricas en los maizales de Inglaterra y Centroeuropa. Para esos seminarios necesitábamos de la ayuda de los extraterrestres que nos iban dando indicaciones desde arriba para que el dibujo quedara decente. Qué bien lo pasábamos con las cervecitas de después, tumbados sobre los tallos de maíz segado. Menudo verano bueno. Y qué gente más maja, terrícola o no, la que conocí allí.

Este día nos pusimos creativos

Y así, a lo tonto, ya han pasado casi dos años desde que sustituí a Honorio. En este tiempo he seguido con mi paripé de funcionaria, claro, de ahí lo de incorporarme tres días antes de que se decretara el estado de alarma. Estaba todo calculado porque así podría seguir desde casa con mi curro en La Logia sin levantar sospechas. De vez en cuando envío fotos de pan casero y bizcochos a mis parientes para que crean que me dedico a cocinar y a otras actividades anodinas, pero en realidad estoy más liada que la pata de un romano. Con lo del Control Obligatorio para la Vigilancia Illuminati y Dominación de 19 semanas (COVID-19), no damos abasto.

Porque debéis saber que todo esto del confinamiento es una fanfarronería. A veces nuestro jefe se pone chulo, normalmente tras largas reuniones regadas con brandy Soberano, y quiere demostrarse cómo domina el mundo de bien. Y en esas estamos. Se le puso entre las cejas que iba a meter en su casa a toda la humanidad y al final lo va a conseguir. El virus es una excusa, una orden dada a los medios de comunicación y a los gobiernos que incluyen miedo y desinformación, todo dirigido por nosotros, claro. Es verdad que la delegación Illuminati en Wuham tuvo que ejecutar una pequeña intervención biológica en un mercado de animales con tres pangolines y un murciélago, pero nada que no pueda hacer cualquier niño con una cuerda y un palo. Para mi gusto se le ha ido un poco de las manos pero qué le puedo decir yo si no soy más que una recién llegada a La Logia.

Y ya os dejo. Me quedo más a gusto habiéndoos contado este secreto pero ahora tengo que seguir trabajando, que los hilos que mueven el mundo no se manejan solos.


Y aquí, algo tan absurdo como lo que acabas de leer


Este delirio es un ejercicio del taller de escritura "Encierro Creativo" que maneja magistralmente Un Cuarto Propio.

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