jueves, 29 de diciembre de 2016

Buenas intenciones

¿Dónde estoy? Una nebulosa me separa de la realidad. Parpadeo. ¿Dónde-coño-estoy? Se intuye una ventana sin cortinas al otro lado de la neblina. Ésta no es mi casa y definitivamente, no es mi dormitorio. Allí la ventana está colocada a los pies de nuestra cama, tapada con unas cortinas que me horrorizan, tejidas por la tía-abuela de Paloma. ¿Dónde está Paloma? Aprieto los ojos y estrujo mi cerebro para ver si destilo algún recuerdo. Paloma maquillándose. Paloma colocándose el abrigo largo. Paloma que me apremia para subir al coche. ¿Adónde me lleva? Lo siguiente, un grito: ¡Antonio!
La ventana deja pasar una tenue luz amarillenta, ¿es de noche? Hago ademán de incorporarme para ver mejor pero, hostias, todo se pone a dar vueltas: la ventana, esta cama, las paredes blancas vacías, Paloma y su abrigo, algarabía de gente que no recuerdo, y el grito: ¡Antonio, Antonio! Joder, tengo ganas de vomitar. Vuelvo la cabeza a la almohada y a estas sábanas tan ásperas. En la universidad aprendí que para atenuar el mareo de la borrachera había que apoyar una mano en el suelo. Voy a intentarlo, necesito que todo se quede quieto. El brazo me pesa toneladas. Hago un esfuerzo sobrehumano para mover la mano pero algo tira de ella. ¿Estoy atado? No puede ser, ¡¿pero dónde estoy?! No puedo gritar porque algo que tengo metido en la boca me lo impide. Me han amordazado y atado, joder. ¿Secuestro? Me acojono. ¿Y si es un sueño? Pero qué coño sueño, Antonio, ¿cuándo has tenido tú un sueño así? A ver, voy a serenarme, voy a tratar de recordar lo que ha pasado… Paloma arreglada, vale. Paloma abriendo nuestro coche, vale; algarabía de gente que no identifico, bien; unos paquetes que van y vienen… ¿qué eran? Fundido en negro, no recuerdo más. ¿Y si en medio de esa extraña multitud alguien me capturó? Los gritos de Paloma llamándome tendrían sentido en ese caso. Pero estas nauseas… ¿Me habrán envenenado?
Para colmo estoy empezando a sentir que me escuece el pene. No tengo bastante con la angustia y con sentir el cuerpo como una roca… Trato de tocármelo pero no puedo, claro, había olvidado que también estoy atado. Un momento, ¿no me habrán violado, los cabrones? Violado, atado, amordazado, envenenado. Pero ¿quién habrá querido hacerlo? Si sólo soy un funcionario que cobra tributos, coño! ¿Y si le han pedido rescate a Paloma? Me matarán, estoy seguro. No tenemos ahorros, joder. Me dejarán morir en esta extraña habitación, atado, indefenso y sin poder tocarme la polla.
A punto de la desesperación noto algo raro en la habitación, al otro lado de la cama. Movimiento, roce de tela. Parece que arrastra una silla. ¿Alguien se incorpora? No me quiero mover mucho, a ver si me van a dar el tiro de gracia. Pero por otro lado, quiero ver la cara de mis captores. Soy consciente de mis limitaciones pero tengo que intentarlo aunque sea lo último que haga en la vida. Por Paloma. Por mí. Tomo todo el aire que puedo aunque me lo dificulta mucho la mordaza, trato de recordar qué músculos necesito para darme la vuelta, me sale un gemido, comienzo a rodar, ¡lo estoy consiguiendo!... Pero de repente, algo sobre mi hombro me frena, - Señor Gómez, no se mueva por favor, tiene muy tenso el respirador y podrían soltarse la sonda y la vía. Quédese quieto, llamaré a sus familiares-. Unos pasos suaves se alejan, oigo un chirrido de goznes a mis espaldas. ¿Qué ha dicho?, ¿sonda?, ¿vía? No me jodas, que estoy en el hospital… Súbitamente la puerta vuelve a abrirse, murmullos, ruido de tacones apresurados, es Paloma, reconocería sus pasos hasta en la luna. Entre el rumor que se acerca se alza una voz: -Cuñado, menos mal. Vaya Nochebuena que nos has dado, joder. No tenía ni idea que eras alérgico al anisakis. Se va a tragar Paco la cesta de mariscos que me vendió, con lazo y todo… Puto Paco. Puto amigo invisible-.

Este escrito es el resultado de un nuevo ejercicio propuesto por Un Cuarto Propio en su Laboratorio Clandestino. 
La foto es de aquí: https://es.pinterest.com/pin/141019032061913276/

domingo, 25 de diciembre de 2016

Algo tan obvio como quererte

Me resulta difícil escribirte. No lo digo en sentido figurado ni como recurso literario, me avalan todas las cartas que han muerto entre las hojas de viejos cuadernos y la docena de borradores que he desechado ya de este texto. Y algo me dice que escriba lo que escriba ninguna de las dos quedará satisfecha: que no tendrás de mí las palabras que tú quieres y que no habré conseguido yo de mi maraña de emociones extraer el te quiero rotundo que busco y mereces.
Pero me he empeñado. Llevo empeñándome meses con la intención de regalártelo por tu cumpleaños, aunque muchas semanas hayan pasado ya de tu día y mis dedos no dejen de avanzar dudosos sobre el teclado.
Y es que podría escribirte una carta diferente cada vez. En todo este tiempo me he dado cuenta que contigo tengo cien pareceres, cien sentimientos, cien narradoras dentro. A veces el reproche te escribe un párrafo, otras soy la niña que espera que aún le apartes del camino las ramas caídas; en ocasiones soy tu madre y te reprendo; tu consejera y me atrevo a insinuarte soluciones y deberías. Mi amor por ti depende de mi ánimo, de tu ánimo y de la última conversación; de tu prisa, de mi pausa, de nuestra exigencia… qué volátil soy contigo. Como si aún me alimentara el cordón umbilical que nos mantuvo unidas, sigo reaccionando en automático a tus estímulos. Yo que en la intimidad alardeo de vista periférica, contigo no sé qué es el amor porque el tuyo todo lo inunda. Amor que desborda… y boqueo a tu lado tratando de no ahogarme en este océano que emanas para distinguir mi amor por ti y sentirlo puro como tú lo sientes, pero no me sale. Me porto con tu amor como una niña caprichosa hastiada de juguetes.
Tan sabia a veces, tan ingenua otras, tan verdadera siempre. Eres la ecuación que no resuelvo, fuente inagotable de enseñanzas. Cuento los años en los surcos de tu cara, presencio tu vida como un transcurrir de eras, aprendo de ti lo que el tiempo significa. ¿Recuerdas que te dije que este verano visité mis primeros instantes de vida? No te lo conté todo. En el fundido en blanco de mi recuerdo, no me preguntes por qué, ya sabía que eras tú quien me acunaba y reconocía en tu voz el canal de amor que me alimentaría de por vida. Pero me desgarraba al mismo tiempo la orden de alejamiento impresa en mis genes, el albor del sentimiento que me une y me separa de ti. Mi empresa cada día es mantenerlo a raya y poder alzar el vuelo sin soltarme del todo. Sin hacernos daño.
Como el artista ante su obra, ladeo mi cabeza frente a nosotras tratando a averiguar qué clase de madre e hija somos. Tú te empeñas en buscar la niña que fui y pataleas como niña cuando no la encuentras; yo insisto en encontrar la madre confidente que siempre me dé la razón; tú procuras ser fiel a tu ideal de madre, yo no dejo de indagar en quién soy; vas señalizando el camino un metro justo delante de mis pies, yo no hago otra cosa que asomarme a los senderos paralelos… - Qué aburrido sería si fuéramos iguales-, te dije en broma. - O no-, me respondiste justo antes de colgar.
Pero en el roce de nuestro engranaje, sospecho que ya nos entendemos. Y que no hay unión más poderosa que nuestra voluntad por reconocernos a cada instante. Por eso hace tiempo que no nos pedimos tanto y que seguimos perfeccionando ese lenguaje tan tuyo y mío con el que cada día nos decimos te quiero.

lunes, 19 de diciembre de 2016

La mala hierba

-¡Laura! ¿Eres tú?
-¡Hola Marta! Qué sorpresa.
-No te conocía con ese corte de pelo. ¿Qué haces por aquí? Te creía en Cádiz.
-Y allí sigo pero aprovechando las navidades he venido a poner otra reclamación a Unión Fenosa. ¿Te lo puedes creer? Un año después y siguen cobrándome la factura de la luz. Los nuevos inquilinos deben estar tan contentos.
-Oye, ¡pero qué alegría me da verte! ¿Tienes prisa? Podríamos seguir hablando con una cerveza delante. No hace falta ni que nos movamos de calle, entremos aquí mismo en el Yantar.
-De acuerdo, me encantaba este bar. Venía a tomar café, cañas, a cenar, a comer… Ya me conoces, cuando me da por algo no paro hasta que me harto.
-Sí, y además parece que hay sitio.
-Qué recuerdos, tienen la misma decoración y han aumentado los días de menú vegetariano, qué bien, Ciudad Real se sigue modernizando… Uy, espera Marta, no sigas, los de la mesa del fondo son mis antiguos compañeros de trabajo y la verdad es que no me apetece mucho saludarlos ahora.
-Vale, si quieres nos vamos a otro sitio.
-No, no importa, aquí se está bien pero no vayamos más adentro. Es que no tengo ganas de aparentar una alegría que no siento.
-Pero ¿qué te pasó?, ¿tan mal estabas allí?
-No tan mal, pero mi despacho terminaba siendo el confesionario de la mayoría y estaba ya cansada de la falsedad de todos.
-Qué mal rollo, ¿no?
-Y tanto aunque, déjame ver… No me puedo creer que Charo y Antón estén tan risueños, ¡si casi no podían estar juntos! Siempre me tocaba mediar en sus disputas y míralos ahora.
-Bueno, lo habrán arreglado…
-Y espera, ¿qué me dices de Sonia y Roberto? Parece que ya han superado su crisis. ¡Pero si está embarazada! Hace un año, cuando le dije a mi jefe que ya no podía más, estaban a punto de separarse. De hecho Roberto no paraba de tontear conmigo y se buscaba cualquier excusa para entrar en mi despacho.
-¿Ése fue el Roberto del que me hablabas tanto?
-Si, ése. Al final tuvimos un pequeño affaire después de que Gonzalo y yo lo dejáramos. No me encontraba muy bien en aquella época. Pero no llegó a más, ¿eh? La pena es que Sonia se enteró y se lió muy gorda en la oficina.
-Uf, qué tensión.
-Ni te lo imaginas... Qué extraño me parece verlos ahí. En mis años de trabajo nunca fuimos a comer todos juntos. ¡Si hasta está el jefe! No me había dado cuenta. Antes, las pocas reuniones que hacíamos eran a sus espaldas. Nuestro trato era correcto pero en realidad no nos tragábamos. Aparte de todo el trabajo que ya tenía pretendía que actuara como su intermediaria. Como no me pagó lo que le pedí me dediqué a transmitir sus órdenes a mi manera, ya sabes… Lástima del embrollo que se montó cuando al final se destapó que lo de las subidas de sueldo no era del todo cierto…
-Bueno, olvídalo, eso ya es el pasado. Cuéntame, ¿cómo te va en tu nuevo trabajo?
-Pues la verdad es que muy bien. De nuevo vuelvo a estar al frente de los contratos, pero toco también algo de marketing. Al ser un entorno más creativo estoy más contenta. Una pena que el ambiente entre los compañeros no sea tan bueno como me contaron en la entrevista.

Ni harta de vino me acerco yo a esa gente



Este escrito es el resultado de un nuevo ejercicio propuesto por Un Cuarto Propio en su Laboratorio Clandestino. Tema: El Diálogo.